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Asuntos internos

Un editor con olfato

16-4-2023-Logo Perfil
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Ganar el Premio Nobel deLiteratura es sin duda una alegría para el elegido, pero también para quien publica al elegido. Hace unos años, cuandolo recibió la estadounidense Louise Glück, la alegría al editor español Manuel Borrás, del sello Pre-Textos, le duró poco: ipso facto la galardonada decidió cambiar de sello, aludiendo al “incumplimiento de acuerdos anteriores”, y no renovar los contratos con el editor español, pasando al sello Visor, español también.

No siempre ocurre algo así, y esa es la razón por la que tantos lectores se solidarizaron con Borrás, pero el dinero manda y la conceción de derechos se concretó. En suma: la alegría para Borrás duró poco, apenas unas horas. No ocurrió lo mismo con el editor británico Jacques Testard, que posee un particular olfato para elegir autores que más tarde serán premiados en Suecia. 

Testard no es británico, es francés, tiene 39 años y habla, además del inglés y el francés, el español. En 2014 fundó el sello Fitzcarraldo, y desde entonces lleva festejando cuatro veces: en 2015, cuando le concedieron el premio a Svetlana Alexievich; en 2018, cuando lo recibió la polaca Olga Tokarczuk y el año pasado, cuando la galardonada fue la francesa Annie Ernaux. Y este año también, porque Testard es el editor en inglés de las obras del noruego Jon Fosse (hay otra galardonada en el catálogo de Fitzcarraldo, Elfriede Jelinek, pero cuando ella recibió el Nobel Fitzcarraldo no existía). Tener en nueve años a cuatro Premios Nobel en un catálogo es algo de lo que pueden vanagloriarse muy pocos. Ninguna en realidad. Es por eso que el sello Fitzcarraldo se ganó el mote de “la editorial de los Nobel”.

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El año pasado, luego de que ganara el premio Annie Ernaux, el New York Times entrevistó a Testard. El editor consideró un poco estúpido que se refirieran a su sello con esas palabras: Testard no tiene una estrategia particular para apostar a los ganadores; según él se trata solamente de que sus gustos literarios coinciden “con los de un grupo de burgueses suecos de mediana edad”.

Testard tiene gustos “europeo-continentales”, en el sentido que no le interesa tanto la literatura anglosajona. Como todo editor independiente ama los riesgos, lo que lo lleva a comprar los derechos de libros por los que usualmente los grandes sellos no se interesan. 

Sus métodos son los mismos que los de la mayoría de los editores independientes del mundo, que reciben sugerencias de agentes literarios, editores de otros países, escritores y traductores, es decir todos los que se consideran en general buenos lectores –no recibe sugerencias de lectores. En 2014 compró en Frankfurt los derechos de Tiempo de segunda mano, de Svetlana Alexievich, un libro de más de 700 páginas que recoge los relatos de una docena de personas que vivieron el fin de la Unión Soviética, porque ningún editor británico había hecho una oferta y el libro se había vendido bien en Francia.

El primer año de existencia, Fitzcarraldo no tenía empleados. Después de que le concedieran el Nobel a Alexievich, Testard pudo contratar una y luego dos personas, para que lo ayudaran a coordinarla venta del libro también en los Estados Unidos. Finalmente vendió los derechos de su traducción a Random House: un buen negocio, en suma. Lo que lo llevó a pensar que correr riesgos podía funcionar.

Los derechos de Tokarczuk habían sido rechazados por quince editores estadounidenses. En 2018 Los vagabundos, la primera novela de Tokarczuk publicada por Fitzcarraldo, ganó el International Booker Prize. Y vendió mucho. Luego de eso publicó también Los errantes y Sobre los huesos de los muertos, de los que vendió más de cien mil ejemplares. Hoy Fitzcarraldo tiene seis empleados.

Por si alguien se lo pregunta, en su catálogo no hay ningún argentino.