Hoy, estar en transición laboral es lo más normal del mundo: a veces tenemos trabajo, a veces nos toca salir a encontrar un nuevo trabajo.
Se estima que los jóvenes que hoy empiezan sus carreras profesionales antes de que se retiren van a tener como mínimo siete cambios de trabajo, y cuatro de ellos serán involuntarios.
Ante tal situación, lo menos que puede pensarse hoy es que uno está “desempleado”, y menos en los términos peyorativos con los que solía verse. (...)
El hecho de que estaremos en transición laboral más de una vez en nuestra carrera debe ser visto como una oportunidad de conseguir un nuevo y mejor trabajo. (...)
Dado que la tecnología y las innovaciones afectan muchos procesos operativos, la mayoría de la gente cree que la inseguridad en el empleo es mayor entre los operarios o trabajadores manuales que en aquellos que ocupan cargos estructurales, de jefatura o de gerencia. Sin embargo, esto es falso. La probabilidad de que un operador de planta rote por varias empresas es menor que la de un analista, jefe o gerente. (...)
Pero esas personas que han estudiado en universidades tan reputadas, o que vienen de tener cargos tan altos en empresas tan importantes, ¿por qué se quedan sin trabajo en algún momento de su vida? La respuesta es: porque así es ahora, todo ha cambiado. Incluso estas personas tan meritorias y exitosas pueden quedarse sin trabajo en uno o varios momentos de sus vidas. (...)
El éxito es un término que también ha tenido un cambio importante en el nuevo modelo laboral. Solíamos asociarlo al mundo material, a tener esto o aquello. Debemos, sin embargo, cambiar esa perspectiva. El éxito, en el nuevo paradigma, es considerado por lo que somos, por nuestro nivel de satisfacción personal con lo que hacemos, no por lo que tenemos. (...)
Cuando hablamos de éxito, entonces, no nos referimos a un estereotipo fijado por otros, sino a aquello que para cada uno representa la satisfacción personal.
Buscar el éxito laboral significa, entonces, intentar lograr una carrera que nos dé satisfacción profesional y personal, que promueva nuestro desarrollo, que nos haga felices en el día a día.
Exito no es lo que otros quieren, esperan o necesitan que seamos, tampoco es lo que otros quieren que ganemos en dinero ni las posesiones materiales que tengamos.
Exito no es lo que el cónyuge, los padres o los hijos esperan de nosotros. Tampoco es tener las mismas cosas materiales de las que disfrutan nuestros vecinos, amigos o familiares.
Exito es un término que debe definirse en forma absolutamente personal, y esta definición debe basarse en lo que cada uno de nosotros quiere ser, hacer, saber o tener en la vida; en las metas que queremos lograr, en nuestras propias aspiraciones personales o profesionales.
Yo tenía una amiga que era de las más guapas y populares de la universidad, rubia con su plata, pero regia igual. Todos se morían por ella. Cuando llegaba a clases, todos la miraban y admiraban. Por supuesto, mi amiga salía con el más popular de la universidad.
Ellos se casaron, tuvieron tres hijos y, como todos, buenos momentos y, también, varias dificultades. Pasaron los años y mi amiga se fue descuidando, dejó de ser rubia y de ser regia. Dejó de ser amable, cariñosa y atractiva. El también se abandonó y, según mi amiga, dejó de ser guapo y simpático; pero, en fin, siguieron juntos.
Mi amiga se quejaba todo el día de él. (...) Pero llegó el día en que a él alguien lo trató con afecto y admiración y, el antes guapo, abandonó a mi amiga de la noche a la mañana. La dejó por una rubia, también con su plata, pero con diez años menos y mucho mejor actitud.
Mi amiga, por supuesto, quedó devastada. Si bien ella no lo había valorado y hasta lo despreciaba, él era una parte muy importante de su mundo. No estaba en su mapa mental que su matrimonio acabaría alguna vez y que iba a quedarse sola, sin su marido. A mi amiga le tomó más de un año levantarse emocionalmente; un año, además, de dietas, gimnasio, tinte y alguna liposucción. (...)
Pero, como así es la vida, el ex marido que visitaba a los hijos, que organizaba cosas de la casa con ella, comenzó a verla de nuevo atractiva, confiada, agradable, simpática, y un día la invitó a salir.
Ella se hizo la difícil, al principio, como es de esperar, pero después de un tiempo de salir se volvieron a juntar, dizque por los hijos, pero ambos estaban encantados de volver a ser pareja y salvar su matrimonio.
Pasó un año y, luego del romance inicial, ella otra vez regresó a ser la de antes: gran error. Volvió a tratar mal al marido, a descuidar tanto su aspecto como la relación que tenía. Asumió, otra vez, su relación como algo seguro, cayó en la complacencia de mala manera y, como pueden imaginar, la relación y el matrimonio luego se acabaron nuevamente, y esta vez de manera definitiva.
Mi amiga no había entendido que el matrimonio seguro, para toda la vida, no existe sin esfuerzo, que hay que cuidarlo y alimentarlo amorosamente todos los días.
Esto mismo le pasa a la gente, muchas veces, con el trabajo. Cuando lo están buscando, se preparan, leen, se visten bien, están enterados, hacen méritos para su entrevista, se afanan con sus jefes, cuidan sus relaciones. (...)
Los logros y resultados obtenidos como fruto de nuestro trabajo son el factor diferenciador que demostrará nuestra calidad como empleados, mejor dicho, como proveedores de servicios. Así demostraremos que hacemos con efectividad aquello que se espera de nosotros (para lo que fuimos contratados) o más.
*Autora del libro Usted S. A., editorial Paidós (Fragmento).