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Un recorte documental

El miércoles pasado arrancó la décima edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici): doce días para romper con el tedio que cubre durante el año a las salas comerciales. El dilema con el Bafici no es ni cuándo (del 8 al 20 de abril), ni dónde (el Abasto como centro que irradia las proyecciones por la Capital), ni cómo (las entradas se venden a 6 pesos en casi todas las salas). El problema es qué ver de entre 400 títulos. Hay quienes recomiendan entregarse a los designios del azar. O pedir ayuda a críticos amigos. O armar la grilla personal eligiendo según directores, secciones y hasta por la comodidad de las salas.

Tomas150
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El miércoles pasado arrancó la décima edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici): doce días para romper con el tedio que cubre durante el año a las salas comerciales. El dilema con el Bafici no es ni cuándo (del 8 al 20 de abril), ni dónde (el Abasto como centro que irradia las proyecciones por la Capital), ni cómo (las entradas se venden a 6 pesos en casi todas las salas). El problema es qué ver de entre 400 títulos. Hay quienes recomiendan entregarse a los designios del azar. O pedir ayuda a críticos amigos. O armar la grilla personal eligiendo según directores, secciones y hasta por la comodidad de las salas.
El del género es otro de los recortes posibles. En la primera semana del festival se exhibieron al menos cuatro documentales para destacar. Construcción de una ciudad, de Néstor Frenkel, cuenta con humor el renacimiento de la ciudad de Federación, Entre Ríos, luego de que fuera arrasada por el desborde del Río Uruguay. Joy division es la historia de este grupo punk de Manchester que editó dos discos y entró en la historia luego del suicidio temprano de su cantante, Ian Curtis. Bellamente narrada, presenta una escena perturbadora: una sesión de audio grabada en que Curtis se somete a una hipnosis y cuenta que se ve a sí mismo en una vida pasada, con 28 años, leyendo una y otra vez un libro de derecho. Too tough to Die: A Tribute to Johnny Ramone, de Mandy Stein, es un glosado del recital organizado para festejar los 30 años de vida de The Ramones (Eddie Vedder, Henry Rollins y los Red Hot Chili Peppers versionando sus temas más conocidos). Si la película cobra alguna relevancia especial es porque dos días después de ese show Johnny Ramone, guitarrista de la banda e inventor del sonido punk neoyorquino, murió de cáncer. El documental vale por una anécdota: si la maquinaria de los Ramones duró alrededor de dos décadas fue en buena medida por Johnny, un trabajador abnegado, un republicano confeso, un obsesivo del marketing personal y las finanzas (y un tipo soberbio y algo despreciable). Johnny siempre supo qué era lo necesario para triunfar: su mujer Linda cuenta en el filme que una tarde salía con él del supermercado cuando vio venir a un fan. Entonces, su marido le pidió que por favor cargara con las bolsas: “un fanático de Ramones no puede verme haciendo las compras”. Sorprendida, Linda le contestó que de ninguna manera. Entonces Johnny tiró las bolsas en medio de la calle y siguió caminando. “Hay que permanecer siempre cool”, le explicó luego a su mujer. Así y todo, Too tough to Die está lejos de la mejor película sobre la banda, End of the Century, que retrata los conflictos internos del grupo desde los tiempos del CBGB’S hasta entrado el siglo XXI.
Fuera del género punk (o no tanto), se proyectó My Enemy’s Enemy: un retrato de Klaus Barbie (foto), criminal nazi apodado “El carnicero de Lyon”, que luego de la Segunda Guerra vivió treinta años en Bolivia proveyendo de métodos de tortura y personal idóneo para esas tareas a las dictaduras latinoamericanas. El documental cumple en contar la historia detrás de la historia: la de la hipocresía de las democracias occidentales que utilizaron la mano de obra desocupada nazi para combatir al comunismo durante la Guerra Fría. Barbie es un personaje siniestro y demasiado humano; no es un monstruo, ni un psicópata. En cierto momento, la película aporta una clave para pensar la posibilidad de existencia de tipos así: pese a su ciega determinación asesina, pese a mandar a matar a miles de personas en su nombre, Barbie nunca comprendió del todo los ideales del nacionalsocialismo, ni el contexto que lo llevó al poder y luego a la derrota. La historia, parece, no era lo suyo. En algo tenían razón los devotos del iluminismo: la ignorancia y el embrutecimiento, combinados, logran crear personajes así, como salidos de una feria del  terror.