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Incertidumbre

Un paso atrás

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Hoy. Se vacuna a los consumidores, variante neoliberal del ciudadano. | cedoc

En un principio, se supone, fueron los políticos. Cuando el modelo keynesiano tocó a su fin en la crisis del petróleo de los setenta y comenzaron las deslocalizaciones (empezaron antes de los años ochenta: David Harvey sitúa en 1973 el inicio acelerado de un nuevo modelo de acumulación) y en 1989 cayó el Muro de Berlín, los políticos se retiraron a cuarteles de invierno y la gobernanza global recayó en manos de la economía global. Habrá, tantos años después un momento de duda y este vendrá con la mayor pandemia que en un siglo, después de la gripe española de 1918, se conoció en el mundo. Dan un paso al frente los científicos, con un criterio inédito de trabajo hasta entonces para los legos: prueba y error a través del tiempo. Durante los primeros meses de la covid los políticos, al menos en los países de la Unión Europea y aquellos que, como Canadá, Corea del Sur o Japón se manejan dentro de los márgenes de la democracia liberal, cedieron espacio a la ciencia en sus gabinetes de crisis e incluso, audaces, incorporaron a profesionales de las ciencias sociales y la tecnología. Para entendernos, los primeros ministros sumaron a su equipo a estos especialistas y es entonces cuando se proyectó más que una nueva normalidad, un aparente nuevo modo de gestionar lo público.

El desconcierto, la incertidumbre y el riesgo permanente hicieron que el sector privado copiara en primera instancia el modelo de gestión de mesa grande: evaluación, análisis y toma cauta de decisiones. Poco a poco, todo ha ido ubicándose en las antiguas guías. Los gobiernos dejan escapar de sus manos la gestión de la pandemia o, dicho de otro modo, no han sabido hacerlo: al contrario de los científicos, error y error. Las empresas han vuelto al formato clásico, el diario trabajo con analistas de mercado y contingencias. Las farmacéuticas han entrado en la era de las vacunas.

Cuando ni siquiera podemos pensar en el final de la pandemia o en el umbral del periodo postcovid, es risible escuchar hablar de un postcapitalismo. Yanis Varoufakis en su último libro propone no ya el fin del capitalismo sino al modelo de los dos mercados que identifica como únicos: el laboral y el financiero. Es atendible desde la teoría, del mismo modo que fue y es sugerente el socialismo cooperativo de Mario Bunge. Pero estamos en otra dinámica con una variable perversa: la salud y el mero dato estadístico de las muertes, sin más. ¿Cómo hablar de postcapitalismo cuando es impensable vislumbrar aún el mundo postcovid?

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En la Segunda Guerra Mundial el suministro de la penicilina fue universal y transversal, a fondo perdido de los Estados. Esto tiene una explicación poco moral: la fuerza de trabajo en una guerra son los soldados. Hoy se vacuna a los consumidores, variante neoliberal del ciudadano, y esto se registra en aquellos sitios donde el consumo o la fuerza económica de los países se lo pueden permitir. Alcanza con mirar el mapa. Estados Unidos ha suministrado dosis a 50,93 habitantes por cada 100; Sudán a 0,15. Israel, 117,31; Palestina, 2,01. Con estas asimetrías avanza la muestra. India y Sudáfrica pidieron liberar las patentes de las vacunas el 2 de octubre, con el apoyo de 58 países y todavía no ha habido respuesta por parte de la Organización Mundial de Comercio. Hoy hay 100 gobiernos que apoyan la liberación sobre 164 naciones integrantes de la OMC. Pero, en contra, los países ricos y cuyas empresas desarrollan estas vacunas: Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Brasil, Australia, Noruega, Suiza y la Unión Europea.

Esta es la perspectiva económica; la política –que como vemos poco se ocupa de la situación descrita– estaba, a través de sus gestores, el miércoles pasado a la espera de un informe de la Agencia Europea del Medicamento sobre las consecuencias de AstraZeneca en la generación de coágulos sanguíneos. Cambiaron, caóticamente, más de una vez el protocolo de vacunación sumando a la incertidumbre, el miedo. La agencia europea, una vez más, ha dado luz verde: la posibilidad de una trombosis por cada 100 mil vacunados es de 0,001%.

Como se ve, más que un paso adelante hacia el poscapitalismo o a la poscovid, damos, con férrea voluntad, otro paso atrás.

*Escritor y periodista.

Producción: Silvina Márquez.