COLUMNISTAS
EL SUPERCLASICO

Un partido de la gran puta

El umbral de nuestra exigencia descendió dramáticamente y no sólo por este modesto River-Boca repleto de nobles veteranos, novatos con la pólvora mojada, ídolos desangelados, pésimos promedios e internas despiadadas.

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—No me gustan sus modales, señor Marlowe...
—Me tiene sin cuidado que no le gusten; ni siquiera me gustan a mí: me hacen llorar en las noches de invierno y me importa tanto que le molesten como que tome la sopa con tenedor.

Lauren Bacall y Bogart en “The Big Sleep” (1946); guión de W. Faulkner, libro de R. Chandler.

El umbral de nuestra exigencia descendió dramáticamente y no sólo por este modesto River-Boca repleto de nobles veteranos, novatos con la pólvora mojada, ídolos desangelados, pésimos promedios e internas despiadadas. Ojalá salga un lindo partido, pero antes de escribir sobre él querría detenerme en otro clásico nacional.
¿Han notado cómo en Argentina confundimos cada vez más “genialidad” con rapidez mental, oportunismo, capacidad para crear slogans a lo Arjona o cierta audacia naif? Curioso fenómeno que bien podría denominarse Pensamiento Nesquik: se tira, se revuelve un poquito y ya, ¡listo! Así de fácil se consagraron como clásicos algunos pensamientos de entrecasa, deslizados por celebridades como Moria Casán, Calamaro, Bambino Veira, Jorge Asís, Luis Juez, Cobos, el pobre Fernando Peña y Maradona, ícono nacional de la oralidad profunda.
Suena fácil como método para asegurarse fama y notoriedad, pero por desgracia nadie se mantiene en el Olimpo de los medios sólo con un par de amables ocurrencias. Hay que subir la apuesta y para eso la argentinidad recurre a una de sus especialidades: la aniquilación del límite. ¿Entonces? Se vomita alguna animalada al aire y chau, cualquier bestia se siente Artaud... o Jacobo Winograd.

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Lo bueno de un país democrático como el nuestro, es que esta pasión por la vulgaridad se da en todos lados: arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda. Así, nuevos paradigmas enriquecen día a día la agenda de los diarios. Por ejemplo, la analidad. Instalada por un furioso Reutemann que les había sugerido a sus rivales un destino poco digno para su eventual candidatura, fue retomada esta semana por Francisco de Narváez, sin duda excitado por las masas que lo vivaban en un acto en Guernica. Allí recordó cómo en los caminos de la patria todavía la gente le agradece por haberle “roto el culo a los pingüinos”, sutil figura que alude a su victoria electoral. “No debí haberlo dicho públicamente”, se disculpó después. Ahá. Se ve que estamos frente a un hombre de enorme prudencia. Mejor así.
La succión maradoniana nos abrió la cabecita, parece. ¡A chuparla!, es la nueva consigna que contagió hasta al candidato oriental Pepe Mujica,quien impuso un estilo vintage: “¡Mastiquenlá!”, gritó. Quizá desinhibido por este novedoso discurso tan open mind, el piadoso Esteban Caselli, ex embajador de Menem en el Vaticano, lanzado a la presidencia de la Nación en 2011 y padre de Antonio, en plena competencia por presidir River, llamó “borracho”, “degenerado”, “corrupto” y “putañero” a Carlos Avila, ex dueño del fútbol y flamante aliado de Rodolfo D’Onofrio en la política interna del club. Fue en C5N y Avila, apenado por la ruptura de una amistad que intuía sólida, le contestó tratándolo de “valijero de poderosos”, “enriquecido por el dinero del juego” y otras deshonestidades. Encantador.

¿Quién ganará esas elecciones de diciembre? ¿Guatemala o Guatepeor? Quien lo haga deberá reflotar a una institución en decadencia, ahogada por las deudas, los malos resultados, los barras a sueldo, las madrugadas de Esperanto y un plantel desvalorizado que perdió el rumbo.
Este River que recibe a un Boca que ya respira mejor que Sandro gracias a una tríada de victorias a puro realismo mágico: goles imposibles de Palermo, sonrisas amables de Riquelme, salvadas de Abbondanzieri, súbita explosión goleadora del chico Gaitán. Increíble. Aún de visitante parece tan fácil para Boca que me permito sospechar. Mmm... ¿Qué tal un imposible? ¿Gol de cabeza de Buonanotte? ¿Definición letal de Fabbiani? ¿Zapatazo del faseador Almeyda? ¿Orteguita con toquecito sutil? Al fin, esto es fútbol, y cualquier cosa puede pasar; salvo que Diego y Bilardo dejen de tomarnos por idiotas.
Lástima que en los tiempos de Borges no estaban tan de moda las remeras estampadas con frases divertidas. Porque ese viejo genial sabía jugar con la ironía y el humor sin caer en los crueles abismos de la grosería y la estupidez. Un día, frente a la ventanilla del banco, pidió el saldo de su cuenta corriente y la cajera le pidió un minuto para corroborar la cifra. “No quisiera decirle una cosa por otra”, se justificó. “No quiere decirme una cosa por otra... –se lamentó Borges–, caramba: ¡esta niña acaba de asesinar a la metáfora!”.

Quizá sea la clave de este pasmoso tsunami de brutalidad. Minga de open mind. La verdad es que se tomaron su tiempo, amado Georgie, pero finalmente los asesinos de la metáfora han ganado su batalla.
La puta que los parió.