La gestión económica se enfrenta a múltiples desafíos que se profundizan y complican con el tiempo. Uno de los principales es la convergencia a la estabilidad del tipo de cambio paralelo, dado que el nivel de incertidumbre derivado de su alza afecta a las demás variables económicas.
Una vez más se registra una brecha notoria entre la cotización en el mercado paralelo y en el oficial. El paralelo está en valores de pánico. Se ha resuelto en otras oportunidades con una devaluación importante que acerque las posiciones de manera más o menos caótica.
En efecto, el gobierno está determinado a cuidar las reservas internacionales netas, hoy casi inexistentes y a moderar los tipos de cambio alternativos que se han desalineado respecto al oficial. Las reservas brutas siguen disminuyendo a pesar del sostenimiento del saldo positivo de la balanza comercial. Las reservas brutas están en los U$S 39.866 con una variación neta negativa en lo transcurrido del año de U$S 4.973 millones al 4 de noviembre.
Las últimas medidas financieras, a pesar de que ciertamente tienen un costo, están dando mejores resultados. Al menos se gana tiempo para eventualmente ir al Fondo Monetario a pedir recursos para fortalecer las reservas.
Si bien no es lo mismo, la venta de bonos que ya lleva U$S 3500 millones en octubre es una operatoria equiparable a la venta de futuros del final del mandato de Cristina. Es también una suerte de “seguro de cambio”. Los bonos van al ritmo de la devaluación, como los famosos tesobonos del gobierno mexicano previos al efecto tequila.
Por supuesto que todo este esquema donde Guzmán tiene protagonismo respecto a Pesce tiene aspecto cortoplacista de sucesión de “parches”. Falta la visión política que “ordene la cancha”, como reclamó esta semana un empresario de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) a Guzmán. Hay que dar mucha más confianza, quebrando las expectativas críticas del establishment, que se generaron por medidas consideradas discrecionales y de orden dirigista.
Se pretende desde el mercado un déficit fiscal aún menor en 4,2 % del PIB y se observa positivamente desde la city la interrupción del uso de los adelantos transitorios del Banco Central decidida por Guzmán.
Por el lado de la economía real, no se está libre de costos respecto de las tensiones del mercado cambiario. Concretamente, el sostenimiento de las tensiones cambiarias es un fenómeno con efectos negativos sobre la actividad económica, los cuales se presentan no solo en términos inmediatos, sino en términos dinámicos principalmente por postergación de decisiones vinculadas con la inversión.
En el corto plazo, notamos que los precios internos tienden a un esquema de potenciales modificaciones ante la posibilidad de una devaluación. A su vez, como una acción marcada por el alto nivel de incertidumbre derivado de ese contexto, se producen suspensiones de transacciones comerciales que determinan un menor nivel de demanda. En el mediano y largo plazo se observan revisiones en las decisiones de nueva inversión. La inversión está en mínimos históricos.
En definitiva, los desafíos son complejos en el frente cambiario. El dólar oficial es razonable en el promedio histórico, pero dada la crisis, un valor más cercano a 115 pesos sería más razonable.
Múltiples dificultades de abordaje y gestión que se intensifican y reclaman la necesidad de mayores recursos e instrumentos para superar la crisis. El alcance y celeridad de la gestión política son cruciales para evitar un dramatismo mayor y una eventual crisis bancaria -por ahora lejana- que se sume a la cambiaria. El mercado de cambios es solo un reflejo de inconsistencias en el modelo político.
*Director del Área Economía del IAE Business School.
**Investigador del IAE Business School.