Cuando un periodista funda su trabajo más en la especulación que en los datos objetivos, más en su mirada personal que en fuentes seguras e identificables, está cometiendo una de las más reprochables conductas profesionales. Esto se potencia cuando quien estampa su firma en una nota de fuerte impacto social tiene peso propio –y mucho– en el universo de los medios. Me refiero concretamente al artículo publicado en las páginas 2 y 3 del domingo 18 por Nelson Castro, habitual columnista político de PERFIL. Como les habrá ocurrido a muchos lectores, la nota titulada “Alerta médica por la salud de la Presidenta” me dejó el amargo gusto de los malos tragos. Explicaré por qué.
En el inicio del artículo –que es anunciado en tapa con gran foto de la Presidenta y un título que comienza con el nombre del firmante– se hace un relato de lo que Castro afirma que ocurrió en la noche del domingo 11, tras la certeza de la derrota electoral del oficialismo en las PASO. El autor de la nota habla de gritos, reproches y llanto de Cristina, y una advertencia: que nada de lo que Castro afirma que ocurrió debía trascender. ¿Cuáles son las fuentes que fundamentaron los asertos del periodista? No hay ninguna reconocible, no hay un origen cierto y probado de la información, y esto hace menos creíble la versión. ¿Quién fue la maquilladora que, se dice, debió trabajar sobre el rostro de la Presidenta? No hay nombre, ni apellido, ningún dato que sirva para identificarla. A continuación, se dice que los médicos afectados a la atención de la señora Kirchner “estuvieron en alerta todos estos días”, como si fuese una excepción. Los médicos presidenciales están en alerta todo el tiempo, porque para eso cumplen esas funciones. Esta obviedad es seguida por una afirmación que campearía en el resto del artículo: la labilidad emocional de la Presidenta. No voy a poner en duda los conocimientos médicos de Castro (no tengo autoridad para ello ni es mi campo) para decir esto, pero sin fuentes que lo hayan confirmado (y no se menciona ninguna –ninguna– en todo el texto) sólo queda material especulativo. Sé por fuentes confiables y coincidentes que el humor presidencial no es agradable en estos tiempos, pero fundar en esto un cuasi diagnóstico a distancia y transformarlo en el núcleo de una nota es de una temeridad asombrosa. Habituado a derramar sus opiniones en las columnas dominicales de este diario y en sus espacios de radio y televisión, el autor olvidó que estaba escribiendo un artículo informativo, y marginó de él, de buena parte de él, la información, para dejar paso a sus impresiones.
No entraré, insisto, a analizar los aspectos científicos porque de eso ya se ha ocupado, entre otros, la Federación de Psicólogos de la República Argentina, que repudió el empleo de “categorías y diagnósticos psicopatológicos” por parte de comunicadores, en obvia alusión a éstas y otras afirmaciones del periodista. Ayer, el escritor Daniel Link hizo también referencia al tema en un atinado artículo publicado en la página 43. Tengo claro, sin embargo, que la hybris griega descripta desde Platón hasta hoy es una consecuencia no deseada del ejercicio del poder, y que algunas de sus conductas descriptas se parecen mucho a las que muestra la Presidenta, tanto como a las de otros jefes de Estado como Napoleón, Kennedy, Alfonsín, Menem y Néstor Kirchner. No cuestiono el aspecto científico. Sí su uso como recurso periodístico para fundamentar una postura que excede a nuestra profesión.
Será muy positivo que PERFIL no vuelva a confundir una nota informativa con una columna de opinión, porque el lector de este diario merece que una y otra estén perfectamente identificadas como tales, y que sus contenidos respondan a las reglas del buen ejercicio periodístico.
Otros temas. No queda ya mucho espacio para tratar otras cuestiones. Lo intentaré:
Ayer, en la página 2, se decía que sería una pesadilla para la Presidenta si la Corte declara que la Ley de Medios “es constitucional”. El autor, me explica, quiso poner “no es constitucional” y omitió el no. Fe de erratas.
Para el lector Thomsen: Creo haber sido claro acerca de las cartas que ya no se publican los sábados. Le recomiendo que relea mi columna del domingo 18.
La lectora Marta Visconti sugiere que no sé mucho, o soy parcial, cuando escribo sobre delitos de lesa humanidad y tratados y leyes vinculados a su imprescriptibilidad. Afirma, además, que fui miembro de la Federación Juvenil Comunista. Le responderé la semana próxima. Hoy, apelo a un lugar común: el espacio es tirano.