COLUMNISTAS
perspectivas del nuevo ciclo

Trabajo, convicción y poder de seducción

La llegada de Diego Maradona a la Selección genera esperanzas que pueden ser abordadas desde distintos enfoques. Y la presencia de Carlos Bilardo, respaldado por sus logros en dos mundiales, asegura un cuidado casi obsesivo por cada detalle. Diego suple su falta de rodaje como entrenador con el magnetismo de su palabra, respetada como pocas entre los jugadores. Ayer, se reunió con Sergio Batista y José Luis Brown para arreglar los detalles de la vinculación de ambos al cuerpo técnico. El viaje que tenía pensado a Europa para seguir de cerca a las principales figuras quedó postergado.

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Según las encuestas, los periodistas están más contentos que el público por la designación de Diego Armando Maradona como nuevo entrenador nacional. La candidatura de Diego fue ambientada desde los medios oficiales, como quedó claro en nuestra columna de la semana pasada. Se hizo de una manera tan burda, tan falta de talento, que el hincha común no se la creyó y terminó pagándolo Diego: la gente eligió a Carlos Bianchi. Pero al Virrey, como se preveía, lo atacaron desde los lugares del periodismo ultragrondonista y ni siquiera fue llamado.
Quedó dicho que a Grondona le gustaba Miguel Angel Russo porque ve en él a un Bilardo joven y más equilibrado. Es más, el Bilardo original tuvo, en algún momento, la idea de ser el manager de una dupla formada por Maradona y Russo. Cuando Diego se candidateó solo, el Narigón entendió que, a lo sumo, acompañaría a Maradona, pero nunca a Maradona y a Russo. Incluso, se habló de alguna rispidez en la relación de Diego y Miguel, pero eso, al menos por ahora, es incomprobable.
Bilardo llamó a Grondona desde Mar del Plata para pedirle una reunión a fin de adelantarle que su idea era que el técnico debía ser Maradona. Don Julio lo escuchó y lo esperó. Cuando Bilardo regresó de su viaje oficial como funcionario del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, arregló algunos puntos discordantes con Grondona en Puerto Madero. Después se sumó Diego. Y todos se pusieron de acuerdo pronto: Maradona será el técnico y Bilardo, lo que Italia llaman “direttore sportivo”. Maradona irá al banco, trabajará el día a día con los jugadores, recorrerá las habitaciones, elegirá el sistema de juego y mirará fútbol. Bilardo se encargará de la logística y colaborará con la gestión para la cesión de jugadores. Por supuesto, la vasta experiencia del entrenador campeón del mundo 1986 hace pensar en alguna intervención en el equipo, pero quedó muy claro que el DT es Maradona. Y Bilardo, la primera persona de consulta de Diego.
A la vista, parece una excelente idea. Ambos tienen un prestigio que sigue enhiesto como al día siguiente de la final del ’86. Y no se está hablando acá de que Bilardo sea mejor que Menotti ni ninguna nimiedad que ya quedó atrás. Bilardo es reconocido en el mundo futbolero como un innovador y hacedor de uno de los mejores equipos de la historia de los Mundiales. Sobre todo, le reconocen capacidad para mantener sus convicciones, aun en momentos adversos, como en la previa de México ’86.
La recuperación física de Diego también le devolvió lustre, ya nadie habla de vida licenciosa ni lo utiliza para hacer escandalosos programas de TV. Las imágenes del Diego desencajado, agresivo, con la voz cascada, son de un pasado cada vez más lejano. Ahora está lúcido y con su vida personal en paz. Recuperó las bases y los códigos del tipo humilde que tuvimos el privilegio de tratar cuando era jugador.
En el aspecto estrictamente profesional, cuenta con una ventaja indisimulable: los integrantes del plantel nacional saben que quien va a hablarles, jugó mejor que todos ellos y que nunca lo alcanzarán. Eso genera un respeto único.
Es un tipo muy sensible, muy hincha de los jugadores. Fíjense que armó su selección y aclaró “conmigo Heinze juega”, en medio de la carnicería periodística desatada contra el defensor del Real Madrid. Así se defiende a un futbolista que cometió un error, no sacándolo en el entretiempo. Además, está informado, se pasa la vida viendo fútbol y sabe todo, conoce a todos. De hecho, ya está viajando a Inglaterra para reunirse con los jugadores y expresarles su pensamiento, afiliarlos a su idea. Esto mismo hizo Bilardo en 1983, cuando llegó a la casa de Maradona en Barcelona lleno de papeles y lapiceras para contarle qué quería de su Selección.
Este es un grupo de futbolistas que no hizo una comunión alrededor de los colores celeste y blanco. Maradona fue el capitán de un plantel que amó a esta camiseta como casi ningún otro. En los ciclos de Pekerman y Basile, todo se basó en Riquelme, mientras Messi quedaba arrumbado en un costado de la cancha. Ahora no va a ocurrir. Messi será tratado como en el Barcelona y no como el Robin de “Batman” Riquelme. Necesitamos que uno siga siendo “Batman”, pero que el otro sea “Superman”, que sea una estrella. Quedó claro en los Juegos Olímpicos: cuando se repartió la torta equitativamente, Leonel funcionó, tomó los riesgos y las responsabilidades. Cuando no le pasaron la pelota, jugó mal.
Maradona no es tonto. Sabe que de Messi depende gran parte de la suerte que el equipo corra en el Mundial; que Riquelme deberá aportar su enorme talento al servicio del grupo. Y el 10 de Boca sabe que Diego no dará muchas vueltas a la hora de tomar decisiones drásticas, si nota que el equipo se perjudica por las internas. Además, se sumará Verón. Y como también la Brujita sabe que con Diego no hay medias tintas, la cosa tomará un cariz diferente, más serio. Sí, más serio. Maradona esperó demasiado tiempo esta oportunidad como para despilfarrarla así como así.
Con la llegada de Maradona y Bilardo, más las presencias del Checho Batista, el Vasco Olarticoechea, el Negro Enrique, el Tata Brown y alguno más que pueda sumarse, nos aseguramos trabajo, convicción en sus ideales y seducción. Son tipos que vivieron coronados de gloria, que se aferraron a una idea y la llevaron adelante, soportando los embates de una prensa ignorante y hasta de un gobierno que quiso voltear al cuerpo técnico.
Podrán ganar, empatar o perder, el fútbol jamás garantizará el resultado. Pero podemos estar tranquilos: Maradona va a entregar hasta la última gota de energía para que esto funcione. Si no funciona, no será por desidia ni por falta de aplicación. Será porque nos ganó uno que es mejor o porque el fútbol nos habrá dado otro cachetazo, no será por falta de trabajo ni por el desmanejo de un grupo de jóvenes.
Esto era lo que pedíamos. No era mucho.