En agosto de 2013 los miembros del Mercosur perdonaron al Paraguay su condición de país democrático e independiente y lo reincorporaron a su seno. Hace un año, cumpliendo con todos los pasos que establecía la Constitución, el Congreso reemplazó a un presidente que masacró a un grupo de campesinos y premió con la comandancia general de la policía a quien dirigió la represión. Algunos presidentes como Dilma Rousseff y José Mujica, confundidos por los fantasmas de su pasado militante, participaron de esta cruzada, junto al canciller de un gobierno autoritario, que intentó promover un golpe militar y terminar con la democracia paraguaya. La medida fue apoyada por gobiernos oscurantistas de la región. Para las dictaduras light contemporáneas, es bueno matar campesinos, violar los derechos humanos, promover gobiernos militares cuando se recita la liturgia de una izquierda arcaica.
La destitución de Lugo tuvo un apoyo masivo de la población, que se fortaleció por la agresión externa. Los paraguayos sienten que algunos líderes de países vecinos han querido acabar con su independencia. Hablan guaraní, desarrollaron desde la colonia una cultura rica, acogedora, con una historia que se remonta a la primera experiencia independentista de América, la Revolución de los Comuneros en 1777. Desde los orígenes hubo un enorme desencuentro entre nuestros países. Los paraguayos interpretaron los esfuerzos independentistas de Belgrano como un intento de colonización porteña. La guerra de la Triple Alianza dejó una profunda herida y una actitud de suspicacia frente a sus vecinos. Cuando el Mercosur suspendió al Paraguay, admitió como miembro pleno a Venezuela. En la lírica de algunos políticos, se debía excluir a un país del Río de la Plata, con una economía pujante, para que presidiera el Mercosur un presidente que combate la libertad de prensa, no respeta los derechos humanos, habla con pajaritos, cree que el coronel Chávez luchó en el siglo XIX por la independencia y que un disfrazado que le acompaña es Bolívar. Los zombies de Papa Doc en su versión posmoderna resultan más rioplatenses que el tereré. El Mercosur se ha convertido en un escenario de lírica revolucionaria, mientras su contraparte, la Alianza del Pacífico, integrada por cuatro países democráticos como México, Colombia, Perú y Chile, crece de manera sostenida y surge como uno de los nuevos actores de la economía mundial.
En nuestros días, Paraguay es un ejemplo de país democrático. Sus últimos presidentes, Nicanor Duarte Frutos (colorado), Fernando Lugo (izquierda), Federico Franco (liberal), con méritos y defectos, mantuvieron una política económica que logró que Paraguay se convierta en el país con mayor crecimiento económico de la región. La democracia paraguaya es sólida, no existen medios de comunicación incondicionales, mantenidos por el gobierno, se respeta la libertad de prensa, los partidos se alternan en el poder, hay plena separación de poderes. Culturalmente es un país apasionante, la mejor expresión del sincretismo cultural hispanoamericano. El 15 de agosto asumió la presidencia Horacio Cartes, militante del Partido Colorado, empresario joven, competente, que afronta el desafío de comunicar al mundo la imagen verdadera de un país extraordinario que no ha sabido proyectar su realidad.
*Profesor de George Washington University.
