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perplejidades

Un mundo deseable

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La vida es complicada, creo que ya se lo dije y posiblemente más de una vez, estimado señor. Sí, es complicada y eso es una suerte. Imagínese si fuera lisita, simple, transparente, toda igual a sí misma uno y otro día, una y otra hora, una y otra noche. Ay. Supongo que nos convertiríamos en algo así como zombies sonrientes desplazándonos por las calles arboladas y limpitas como si flotáramos en el aire perfumado de la ciudad. ¿Le gusta? A mí no. A primera vista parece tentador. A primera vista y si pensamos en la polución ambiental, el calentamiento global, la mala onda de la gente con la cual uno se cruza en las calles arboladas y llenas de basura junto a los cordones de las veredas o de auto a auto frente al semáforo mirándose con desconfianza no sea que el que está al lado saque el bufoso y diga qué mirás idiota y apriete el gatillo o dos tipos en moto se abalancen rompan la ventanilla y se roben todo menos la ropa interior de quien maneja. Y no le digo nada si pensamos en la polución política con todos hablando mal de todos, más los altavoces de los camiones que pasan vociferando los nombres de los posibles candidatos, el anuncio a toda voz de las promesas que nunca se van a cumplir, la más horrible de las músicas atronando hasta la ionosfera y así de seguido. Sí, parece atractiva, ¿no? Una vida sin complicaciones ni problemas ni dificultades ni televisión machacona,  perversa y estúpida. Qué bueno. El sol, la brisa, Serrat cantando en el monumento a la bandera y todos nosotros oyendo y pensando en la felicidad y no en los impuestos abusivos ni en los ladrones ni en las altas funcionarias que insultan a los desposeídos. Ajá. Usted quiere vivir en Suecia, querida señora. Pero le recuerdo que en Suecia hace un frío espantoso y anochece a las tres de la tarde y también que por algo ese precioso país nos dio nada menos que a August Strindberg, Henning Mankell, Asa Larsson, Par Lagerkvist y otros atormentados como ellos, para regocijo, introspección y enriquecimiento del ánimo de lectores de todo el mundo.

Es que ¿sabe, estimado señor?, el conflicto, la noche oscura del alma, la angustia, el desconcierto, todo eso mezclado con los momentos de felicidad y satisfacción, hacen de nosotros, no zombies felices que flotan en calles impolutas sino seres pensantes y complicados capaces de hacerse preguntas sin respuesta, y sobre todo capaces de haber dado a este mundo muestras de grandeza, el Partenón, el Quijote, La Balsa de la Medusa, la Divina Comedia, la Pietá, el atormentado príncipe de Dinamarca, la Gran Esfinge, las nueve sinfonías del señor Beethoven y Stonenhenge, y la Ilíada. Pero ¿y la felicidad?, dirá usted, querida señora, ¿no son deseables la felicidad, la sencillez, la inocencia? Claro que sí, sobre el telón de fondo de la perplejidad de estos seres contradictorios que salieron de la barbarie, se convirtieron en dueños del mundo y siguen inventando, cantando, orando y preguntándose por sí mismos y por el significado de esta mota de polvo que gira en el universo negro.