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Una mala poeta

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A la altura de Dorothy Parker o Cynthia Ozick, Grace Paley fue una de las más grandes escritoras norteamericanas del siglo XX. Autora sólo de tres libros de cuentos (The Little Disturbances of Man, de 1959, traducido por Anagrama con el paupérrimo título de Batallas de amor; Enormes cambios en el último minuto, de 1974, y Más tarde, el mismo día, de 1985, estos dos últimos libros también traducidos por Anagrama), más algunos ensayos de ocasión, su prosa está llena de sentido del humor y toques trágicos, una mirada entre feminista y judía escéptica, mezcla de autoironía, amor por la justicia y perfecta levedad. Llenos de personajes que se hacen preguntas sin respuestas (como son las preguntas por el deseo), los relatos de Paley están cargados de perplejidad, balbuceos, dudas. Mi cuento favorito justamente se llama Deseo. Es el momento de transcribir el comienzo: “Vi a mi ex marido en la calle. Estaba sentada en las escaleras de la nueva biblioteca. Hola, mi vida, dije. Habíamos estado casados veintisiete años, así que me sentía justificada. El dijo, ¿Qué? ¿Qué vida? La mía desde luego que no”. (Desde luego que no, tal vez ésa puede ser una buena respuesta al sinfín de preguntas que una escritora como Paley plantea). Habiendo leído su breve obra completa, no obstante compré en una librería de viejos de la calle Sarmiento The Collected Stories, en una linda edición de Farrar, Straus and Giroux (Nueva York, 1994), y al llegar a mi casa con intención de leerlo, descubrí que incluye un anexo con varios poemas de Paley. Pues descubrí entonces que su obra completa abarca tres libros de cuentos, unos ensayos menores y también poesía. Y descubrí algo más: es una poeta tan paupérrima como la decisión de Anagrama de cambiar el título de su libro. ¿Cómo es posible que una narradora casi genial caiga tan bajo en su paso a la poesía? Creo que a Paley le faltó un amigo, una amiga, o incluso un editor o editora, que le desaconsejara publicar poesía. Su poema más famoso (luego de esos pequeños poemas del anexo, rápidamente me hice de Begin Again: Collected Poems, en la misma editorial neoyorquina que sus cuentos reunidos, y pude leer su poesía completa y un par de ensayos sobre ella) se llama Responsabilidad, y no logré darme cuenta de si es una (fallida) ironía, o es en serio. Todo lo que en sus cuentos está presente con delicadeza y talento (feminismo, izquierdismo, crítica social, microhistorias íntimas, pinceladas impresionistas, sentido del humor) en su poesía toma un cariz de trazo grueso, extremadamente discursivo, como si no conociera de cerca los materiales expresivos a los que se entrega (a la inversa, sus cuentos son piezas maestras del cuento breve y atmosférico como mecanismo perfecto). Responsabilidad comienza así: “Es responsabilidad de la sociedad dejar al poeta ser poeta”. Supuse que, luego, en la línea siguiente, o en las posteriores, habría un remate irónico, o que la ironía se obtendría por efecto acumulativo (casi todos las líneas comienzan con “Es responsabilidad”). El efecto acumulativo efectivamente existe. Pero con resultados desalentadores (que incluyen frases triviales como “No hay libertad sin miedo y valentía”). No me acuerdo a qué narrador un día le preguntaron por qué no escribía poesía, y respondió: “Porque poetas nacen los otros”. Esa es la respuesta que debería haber dado Paley.