COLUMNISTAS

Una canción de despedida

Cuál es la peor canción del la historia del rock? Todas. La trivialidad y los lugares comunes son parte de la identidad de las letras de rock, y no hay por qué esperar allí más de lo que pueden dar.

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Cuál es la peor canción del la historia del rock? Todas. La trivialidad y los lugares comunes son parte de la identidad de las letras de rock, y no hay por qué esperar allí más de lo que pueden dar. Siempre me parecieron penosos los letristas con ambición de poetas, o las notas en los suplementos de rock con títulos como “Poesía en el rock”, seguidas de la transcripción de letras de autores como Bob Dylan o David Bowie. Otro género insuperable es poner a un rockero a tener que explicar el contenido de sus canciones. El fin de semana pasado, un diario lo hizo con Calamaro, y poco antes otro con Fito Páez (se supone que son notas promocionales, pero uno llega a la conclusión de que, más que ayudarlos, terminan hundiéndolos). No obstante, el rock roza el corazón de nuestra época y escaparse de ella es imposible (además, no tendría el menor sentido). De hecho, yo mismo debo tener unos 500 o 600 CD de rock. No sé cómo llegué a esa cifra (tampoco puedo evaluarla, no sé si son muchos o pocos); debe haber sido sin darme cuenta, de distraído, en la inercia del uno a uno, o quizás antes, cuando todavía era joven y comprar discos tenía para mí el mismo sentido que cuando de chico caminaba hasta el quiosco para volver con una bolsa llena de bocaditos Holanda (es curioso: hace poco cumplí 40, y me regalaron siete u ocho discos de rock. ¿Me seguirán viendo como un niño? Y lo peor es que hubo varios que me gustaron, especialmente uno pirata de Nick Cave cantando en polaco. En el fondo, una de las cosas más amables de la vida cotidiana es mover el piecito acompañando un tema de P.J. Harvey o la versión que Cat Power hace de Sea of Love ).
Pero volvamos a la pregunta del comienzo. ¿Cuál es la peor? Podrían ser tantas, pero diría One, de U2. La letra es patética: “You say/ One love/ One life/ When it’s one need” (me da escozor de sólo transcribirla). ¡Y esa melodía en ascenso, con aires de himno! En fin… Muchos critican a Bono por su apoyo, supuestamente fashion y demagógico, a las causas del Tercer Mundo. Pero para mí ésa es su máxima contribución a la historia de la humanidad. Eso es lo que mejor hace, y creo que se lo critica sólo por envidia.
Sin embargo (¡siempre hay un sin embargo!), el otro día, en una librería en la que me encontraba por razones laborales, escuché la versión que de One hace Johnny Cash. Es extraordinaria. Es una interpretación oscura, lenta, hablada, casi como una canción de despedida. Y en parte, algo de eso es. Después de una vida intensa, dedicada a las anfetaminas y los barbitúricos, a cantar en las cárceles y a tener apariciones inolvidables –como cuando Cash prestó su voz en un capítulo de Los Simpson en el que hace de un coyote que guía a Homero por un viaje metafísico– en 2003 murió. Morir no tiene nada de especial, a todos nos va a pasar (como decía Sylvia Plath: “Morir/ es un arte, como todo./ Yo lo hago excepcionalmente bien”). El asunto reside en los años anteriores a su muerte. Cash enfermó. Primero le diagnosticaron Alzheimer, luego dijeron que tenía una muy extraña enfermedad neurodegenerativa llamada síndrome de Shy-Drager (entre otras cosas, el síndrome de Shy-Drager puede causar hipotensión postural, un descenso en la presión sanguínea después de cambiar de posición o postura); finalmente, le indicaron que tenía una enfermedad neurológica derivada de su diabetes. Luego murió de un ataque al corazón. En esos años de incertidumbre y pérdida de control, Cash grabó discos como American III. Solitary Man (donde se encuentra la versión en cuestión) y su voz se volvió otra: temblorosa, vacilante, casi hueca. Si fuera una novela, la crítica diría que el narrador avanza a tientas. En esos años de enfermedad, el cantante de country Johnny Cash vació de su falsa vitalidad al rock de U2, para darle otro sentido al tema, reponerle una profundidad desconocida, al menos por un rato: hasta que en esa librería pasaron otra canción y la conversación cambió de tema, como cambia el rock año a año. Cambiar sin cambiar nada.