Por tratarse de una elección en la Provincia de Buenos Aires y en el fin de una semana particularmente turbulenta para el gobierno nacional, se podría decir que ha sido una jornada tranquila.
Ningún encuestador se animó a dar resultados muy terminantes, ni con relación a la opción triunfadora ni mucho menos sobre las diferencias.
Es tiempo, entonces, -y pese a que esta nota se escribe cuando las boletas todavía mantienen el calorcito de la urna- de hacer alguna reflexión. Y sin perjuicio del análisis más profundo que tendremos que hacer para relacionar cada cómputo final de este domingo con los que tuvimos hace dos o cuatro años.
Para arribar al análisis del resultado de la elección en la Provincia de Buenos Aires es oportuno tener en cuenta algunas particularidades de contexto.
- Por primera vez en los 42 años de Democracia, los bonaerenses votamos en una elección "desdoblada" solamente cargos municipales y provinciales sin el arrastre de una boleta nacional (que competirá el 26/10). Candidatos prácticamente desconocidos que dan una pelea encarnizada entre ellos y que también dieron dentro de sus propias coaliciones para alcanzar un pedazo en el reparto de la famosa chocolatería platense.
- Candidatos testimoniales carentes de una ética de la responsabilidad porque se sabe de antemano que buscan o defienden otros posicionamientos y no precisamente aquellos para los que se postulan. Otros que ni viven y ni siquiera conocen el territorio (o sección) a la que quieren representar. Más los parientes que vuelven a aparecer con portación de apellido como una expresión patética del nepotismo de los que quieren que todo quede en casa.
- Una decisión provincial que no discutió regionalización para optimizar gestiones o la creación de nuevos municipios para achicar brechas y tener un territorio más equilibrado. La Matanza explota con sus casi 2 millones de habitantes y hay 11 distritos con menos de 10.000.
- La polarización en su máxima expresión, con dos extremos que solo han jugado a la descalificacion del otro sin poder mostrar ni gestión, ni propuesta, ni visión, ni mérito. Y que tampoco pudieron exhibir diferencias entre sí.
- La campaña electoral ha mostrado el contexto más apático que podamos recordar y con los niveles más altos de desconfianza social en las instituciones en general y en la política en particular. Sin duda de este análisis habrá de desprenderse el elemento más preocupante de los resultados de este día.
Se venía hablando de la baja asistencia como el dato más relevante en las previas elecciones provinciales. Hoy el porcentaje en territorio bonaerense apenas alcanzó el 63,25%, bastante por debajo de números históricos, pero algo por sobre la ausencia de la mitad que algunos preanunciaban.
¿Eso puede interpretarse como apoyo al PJ que gobierna? ¡Claro que no! La abstención siempre y ante todo es un castigo a quien está gobernado. Sería bueno que al menos escuchen una queja.
Será materia de un análisis más extenso el repaso de las causas de las ausencias, pero con seguridad hablamos de un deterioro de la confianza que viene en picada desde hace muchos años.
Ni siquiera el poder de los Intendentes pudo modificar los guarismos sin diferencia de los distintos colores políticos a cargo de los gobiernos locales. Aun con diferencias, muchos de esos jefes comunales no pudieron revalidar su liderazgo local y dejaron postergadas a las fuerzas hacia donde habían virado.
Otro dato a mirar es la volatilidad del voto. Los ciudadanos no responden a rajatabla a los jefes comunales por buenos que estos le parezcan (cuando ocurre) y la decisión de concurrencia o del apoyo que se va a brindar queda dentro del libre ejercicio de la voluntad y la reserva de cada cual cuando mete una boleta en un sobre. Y bueno que así sea. Los aparatos ya no son lo que fueron. Y los punteros ya no son aquellos buenos vecinos que dejaban cualquier interés propio para dar ayuda a quien lo pide. Desde hace un tiempo el líder del barrio se reconoce más bien por el costo del último auto con el que llega y el nuevo lugar adonde se ha mudado.
La lectura obligada es el resultado altamente favorable al peronismo que gobierna el territorio y que ganó con contundencia al 2.º La Libertad Avanza. Una vez más, la polarización ha resultado imbatible y refuerza los extremos en una discusión que vuelve a mostrar lo rentable que resulta pararse en esos lugares, aún cuando eso mismo no sirva para conducir el país hacia un destino mejor. Llevamos años en este camino. La estrategia no es mostrar buenas propuestas, sino que parece suficiente ser feroz en el ataque al otro, al que se ha elegido como contrincante para estimular el voto en contra. Y Argentina sigue en un péndulo donde la suerte de los argentinos parece ser solamente la condena que nos impone el voto negativo.
Y entonces, los que ganan, como los que pierden, siguen escondiendo sus fracasos en el espejo del otro.
El voto en la Provincia de Buenos Aires ya le había sido esquivo a Milei en elecciones anteriores. En CABA solo acompañó al candidato de Milei (en junio pasado) un 15% de los empadronados para votar. ¿Por qué habría de cambiar? ¿Qué méritos habría hecho la gestión nacional para que esta vez sí lo acompañaran? ¿La inflación? Claro que sería una buena razón si la percepción personal sobre el dato o número estuviera acompañada de un valor también estable en su capacidad de compra. No ha sido así. La única percepción clara que tiene el votante medio de la provincia es que su salario o su jubilación no le alcanzan para pagar los gastos fijos de supervivencia de clase media.
Es la economía, hablaron con el bolsillo. A la mayoría de la gente no le va bien con el gobierno de Milei.
La sola consigna “Kirchnerismo Nunca Más” no le alcanza a nadie.
Ojalá la corrupción expuesta en las últimas semanas haya sido un elemento movilizador del rechazo a la pareja (de hermanos) gobernante. Siempre dudo cuando la opción mira hacia atrás a la fuerza política que tiene procesados o condenados a todos los últimos que manejaron el poder.
Tampoco hay méritos suficientes en el oficialismo provincial, pero el gobernador acertó con el adelantamiento de la elección y buscará capitalizarlo.
Es casi una obligación construir y visibilizar una alternativa diferente, por difícil que parezca esta hazaña en los cortos plazos que nos separan de la próxima elección. Hay que discutir un proyecto de país que pueda recrear la esperanza de algo mejor.
No es tiempo de festejos para nadie.
Y siempre es tiempo de reflexionar, volver a empezar. Por el compromiso social y democrático que no debe abandonar la política.
Argentinos y bonaerenses, a las cosas!