COLUMNISTAS

Terrorismo occidental

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Desafortunadamente, parece haber una feroz competencia sobre cuál es el mayor crimen que ha cometido Occidente. Cuando Colón arribó al hemisferio occidental, había entre ochenta y cien millones de personas viviendo en civilizaciones avanzadas: comercio, ciudades, etc. No mucho después, alrededor del 95% de esta población había desaparecido […]. Todo esto se niega y se niega, incluso en las más importantes revistas intelectuales y de la izquierda liberal en el mundo angloamericano… casualmente y sin que nadie haga comentario alguno.
Según la revista médica The Lancet, seis millones de niños mueren cada año por falta de procedimientos médicos básicos que podrían ser provistos casi sin costo. El número es conocido. La desnutrición y las enfermedades tratables matan diariamente a ocho mil niños sólo en el sur de Africa: al nivel de Ruanda, pero todos los días. Esto podría ser resuelto fácilmente.
Vamos en dirección a lo que podría ser el mayor genocidio: la destrucción del medio ambiente. Este tema casi no se discute. Estados Unidos asume las posturas más conservadoras al respecto.
En la actualidad hay euforia sobre la posibilidad de que tengamos cien años de independencia energética como resultado de sofisticadas técnicas de extracción de combustibles fósiles, y sobre la posibilidad de que esto preserve la hegemonía estadounidense por otro siglo, que Estados Unidos se transforme en la Arabia Saudita del futuro y cosas por el estilo. […] Hay algunos comentarios sobre efectos medioambientales localizados, como la destrucción de las fuentes de agua, el aniquilamiento de la ecología, etc., pero casi nada sobre cómo será el mundo en cien años más si seguimos comportándonos de esta manera. Eso no se discute. Sin duda, estos son problemas fundamentales. Problemas intrínsecos a las sociedades orientadas por el mercado, donde no se consideran las llamadas “externalidades”. Cosas que no entran dentro de una transacción determinada, cosas que afectan a otros: eso no se considera.
George Orwell tenía un término para eso: unpeople. El mundo se divide en gente como nosotros y unpeople, todo el resto que no importa. Orwell se refería a una futura sociedad totalitaria, pero su término se aplica bien a nosotros. Mark Curtis, un joven historiador británico, usa el término unpeople en su estudio sobre las depredaciones del imperio británico después de la Segunda Guerra Mundial. No nos importa qué les pase a ellos.
[…] Algunas de las peores atrocidades en el mundo han sido cometidas en los últimos años en el este del Congo. Entre tres y cinco millones de personas han sido asesinadas. ¿A quién acusas? Han sido asesinadas por las milicias, pero detrás de las milicias hay corporaciones multinacionales y gobiernos que no son visibles.
No se ven las corporaciones multinacionales que usan a las milicias para masacrar gente y así tener acceso a la columbita-tantalita (también llamada “coltán”) y otros minerales valiosos que los occidentales usan en sus teléfonos celulares. Es un efecto indirecto. Hay muchas atrocidades y crímenes… pero algunos son bien directos… por ejemplo, Vietnam, que es el peor crimen cometido desde la Segunda Guerra Mundial. […]
Estados Unidos está autoinmunizado de cualquier juicio. Cuando Estados Unidos se unió a la Corte Mundial en 1946, básicamente el inicio de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), se subscribió con la condición de que no fuera enjuiciado bajo ningún tratado internacional –es decir, la carta de las Naciones Unidas, la carta de la Organización de Estados Americanos, las convenciones de Génova–. Estados Unidos se autoinmunizó de cualquier juicio sobre estos temas. La CIJ lo aceptó.
Por ejemplo, cuando Nicaragua llevó un caso contra Estados Unidos ante la CIJ por ataques terroristas en su contra, casi todo el caso fue revocado porque invocaba la carta de la OEA, que veta fuertemente las intervenciones, y puesto que Estados Unidos no está sujeto a la carta, la CIJ aceptó la revocación. Es interesante que ocurriera lo mismo en el juicio que Yugoslavia llevó ante la CIJ contra la OTAN por bombardeos en su contra, creo.
Estados Unidos se autoexcluyó del caso y el tribunal estuvo de acuerdo porque uno de los cargos era el de genocidio, cuando Estados Unidos después de cuarenta años firmó la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; tuvo la precaución de decir que era “inaplicable a Estados Unidos”, por eso la Corte justamente los excusó del proceso. Hay barreras legales efectivas que se establecieron en caso de que alguien osara acusar al poderoso. […]
[Sobre] la guerra contra las drogas. La abrumadora mayoría del continente [Latinoamérica] quiere que termine. Algunos legisladores colombianos han llegado incluso a proponer leyes para descriminalizar todas las drogas, y hay iniciativas similares en varios países. Se entiende que la guerra contra las drogas sirve exclusivamente a los intereses de Estados Unidos. […]
Hay dos tendencias activas al mismo tiempo. Un observador externo mirando el mundo diría que el primer camino va hacia la autodestrucción, que es una carrera directa hacia el precipicio. Pero existe otra tendencia que apunta hacia una oposición creciente, que ha tenido algunos éxitos. Ha habido cambios incluso en los últimos treinta o cuarenta años, algunos muy significativos. La pregunta es: ¿cuál de las dos tendencias terminará predominando?
Si quieres ser realista, no hay mucha esperanza, pero tenemos sólo dos opciones: una es decir “es inútil, démonos por vencidos” y esperar que pase lo peor. La otra es decir “bueno, queremos que las cosas mejoren, así es que lo intentaremos”. Si funciona, funciona; si no, volvemos a la peor alternativa. Esas son nuestras únicas opciones.

*Filósofo y semiólogo estadounidense. / Fragmento de su nuevo libro Sobre el terrorismo occidental. De Hiroshima a la guerra de los drones, escrito junto a André Vltchek (Editorial Marea).