Violencia extrema: El caso de Sheila, la niña asesinada de modo brutal y arrojada en una bolsa de basura, estuvo en tapa el sábado 20 y cubierto exhaustivamente en página doble por el periodista Leonardo Nieva, más una página con dos columnistas. Enrique de Rosa, psiquiatra forense y médico legista, señala que los hechos de violencia extrema como este femicidio no son un asunto de patologías individuales, que debemos levantar la mirada. Describe con precisión el contexto (anómalo si lo pensamos desde las reglas de la clase media profesional que juzga) regido por otras reglas, cuya meta no es un ideal de vida sino la mera supervivencia.
Les pedimos altruismo y empatía a comunidades que no han recibido nunca otra cosa que hambre y marginación.
Por el contrario, la columna de Vivien Bagnato, psicóloga que trabaja con familias judicializadas, pone el acento en calificar a esa familia como una donde se naturaliza la violencia, donde el abuso de alcohol y sustancias hace más vulnerables a los menores (¡esa palabra, “menores”!) y donde a la niña le faltaron protección y empatía.
La licenciada Bagnato se sorprende de que la tía de Sheila no se los haya brindado “"en su situación de ser madre y estar gestando en su vientre". La idealización de la maternidad y los mandatos sobre las mujeres en relación con esta deberán quedar para otra oportunidad.
Mucho se ha discutido acerca del detalle que se les da a estos casos escabrosos de por sí, que sin duda atrapan la atención del público pero tienen un resultado que excede la información. El caso Sheila estuvo sobreexpuesto en todos los medios, al punto de producir saturación en la sensibilidad, solo se ansiaban detalles nuevos.
Frente a la exposición de la violencia extrema se minimizan todas las múltiples formas de violencia que las mujeres sufrimos cotidianamente. Y además sirve de advertencia: esto nos puede pasar a todas. Así opera el femicidio, y deberíamos colaborar desde el periodismo para amortiguar esos dos efectos.
Hace ya diez años la red PAR (Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación no Sexista) elaboró un "decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra la mujer" que debería ser parte de toda formación y estar pegado en el escritorio de todo comunicador que toque temas de violencia en los medios.
Traigo aquí algunas de estas recomendaciones. La 4 nos dice: "Lo importante es proteger la identidad de la víctima, no la del agresor". ¿Alguien recuerda el nombre de los agresores de Sheila? La 6 nos advierte que no distraigamos la atención sobre la violencia con "motivos" como alcohol o drogas.
Y la última, indispensable, la 10: "Siempre incluiremos en la noticia un teléfono gratuito de ayuda a las víctimas y cualquier otra información que les pueda ser útil". Cada vez que se cubra violencia de género, en un recuadro indicar en buen tamaño el número 144, al que puede llamar la víctima o cualquier otra persona en todo el país. Es más que un gesto de bien público, es una obligación.
El lugar de "el tema de género": La columna del domingo 21 de Patricia Valli, en su sección "50 y 50" siempre atenta a la equidad de género en política y economía, posa otra mirada sobre el Coloquio de Idea, por segunda vez en su historia presidido por una mujer.
Son pocas las mujeres empresarias que participan del Coloquio (las "azafatas" presentes en la cena, en cambio, eran todas mujeres), pero se procuró que hubiera una en cada panel, que estuvieran representadas en la cartelería y que dos actividades fueran específicamente sobre género. El horario: inmediatamente posterior al almuerzo. Eso dio posibilidad a tanto empresario exitoso renuente a la inclusión de mujeres a prolongar la sobremesa con sus frates.