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Una lección de vida

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El proyecto para mejorar la seguridad bancaria ya tiene media sanción. ¿Qué quiere decir “seguridad bancaria”? ¿Significa que los bancos pueden ser más seguros? Es decir, ¿no va a volver a ocurrir un corralito? ¿El banco no va a poder incautarme mis ahorros dejándolos derretirse como hielo bajo el sol de la devaluación? Después de la lección de 2001, mi proyecto personal de seguridad bancaria es no tener más plata. Funciona bien. Lo que gano lo gasto. La vida se termina siempre el mes que viene. Es que me agarraron nuevito y cuando uno es chico toda experiencia es traumática. A los treinta años yo tenía algo de plata para ir pensando en comprarme un departamento. La había juntado trabajando como guionista de cine, dando cursos de redacción, otro poco de derechos de autor, y un resto de premio literario que quedaba en el fondo de la botella. Estaba en el banco esa plata, y mi idea de banco era como una bóveda inviolable donde se iban a ir acumulando mis fondos en plazos fijos a medida que yo le sumara monedas todos los meses; esa plata no se iba a mover de ahí si yo no la sacaba. Una idea infantil, como de dibujito animado. De golpe, unas movidas legales ilegales, un desplazamiento de las placas tectónicas de la economía, un cataclismo mal anunciado y la plata no está, no la podés sacar. ¿Pero existe? No, nunca existió. Había menos plata de lo que se decía. No alcanzaba para todos, me explicaron. Se apagó la música funcional de los noventa, la música del juego de la silla y los ahorristas nos quedamos parados. Todos los demás quedaron bien sentados con el trasero asegurado. Y el ahorrista de pie, con la licuadora comprada en cuotas bajo el brazo. ¿Y mi proyecto de casa? No está más. Un acto de magia genial llamado “uno a uno”. La convención anual de magos en Las Vegas aplaudió fervorosamente. Hasta entonces, habían podido hacer desaparecer elefantes, quizá hasta edificios, ¿pero los ahorros de toda la gente de un país entero? Eso nunca se había visto. Fue un golpe perfecto. Te daban a cambio unos bonos. Yo los llamaba abono. Bueno saberlo: de vez en cuando, la alquimia nacional transforma el oro en bosta.