Con el tres empieza la magia. Y, sí, siempre son tres las pruebas por las que tiene que pasar el héroe, tres las virtudes, tres las princesas, tres los deseos que se piden al genio de las lámpara, tres los hermanos, tres las batallas, tres los fantasmas, tres (días u horas o lo que sea) el intervalo de los milagros: non est hic; ressurrexsit. Y tres los días que pasan hasta que hay que empezar de nuevo. ¡Cómo! Hoy es sábado. No, loca, no es sábado, es martes, ya pasaron tres días tres, y hay que empezar a pensar sobre qué vas a escribir. Bueno, no es para tanto, gran cosa, a una se le ocurren dieciocho temas por minuto. Nada de escritura, no, nada de escritura. En fin, no importa, aparte de la escritura otras cosas hay en el mundo. No, ni lo piense: aquí no voy a poner el “a ver”, que se ha convertido en un desagradable lugar común de la calaña de “obviamente”, de “digamos” y de “de alguna manera”, horror. Pero sí voy a intentar una listita humilde y cortita, de los temas que a una se le ocurren. Una especie de, o a la manera de “un soneto me manda hacer Violante”, ¿no? Claro que en este caso los que me mandan son PERFIL y el sábado y minga de sonetos que jamás pude arrimarme a ese género. ¿Tres? Claro, podría ser, tendría que ser. Ahí van: el verano que está ahí nomás, ad portas. La fabricación y recuperación de muebles que parecen antiguos y no lo son. Los excesos. Este último me apetece (a mi marido le encantan los noticieros españoles y yo no tengo más remedio que por lo menos oírlos) especialmente, porque hay que ponerse a pensar en los excesos de qué, de cómo y de dónde. Casi como en la escritura, vea. Y me parece que con esto “van los tres delante”. No, no, disculpe, quise decir que con esto empieza el martes y que a partir del sábado empieza la magia. Que fue en donde comenzamos cuando hacíamos recuento de días, versos y caracteres con espacios. Gracias
