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El futuro del amor

Adolfo Bioy Casares
Adolfo Bioy Casares | Adolfo Bioy Casares

Vuelve Bioy. Una colección con todos sus libros. Nuevas tapas, tinta fresca. Y si una obra se reedita, es porque su lectura es renovable. Hay algo que siempre será leído en otros tiempos, como si pudiera alcanzarse una fórmula a través de la ficción. Ya no matemática o física, sino humana. ¿Por qué podemos seguir leyendo a Cervantes, Shakespeare, Voltaire, como si nos interpelaran desde el presente? ¿“Micromegas”, uno de los primeros cuentos de ciencia ficción, no es aplicable a los conflictos en Oriente, a los desmanes en Quatar? ¿Y qué hay en Bioy? ¿No encontró acaso la letra moderna del amor? ¿El soleado secreto de los perros? ¿El perjurio de la nieve? ¿Los fantasmas del destiempo,  el maltrato a la vejez? Aunque siempre estuvo del lado de la sombra, con respecto al brillo de su mejor amigo, éste fue quien calificó La invención de Morel como novela perfecta; sabía que la maquinaria de esa ficción postulaba un futuro trémulo pero real.  

Borges sabía que la maquinaria de esa ficción postulaba un futuro trémulo pero real

En este diciembre tórrido, paupérrimo y desconcertante, la reaparición de este título es casi un alivio. Ya que se trata de una de las novelas sentimentales más originales, bellas y visionarias de nuestra literatura, en prosa austera y estremecedora. El personaje principal, que no tiene nombre, tan solo es llamado “Fugitivo” –como si de algún modo todos lo fuéramos– se encuentra en una isla desconocida, y allí descubre a un grupo de amigos, entre los que se halla Faustine, de la que se enamora. A los pocos días, se da cuenta de que sus gestos se repiten, también sus palabras; las lunas y los soles se duplican. Primero considera la posibilidad de que todos nos estamos repitiendo sin que lo advirtamos. Luego comprende que se trata de una “eternidad rotativa” donde  Faustine está encerrada, y él sería su perpetuo espectador. “Acostumbrado a ver una vida que se repite, encuentro la mía irreparablemente casual”, dice genialmente el Fugitivo. Y por último, una  frase que es una lección de escritura, dentro de la propia novela: “Considero que este pensamiento es un vicio: lo escribo para fijarle límites, para ver que no tiene encanto, para dejarlo.”  

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