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Una iniciativa neerlandesa

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Esta semana que pasó, en los Países Bajos, cualquiera que comprara un libro recibía otro de regalo. Es una costumbre que se viene repitiendo desde 1932 y que promueve un organismo, la CPNB, la Fundación para la Propaganda del Libro Holandés. No es un libro cualquiera, sino uno encargado especialmente para tal efecto. Nunca superan las 30 mil palabras (o sea las 96 páginas), tienen tapa dura y se imprimen 500 mil ejemplares, una enormidad incluso comparándola con mercados editoriales muy grandes, como el francés o el italiano, sobre todo teniendo en cuenta que se distribuyen en una sola semana, la Boekenweek. El libro en cuestión se hace llamar geschenk, o sea “regalo”. La CPNB cada año elige un tema y le encarga a un autor para que escriba el libro. 

La iniciativa tiene menos de publicitaria y más de festival literario de alcance nacional. Muchas novelas hoy conocidas nacieron como geschenk. Es por eso que no se trata de un evento cualquiera: siempre hay críticas, siempre se polemiza alrededor de los autores elegidos, o porque son de mucho éxito comercial pero de escaso valor artístico o porque son escritores muy admirados por la crítica pero prácticamente desconocidos. A los neerlandeses también les encanta discutir. 

Los Países Bajos tienen 17,5 millones de habitantes, pero el mercado editorial es uno de los más prósperos de Europa. En 2023, por ejemplo, se vendieron 43 millones de libros, algo así como 2,4 libros por habitante. De todos modos, en los Países Bajos también se habla de crisis de la industria editorial, pero eso se debe a que los neerlandeses no saben de verdad qué es una crisis. Pero los neerlandeses no leen mucho a los neerlandeses: de los cien libros más vendidos el año pasado, solamente nueve eran de autores locales. Es por eso que la Boekenweek y el geschenk cobran sentido en ese caldo de cultivo: lo que se pretende es, sobre todo, acercar las literatura neerlandesa a mayor número de personas. 

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La semana del libro terminó ayer, el tema de este año fue la familia y el libro fue escrito por el narrador y poeta Bart Chabot y su esposa Yolanda, médica, y sus cuatro hijos, Sebastiaan, Maurits, Splinter y Storm, cuyas edades oscilan entre los 27 y los 35 años. Se trata de una familia bastante mediática, por lo que la elección del geschenk de este año fue tildado de movida publicitaria. El del año pasado había recaído en Lize Spit, una autora muy apreciada por poco conocida, y también fue criticado por eso.

El libro de los Chabot se llama Gezinsverpakking (Formato familia) y se trata de una especie de autobiografía familiar, donde al parecer la muerte tiene una presencia bastante relevante a causa de la desaparición del perro de la familia, Bril, de la que nadie parece capaz de reponerse. Cualquiera podría decir que la iniciativa promueve la traducción de libros neerlandeses en el exterior, pero yo no estaría tan seguro. Además de Hella Haasse, Cees Nooteboom y Kader Abdolah, los autores neerlandeses no son muy traducidos en otras lenguas. 

La CPNB se cansó de las críticas, así que decidió que el año próximo el geschenk va a ser elegido por concurso, como ocurría hasta los años 60. Una comisión va a evaluar las propuestas que lleguen anónimamente y así a lo mejor descubran nuevos autores. Eso pasó con Hella Haase, y hoy es considerada una de las más grandes autoras neerlandesas del siglo XX. Pero en los Países Bajos se insiste con que la industria en general y el geschenk en particular están en crisis. Y algo de razón tienen: hasta hace diez años se imprimían 700 mil ejemplares, 200 mil más que ahora. Y en eso tuvo que ver la pandemia: hasta 2020, el último día de la Boekenweek cualquiera que llevara en la mano el geschenk del año viajaba en tren gratis por todos los Países Bajos. Algo que no podríamos replicar en la Argentina porque nosotros nos estamos quedando sin industria editorial y desde hace tiempo ya no tenemos trenes.