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Defensor de los Lectores

Una frase insistente quiere dar la ilusión de un futuro mejor

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POSVERDAD O POSMENTIRA. Sin ponerla en contexto ni profundizar en contenidos, son palabras, sólo palabras. | cedoc

“Lo peor ya pasó” es la frase que la mayoría de los comunicadores que hablan de política en los medios electrónicos (sea televisión abierta, cable, streaming, redes) eligieron para titular sus reseñas, comentarios, análisis o meras referencias para sintetizar el mensaje difundido por el presidente Javier Milei en cadena nacional para anunciar la presentación ante el Congreso del proyecto de Presupuesto para 2026. Algunos, con cierto pudor, señalaron que no era la primera vez que un funcionario –Milei incluido– utilizaba esa fórmula para cubrir con un manto de esperanza la dramática situación por la que pasa la Argentina a poco menos de un mes de las elecciones de medio término.

Para periodistas –o estos personajes que están lejos de serlo– comprometidos con lo que el Gobierno dice o hace, fue esa elección un recurso con el que evitar profundizar en los contenidos de los anuncios. Nada nuevo: forma parte de lo que está analizado por especialistas en discurso político y en formas de comunicación insertas en la llamada posverdad: no importa qué se diga porque lo que sí vale en tiempos electorales es apelar a la emotividad y no a la observación crítica de las audiencias.

Siete años atrás, este ombudsman escribía: “Estos son tiempos en los que la verdad se relativiza y queda subordinada, en buena medida, a los variables humores de quienes la aborden. En este sentido, lo que está sucediendo con la opinión pública (en particular por el acceso irrestricto a crecientes formas de comunicación no tradicionales, como las redes sociales) se está acercando más a una realidad construida que a la realidad misma. Una vieja frase dice que “la realidad es la que es, no la que quisiéramos que sea”, como una manera de poner fronteras a la falta de ecuanimidad en medios y periodistas. Hoy, tal parece que los términos se invierten y crecientes sectores de las sociedades compran la idea de que la realidad es lo que queremos que sea, idea ésta fogoneada por verdaderos arquitectos de los mecanismos de comunicación”.

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Citaba entonces un artículo publicado en El País de Madrid por el doctor en Periodismo Alex Grijelmo –autor de libros sobre comunicación imprescindibles, como Palabras de doble filo (Espasa, 2015) y La información del silencio. Cómo se miente contando hechos verdaderos (Taurus, 2012): “Hoy en día todo es verificable, y por tanto no resulta fácil mentir. Sin embargo, esa dificultad se puede superar con dos elementos básicos: la insistencia en la aseveración falsa, pese a los desmentidos fiables; y la descalificación de quienes la contradicen. A ello se une un tercer factor: millones de personas han prescindido de los intermediarios de garantías (previamente desprestigiados por los engañadores) y no se informan por los medios de comunicación rigurosos, sino directamente en las fuentes manipuladoras (ciberpáginas afines y determinados perfiles en redes sociales). Se conforma así la era de la posmentira”.

Así, se pone un nuevo ladrillo en la construcción de verdades a medias o mentiras completas que el aparato comunicacional del Gobierno plantea como parte de lo que ha llamado pomposamente la batalla cultural: quienes no aceptan calladamente lo que el Gobierno propone son descartados y sus acciones –aún las movilizaciones masivas como la que se gestaba al cierre de ese texto, el miércoles 17– relativizadas o negadas.

Explicaba Grijelmo en aquel artículo: “No hace falta usar datos falsos. Basta con sugerirlos. En la insinuación, las palabras o las imágenes expresadas se detienen en un punto, pero las conclusiones que inevitablemente se extraen de ellas llegan mucho más allá. Sin embargo, el emisor podrá escudarse en que sólo dijo lo que dijo, o que sólo mostró lo que mostró”.

Es decir: parece cómplice elegir la frase “lo peor ya pasó” para sintetizar –sin análisis de contexto– un mensaje presidencial que no ofreció más que ilusiones a largo plazo sin concretar solución alguna en lo inmediato para la grave situación del sistema educativo, de las economías provinciales, de la atención a discapacitados, de íconos de la buena gestión en materia de salud (concretamente, salarios e inversiones en el Hospital Garrahan).

O sea: desde las pantallas se ofrece un mensaje parcial y mentiroso, sin rubor alguno.