Vivimos la revolución más grande de la historia de la humanidad, la única que nos ha transformado internamente. Nos estamos convirtiendo en una nueva especie que integra biología y tecnología, al mismo tiempo que estamos generando la primera especie viva mecánica con la que vamos a convivir las próximas décadas.
Todos los días la nueva realidad avanza, se instala en nuestra cabeza, la de nuestros hijos, familiares, compañeros de trabajo. La inteligencia artificial maneja nuestra casa, el coche, la oficina. La internet de las cosas organiza la realidad. La revolución tecnológica se instala en nuestro bolsillo, habita en un celular que es nuestro psicólogo y nuestro nexo con la realidad.
Hay computadoras que pueden almacenar más información que cualquiera de nosotros y pueden procesarla con mayor velocidad y exactitud que los seres humanos. La inteligencia artificial puede redactar discursos, planes de gobierno, y elaborar estrategias de campaña. Cada vez es más eficiente porque la alimentamos todos los días con nuestras consultas, ideas y actividades, en un proceso que la enriquece y nos lleva a un final impredecible.
La agenda de la mayoría de los políticos es discutir problemas del pasado
El empleo se transforma. La mayoría de las ocupaciones de la gente desaparecerán en poco tiempo. Será un problema grave para el próximo gobierno. Las máquinas son más eficientes que nosotros para desempeñar tareas repetitivas, que constituyen el 80% de lo que da trabajo a la población.
Tanto los académicos que analizan estos temas, como la gente común que los experimenta en su vida cotidiana perciben la importancia de estos cambios, pero algunos miembros de las elites, especialmente políticas, se han quedado en el siglo pasado y no entienden lo que pasa. La gente común vive los cambios que alteran o facilitan su vida, informada por la globalización, siente preocupación por los problemas más graves que afronta la humanidad como la defensa de la vida, la ecología y el agua. Las grandes empresas se transforman con los nuevos valores, los toman en cuenta para su funcionamiento interno y para su imagen externa.
En la política es en donde los dirigentes están más estancados. Algunos candidatos toman cursos de oratoria, alquilan locales para que los activistas de la campaña puedan fumar, jugar naipes, repartir folletos. No se dan cuenta de que los nuevos electores no fuman, ni asisten a seminarios, ni quieren vivir una militancia masoquista. Quienes participan en las campañas buscan placer, experiencias que les interesen, quieren vivir su compromiso con alegría. Las campañas no deben ser aburridas.
La agenda de la mayoría de los políticos de nuestros países se centra en la discusión de los problemas del pasado, no dan espacio para los temas que interesan a los electores ni en su micromundo ni en su visión de la vida como algo global.
En la sociedad robotizada los seres humanos ocupamos un lugar más reducido, intenso y desafiante que tiene que ver con la posibilidad de inventar, de crear alternativas para afrontar el caos y lo imprevisible. También en la capacidad de discernir entre lo más cercano a la realidad y las mentiras que inundan una red en la que se esfumaron los límites de la verdad.
La vida cotidiana invadió el espacio público, la realidad se hizo líquida
Este jueves 6 de julio, en la universidad Tres de Febrero, participaremos de la presentación del libro de Antoni Gutiérrez-Rubí Gestionar las emociones políticas, texto importante para emprender la política a la luz de las investigaciones de la ciencia contemporánea. El texto trata de algo que nos es propio como seres humanos: las emociones políticas. Los robots son más eficientes procesando datos, pero nosotros somos distintos porque podemos soñar, emocionarnos, sentir alegría.
Si se trata solo de discutir planes, un candidato puede perder las elecciones frente a robot. Como dice Malcolm Gladwell en su texto “La revolución no puede ser tuiteada”, somos algo más que un mensaje electrónico. Nuestro horizonte es la utopía, una línea imaginaria que se aleja cada vez que nos aproximamos a ella.
Para comunicarnos, empleamos elementos más ricos y diversos que los que usan las máquinas: nos comunicamos con contextos, silencios, sobreentendidos, y muchos elementos que están más allá de las palabras y de los textos. Los humanos no somos hojas de excel, sino seres vivos, y como dice Antoni Gutiérrez-Rubí en este texto, necesitamos poner nuestras emociones al servicio de la utopía.
Bauman afirma que la vida cotidiana invadió el espacio de lo público, la realidad se hizo líquida. Las posturas políticas que parecían permanentes cambian todo el tiempo de forma, y son las formas y no los contenidos las que mueven a los ciudadanos. Pero a pesar de la infinita levedad de la realidad, necesitamos desarrollar un pensamiento riguroso que nos permita comprenderla. El libro está en esa línea: integra la profundidad con la frescura.
Frente al desaliento que provoca la política tradicional, Gutiérrez- Rubí propone emocionarse con el cambio social, con nuevas ideas, con retos frescos, generar ilusión. Solo emocionándonos lograremos emocionar a otros movilizándolos para que participen en la lucha por causas.
Se han escrito muchos textos dentro de las dos grandes corrientes de análisis de la política, la norteamericana y la europea, que, partiendo de distintas bases epistemológicas, coinciden, en líneas generales, en su diagnóstico acerca de la crisis de la democracia representativa. Todas las vertientes de la academia están de acuerdo en las causas de lo que ocurre, pero todavía no son entendidas por políticos que escriben discursos en máquinas de escribir.
La vertiente pragmática norteamericana, basada en la psicología conductista y en los estudios empíricos, constata el descalabro de los partidos tradicionales, la liviandad de las preferencias políticas de electores que transitan de cualquier posición a cualquier otra. Además de experimentar la crisis de las ideologías, están enojados con los políticos, desconfían de los partidos, los gobiernos, los parlamentos, la función judicial, los medios de comunicación. El fenómeno se ha generalizado en América Latina, como lo hemos comprobado en países que hemos estudiado en los últimos años, como Argentina, México, Ecuador, Brasil, Peru, Chile y Colombia. Los resultados de estos trabajos constan en nuestro libro La nueva sociedad: Poder femenino, electores impredecibles y revolución tecnológica. De la transformación al caos”.
La actitud negativa de la gente frente al establishment ha abierto las puertas a outsiders religiosos, empresarios, cómicos, deportistas o simplemente personajes estrafalarios que a veces ocupan los primeros lugares de las encuestas. Estos nuevos caudillos consiguen un voto negativo: no tienen éxito porque la gente apoya sus tesis, sino porque expresan en rechazo a los políticos del establishment.
En Here Comes Everybody, la necesidad de organizar sin organizaciones, Clay Shirky plantea la importancia de privilegiar el análisis de lo micro, que reclama, desde la cotidianidad, un espacio de poder para el individuo y sus emociones. Las nuevas estrategias de comunicación política y empresarial planteadas por este autor reivindican la importancia de las emociones y del juego para la participación política.
Malcolm Gladwell ha mantenido con él una interesante polémica, cuestionando un paradigma en el que, según él, los psicólogos han desplazado a los ideólogos. Su texto “La revolución no puede ser tuiteada” critica la política que privilegia el uso de las redes, porque cree que conduce a enfrentamientos banales. Esto no significa que defienda la vieja perspectiva de análisis. En textos como “Blink, cómo pensar sin pensar” explora alternativas para analizar la realidad, superando la metodología tradicional.
La vertiente empirista produce una gran cantidad de materiales que se publican en revistas como The New Yorker, papers de las principales universidades norteamericanas y bastantes libros innovadores. Mencionemos solamente dos que se vinculan con la temática que trata nuestro texto.
El uno es el de Jeremy Heimans y Henry Timms, “New Power. How anyone can persuade, mobilize, and succeed in our chaotic, connected age”, que analiza las relaciones de los seres humanos entre sí, con las instituciones, las empresas, usando un concepto que ha surgido de la cultura de la red, el de nuevo poder.
Se puede comprender mejor a los nuevos electores a partir del estudio de las comunidades virtuales que se crean en torno a empresas como Airbnb, Uber, Amazon o Mercado Libre y de las nuevas relaciones de solidaridad y colaboración que se desarrollan por influencia de la red.
El otro es de Alex Pentland, director del Laboratorio de Dinámica Humana de Grupo, del Massachusetts Institute of Technology, que pretende fundar con su libro Social Physics: How Social Networks Can Make Us Smarter una nueva rama de las ciencias sociales, la Física Social. La nueva disciplina integra las investigaciones tradicionales con la información que existe en la Red, gracias a las huellas que dejamos en el ciberespacio todos los días. Esta perspectiva cobra una nueva dimensión con los últimos desarrollos de la inteligencia artificial.
La cultura y las ciencias sociales occidentales parten de una concepción individualista y racionalista del ser humano, pero los estudios basados en la big data coinciden en que los hábitos colectivos son más importantes para explicar nuestras actitudes y estimular nuestra creatividad. Una lista de ideas repartida a muchos individuos no moviliza a nadie. La comunicación política debe dirigirse a seres humanos que pertenecen a comunidades, y dependen de su aprobación, seres sociales que tienen sentimientos y transmiten sensaciones.
El libro, en cuya presentación colaboraremos este jueves, abre perspectivas para comprender mejor la política, que superan el análisis anticuado que prevalece en todo el continente. Desde hace rato venimos trabajando en esa misma perspectiva con varios libros que hemos publicado en la Ciudad de Buenos Aires con la intención de ayudar a que suba el nivel de la discusión política.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.