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Una mirada, seis palabras

Lionel Messi 0912
Lionel Messi | Redes

Seis palabras valen más que mil imágenes. Seis palabras pronunciadas por la persona más célebre, la circunstancia más vista, el acontecimiento más convocante que está ocurriendo en nuestro planeta.  Seis palabras que cobraron vida y se trasladan como aves de paso. Independientes de su origen,  ya forman parte de un poema (titulado “Dos palabras tremendas”, de García Hamilton), de canciones (trap, cumbias, reguetón), memes, etc. Tan simples y por ello mismo, justas. Inesperadas. Palabras dichas que no fueron escritas ahora estampadas en remeras y hasta tatuadas. Quien las dijo suele andar callado. O al menos, su habla es comedida, austera, generosa.  “Qué miráh, bobo, andá pa’ llá”, la ese convertida en hache, ahondando su –mágico, sencillo– decir.  

El pez también por la boca vive. Y esas seis palabras insuflaron vitalidad a nuestros exaltados intercambios. La más contundente de las seis, “bobo”, sale como soplada: labios pegoteados jugando a responder. “Bobo” irradia bonhomía,  enojo inocente. Parece oriunda de barrio rosarino. Dos sílabas idénticas, repetidas. Anotadas en la pared de la historia, adquirieron el peso de la devolución de un desafío. Porque hay miradas que hablan, y la insidia en los ojos puede ser feroz. Dime cómo miras y te diré qué callas.

La frase, como la de un filósofo, o un mesías, se volvió popular en tiempo récord

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Esta vez Messi jugó en otro terreno. El de las palabras. Cancha difícil, en tiempos de insania verbal, cuando proliferan los gritos y la injuria. Lo suyo fue apenitas, inolvidable. Muy lejos del maldecir. Apenas un disgusto entonado.

Vale recordar para esta ocasión el pedido del siempre presente Fontanarrosa: “Vivamos una Navidad sin malas palabras, y cuidemos también de ellas, porque las vamos a necesitar”.

La frase, como la de un filósofo, o de un mesías, se volvió popular en tiempo récord.  Muletilla, pero también escudo, o escupitajo. Hasta pegó la vuelta del género. Algunas mujeres empezaron a propagarla por la calle, denostando al piropeo. “Qué mirah, bobo”. Y con esa apropiación, tan inmediata como sensata, las miradas lascivas comienzan a derrumbarse, las guarangadas se desinflan. Como un golazo retórico, los que se propasan enmudecen. La frase del 10 los hace callar. Nada más que decir a una frase que lo dice todo. “Qué miráh, bobo”.