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Terror psicológico

Rafaelspregelburd150
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La palabra “siniestro” es la figurita difícil del rompecabezas de la lengua, ya que designa cosas diferentes en cada una, y sospecho que cada cual tiene un reservorio sacrosanto de conceptos raros cuya traducción está alienada.
El término (o al menos sus connotaciones psicoanalíticas) lo inventó Freud. Pero en alemán habló de lo unheimlich: aquello que, pareciendo familiar, no lo es tanto.
Los ingleses, menos psicoanalizados, le dan a sinister connotaciones más morales: algo spooky, algo de lo que temer.
Acabo de tener un vuelo siniestro. En italiano. Sinistro posee todas las connotaciones posibles y el vuelo fue tan infamiliar como aterrador.

Al embarcar descubrí que mi pasaje estaba mal emitido; la fecha de mi regreso es parecida pero no es; debo pagar unas tasas turísticas a las que me resisto como un buey (no soy turista) y finalmente se hace evidente que no tengo asiento. La solución es mágica, italiana: una señora con un bebé no hará el viaje. Me dan su asiento. Mientras me llenan el nuevo boleto, escucho –en dulce idioma– que le encontraron unos kilitos de cocaína en la valija del bebé. Estaban llamando al pasajero por el nombre del bebé, y nadie se apersonaba. Arregladas las cosas me siento en su lugar. Pero cada azafata y azafato que pasa me mira con desconfianza y simpatía: lo siniestro. La historia de mi asiento se ha hecho rumor. Es claro que no soy la señora traficante que entró en desgracia, pero el lugar que ocupo la designa por siniestra operación. Como gozo de tres asientos en vez de uno, me adosan al lado a una madre española con un bebé (otro) que no trafica nada pero que llora la noche toda. No duermo nada. En cada película parece estar Russell Crowe: empiezo viendo Robin Hood y termino con Gladiador, pero la película es la misma, repetida en carbónico. Siniestro. A la mañana, descubrimos que ha muerto un pasajero del lejano fondo. Se presentan diversos médicos. Reina el silencio. Antes de dejarnos bajar en Roma ingresa una patrulla ambulatoria. ¿Todos somos sospechosos o sólo el mayordomo? Yo sospecho del cocinero. Me bajo. Como quien despierta de una pesadilla que no ha sido tal.