COLUMNISTAS
FALTA CONCIENCIA DE NACION

Una realidad con puntos suspensivos

Es lógico que pensemos que nuestro país necesita un líder. Un conductor. Puede ser más agradable pensar que los pueblos maduros se rigen por instituciones y que no requieren el encantamiento de un jefe. Pero no deja de ser ingenuo. Si miramos para atrás, vemos que en cada uno de nuestros períodos historicos había un presidente a quien se le reconocía un carisma ejecutivo. O lo tenía o caía.

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Es lógico que pensemos que nuestro país necesita un líder. Un conductor. Puede ser más agradable pensar que los pueblos maduros se rigen por instituciones y que no requieren el encantamiento de un jefe. Pero no deja de ser ingenuo. Si miramos para atrás, vemos que en cada uno de nuestros períodos historicos había un presidente a quien se le reconocía un carisma ejecutivo. O lo tenía o caía.
No se equivocan quienes afirman que los mecanismos del poder no dependen de una sola persona. Hay grupos de interés, factores y fuerzas de presión económicos, condicionamientos externos, sedimentos culturales que imponen jerarquías, que no anulan el hecho de que la población necesite sentir que alguien decide en última instancia.
Venimos de 2001. Esa es nuestra fecha de iniciación histórica y el horizonte que marca un límite explicativo del estado actual de las instituciones. Tuvimos cinco presidentes en un mes. Luego un presidente por abstención de otro candidato, y para finalizar, la esposa del mencionado mandatario.
En aquellos años se hablaba de anomia, otros lo hacían de un estado de asamblea. Hoy se habla de Parlamento, Poder Legislativo o Congreso. ¿Está preparado nuestro país para que la decisión pase de un jefe a dos Cámaras compuestas por cuerpos colegiados? ¿Puede aseverarse que el Congreso ha recuperado parte del prestigio perdido luego de la crisis conocida como la crisis de la Banelco? ¿Podremos marcar otra línea divisoria e iniciar un nuevo proceso político con una señal marcada en el calendario el 17 de julio de 2008 con el no positivo de Cobos?
Tenemos una historia de fragmentaciones. No conocemos el país de las mayorías consensuadas, nunca hubo acuerdo de dirigencias sobre una estrategia de largo plazo, no fijamos una agenda con prioridades, desconocemos la solidez y la independencia de las instituciones, padecemos una grave crisis de autoridad, la palabra confianza está ausente de nuestro vocabulario. No hay políticas de Estado.
¿Pero cómo salir del eterno retorno de lo mismo si no es comenzando por algún lado y apostando por un cambio desde el eslabón más fuerte de una débil cadena? Por ejemplo, el Congreso.
Es posible llenar el espacio de esta nota con interrogantes. ¿Hasta qué punto podemos confiar en la voluntad democrática de senadores que provienen de provincias en las que se manipula el poder con los mecanismos más primarios del caudillismo y la prebenda?
¿Puede ser que viniendo del clientelismo y la demagogia se pongan el traje republicano en la avenida Rivadavia? ¿Será cierto que en el nuevo Congreso del próximo diciembre ingresan nuevos bloques con otra calidad legislativa?
¿Es posible aunar criterios cuando todos piden algo más de lo que tienen, cuando todos reclaman por antiguas injusticias y exigen compensaciones... cuando hay más porciones para repartir que lo que ofrece el tamaño de la única torta existente?
Bajar las retenciones, despedir a Moreno, reestructurar el INDEC, eliminar los superpoderes, modificar el Consejo de la Magistratura, votar una nueva ley de coparticipación... son las exigencias más frecuentes de la oposición.


Por mi parte, quisiera remitirme a tres puntos adyacentes al estado de agitación y deliberación de la clase política.
a) ¿Cuál es la envergadura política y los antecedentes de Cobos para liderar la nueva propuesta de consenso y diálogo? Adhirió y legitimó el proyecto de Néstor Kirchner plenamente consciente de su voluntad hegemónica y de permanencia en el poder. Fue funcional a la estrategia de postular a Cristina Fernández y ser su vicepresidente durante cuatro años, para así prolongar la dinastía dieciséis años, es decir dos presidencias alternadas del matrimonio.
Se convirtió en objeto y no en sujeto de una transversalidad que fue sólo vertical. ¿Hasta qué punto es el indicado para ser el protagonista de una nueva política participativa cuando era uno de los ejes del proyecto de poder vitalicio de los Kirchner? ¿Cómo justificar que sea aún partícipe y beneficiario del poder que ayudó a construir y que condena hace un año?
b) Pino Solanas propone concentrar las demandas de la oposición en una ley de ingreso ciudadano por niño que habite el suelo argentino. Es un proyecto que tiene más de diez años y que ha sido apadrinado por Lilita Carrió. Se ha convertido en ley en el Brasil de Lula luego de doce años de debates, y su promulgación daría una señal y una muestra de que en nuestro país la pobreza y la desprotección infantil son su mal mayor, por lo que es necesario encontrar recursos para paliar esta situación.
El medio de financiamiento para que cada madre reciba doscientos pesos por hijo a cambio de garantías de alimentación, salud y escolaridad, está estudiado en las diversas propuestas de los grupos políticos, y no sólo liberaría a miles de familias de subordinarse a un jefe o puntero local para recibir lo que se le debe, sino que mejoraría, de la Quiaca a Tierra del Fuego, una situación catastrófica de la sociedad argentina.
En el orden de las prioridades, hay algo más que superpoderes y retenciones, y alguien tiene que representar a quienes padecen hambre y enfermedades sin tener la posibilidad de luchar contra ello.
c) Santiago Montoya en su publicación digital Relieve escribe una columna referida a la discusión sobre el efecto distributivo del Impuesto a las Ganancias. Dice: “En Argentina resulta necesario y urgente este debate, ya que si bien la performance recaudatoria de este impuesto ha mejorado en los últimos años, todavía dista mucho de los niveles registrados en los países desarrollados, donde la recaudación del Impuesto a las Ganancias sobre personas físicas representa un 9% del PBI versus 1,5% en Argentina”.
Si es cierto que la política fiscal de los últimos años fue superior a las conocidas, la enorme distancia respecto de su recaudación respecto de países a los que queremos imitar para mejorar la distribución del ingreso exige plantear no sólo bajas de impuestos sino la recaudación de los mismos.
No tenemos conciencia de nación. No la tienen las clases dirigentes y los que tienen poder. Luchan por sus intereses facciosos. Nuevamente las preguntas: ¿será el Congreso la sede de esta conciencia nacional y de una visión para la Argentina del futuro?
No es lo mismo usar la palabra diálogo que dialogar, no es lo mismo dialogar que intercambiar exigencias. La Coalición Cívica quiere ir al Congreso porque es fuerte en Diputados; la Unión-PRO, que es débil en escaños, prefiere la televisión y las cámaras en la Casa Rosada. Los radicales especulan en juntarse alrededor de Cobos y están dispuestos por ahora a ser parte de la interlocución. ¿Y el Gobierno? Da la sensación de que apuesta al desgaste de la oposición y de que lleguen cansados a diciembre. ¿Con qué objetivo? ¿Para provocar rupturas? ¿Por temor a que la ola de reclamos no tenga límites y que queden cautivos de fuerzas políticas adversarias? ¿Por la amenaza de probables juicios?

*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).

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