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opinión

Una gran hermosa película

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Salvada épica. Matías Moroni y el tackle que evitó un try. | AFP

Decir que fue el partido más emocionante de nuestras vidas es exagerado, pero lo decimos porque es un modo de expresarlo todo. Y a veces no hay nada como la mentira para decir la verdad.

Como Borges cuando hablaba de ese mapa de un territorio, tan perfecto que tendría la extensión del territorio mismo, no sé cómo haríamos para narrar Los Pumas-Gales en menos de ochenta minutos. Fue como ver una película de terror, pero con final feliz. Y no porque los argentinos no hicieran lo debido: todo lo contrario. En una película de terror los protagonistas no necesariamente cometen errores, no necesariamente son merecedores de las cosas horribles que les pasan.

Decimos una película de terror porque nosotros, espectadores, lo vimos al borde del espanto, lanzando gritos pavorosos, mordiéndonos los dedos, cerrando los ojos y temblando. Pero los protagonistas de esta película asediaron a los monstruos, doblegaron, torcieron, presionaron, expulsaron al oponente. En esa película, Matías Moroni es aquel que logra cerrar la puerta antes de que el espectro logre introducirse dentro de la casa. Y pocos minutos después, Nico Sánchez es el que termina de expulsarlos, como el personaje que encuentra en el desván un lanzallamas y decide usarlo.

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Hace un tiempo Luis Thonis ejemplificó con el final del himno nacional el eterno y argentino lidiar con la muerte. Las estrofas dicen: “Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir”. Pero los argentinos parecen haberse equivocado, y cantan: “Coronados de gloria vivamos. ¡Oh!, ¡juremos con gloria morir!”. De ese modo puede explicarse nuestra corta historia y nuestro peligro de extinción. Y sobre todo nuestro nefasto presente. Somos muertos de vacaciones, diría Lenin. Y todo por haber malinterpretado el significado de un verso. Los Pumas materializan ese malentendido en sentido positivo: juran con gloria morir y llevan a cabo la proeza de darlo todo. Es algo que hacen siempre, con más o menos errores, pero que a veces rinde sus frutos. Ayer rindió.

La técnica es simple y podría extenderse a cualquier orden de la vida. No sabemos si los integrantes de Los Pumas juegan pensando en su país o en su familia, en Dios, en sus amigos o en sus perros. Quisiéramos creer que juegan por sí mismos, que es el modo más auténtico y generoso de hacer patria. No sabemos qué dirán frente a un micrófono y no nos importa. La gente suele decir lo que se espera de ellos. Es probable que ni los propios jugadores hayan reflexionado al respecto, es probable que ni siquiera lo sepan, pero si el partido de ayer terminó en victoria es gracias a que cada uno empujó hacia adelante y protegió al de al lado. Dicho de otro modo: hay que obsesionarse y mantener la obsesión. Y pasar de lado ante las ventanas abiertas. Y no tenerle miedo a nadie. Aunque de este lado se viva una película de terror. De todos modos, nuestro terror debe de haber sido nada al lado del terror que habrán vivido los galeses. Tal vez no fue el partido más emocionante de nuestras vidas, pero se pareció mucho.

Ahora tocan los All Blacks. No importa lo que hagamos nosotros, los que jurarán morir con gloria son ellos.