COLUMNISTAS
buscando el futuro

Tierra de jóvenes

1-11-2020-Logo Perfil
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Cuál es el momento exacto en el que dejamos de ser jóvenes? ¿Cuál es ese instante que pasamos el límite entre juventud y adultez?

Los años, por caprichos de cualquier almanaque, se cuentan para adelante. Sean de la humanidad, de una mascota, de los árboles. Sean los propios, los años se acumulan, se suman.

La ciencia parece decir, por ahora, que a los 34 años ya no se es más joven. La política a los 30. La psicología correrá la edad según la persona y hablará de adolescencia. El cuerpo propio nos dirá que se deja la juventud cuando por primera vez te caen mal un choripán o los picantes.

En numerosas ocasiones, cuando hablamos de adolescentes o jóvenes, solemos referirnos a ellos/as como si fueran integrantes de otra especie, parecida a la humana, pero de otra categoría genética.

A la juventud, esos extraterrestres, siempre tenemos algo para decirles, para aconsejarles, para sugerirles, para alumbrarlos, y cuando vienen las elecciones, más les hablamos, más queremos hacerles creer que los comprendemos y que somos los mejores, los más cancheros y compinches.

Les decimos que está bueno “garchar”, dudamos frente al porro, pero nos reímos, cómplices, por las dudas de no ser juvenilmente correctos.

Tampoco hay un único joven. Basta ver sus vestimentas, sus ambiciones, sus gustos, sus conversaciones. Mientras escribimos este artículo, tanto en las redes como en la calles, aparecen nuevas identidades e intereses en esa etapa.

Sabemos que usan las redes y nos metemos para, también, hablarles desde ahí. Es el intento del analfabeto de enseñar a leer, pero hablamos y hablamos y hablamos, sin escucharlos, y les pedimos el voto.

Hay siete millones de jóvenes, entre 16 y 24 años en el padrón. La Argentina es el país con mayor desempleo juvenil de la región, el 60% de los que trabajan lo hacen en la informalidad. Dos de cada 10 jóvenes están desempleados y el 96% de los ocupados gana menos de $50mil.-

La juventud, entre tanto que le hablan, ve que no consigue trabajo y que sus familiares, sus padres, también sufren la crisis económica o laboral.

Les repetimos que ellos son el futuro, pero el futuro para los jóvenes no es solo un tiempo, es también un territorio, un lugar para llegar o no llegar.

Los continuos descensos en materia educativa significan postergaciones para las generaciones actuales y venideras. Con esos números se puede trazar una trayectoria de exclusión y/o precariedad. Es una bala disparada al porvenir.

Por otra parte, el empleo al que acceden es en la informalidad. En un país con escasez laboral sería injusto pedirle a la juventud que sea ella, por su propia cuenta, la que demande las protecciones legales pertinentes. Se necesitan una mirada y propuestas de las organizaciones sindicales, además de la política, para generar nuevas y buenas condiciones laborales para el primer empleo.

Cuesta creer que algún tipo de joven pueda identificarse con el presidente. Está lejos del ejemplo y de la autoridad. No ejerce un tipo de liderazgo, ni horizontal ni vertical.

El voto y los jóvenes están ahí, flotando, ávidos de entusiasmarse. Con ganas de que los escuchen, se los ve en las redes en las que comentan y se acompañan entre ellos. Pueden llegar al voto participando y comprometiéndose.

No hay un momento exacto en el que uno deja de ser joven. Pero cuando creemos que las y los jóvenes están en otra, ahí, en ese segundo, seguro que ya no somos más jóvenes. Perder la esperanza en las generaciones que vienen detrás, es reconocer que esa esperanza la perdimos nosotros primero. Pero cuidado, lo repetimos, el futuro no es solo un tiempo, es también un territorio, que, curiosamente, tiene la forma de nuestro país.

*Secretario General de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC).