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Una tarde con Tony Stark

Le decimos Tony Stark porque se parece a Robert Downey Jr., el actor que lo encarna en la saga de Marvel. Acabo de conocer su casa y estoy fascinado.

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Le decimos Tony Stark porque se parece a Robert Downey Jr., el actor que lo encarna en la saga de Marvel. Acabo de conocer su casa y estoy fascinado. Es un PH viejo que Tony alquila en Barracas y que está atiborrado de libros, ropa y objetos. Cuando uno entra, tiene la sensación de que hay un orden, pero que es del tipo de orden que impera en los cuadros de Jackson Pollock. La cocina está por explotar de cosas que no deberían estar allí. La cama está deshecha y sobre ella hay una computadora donde Tony, antes de que yo llegara, estaba escribiendo un diario. “¿Escribís en la cama?”, le preguntó. “Claro –me respondió–, como Victoria Ocampo”.

Tony no solo comparte la fisonomía del actor que encarna a Iron Man, sino también algo de su estado de ánimo: salvo que se le rompa el auto, le importa todo un pito. “¿Qué es eso de la desesperación?”, me dice mientras hace un café. “¿Nunca tuviste desesperación?”, le digo. “No”, me dice. Y le creo.

Me acuerdo que hace mil años escuché un programa de radio donde lo entrevistaban  y le preguntaron cuál era su mayor ambición. Tony dijo: “Copiar a Francis Ponge”. A mí me pareció genial ese programa estético. Nada de la boludez de la originalidad. Yo que tengo mi casa metódicamente ordenada y con pocas cosas, me maravillo ante la espontaneidad de objetos que moran en la casa de Tony sin ningún destino ni lugar fijo. Le digo que necesito algo de eso, que nos hagamos una transfusión de sangre. Se ríe. Acá Marie Kondo con su técnica para estafar burgueses la va a tener difícil. Las casa de Tony está a favor de la teoría del caos.

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