La propuesta socialdemócrata languidece, muere. Los últimos estertores provienen del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), cuyo líder, Pedro Sánchez, tuvo que “alejarse” al cabo de una rebelión de sus parlamentarios y principales dirigentes (los “barones”), más empeñados en conservar sus escaños y privilegios que en resolver la crisis. El dilema: apoyar la “institucionalidad”, o sea facilitar la continuidad del ultraliberal y ultracorrupto gobierno del Partido Popular, o precipitar nuevas elecciones que, según las encuestas, marcarían un nuevo y grave retroceso del PSOE.
Las “bases”, entretanto, navegan entre la expectativa de una propuesta socialdemócrata digna de ese nombre y la indiferencia o la emigración hacia “Podemos”, la formación de Pablo Iglesias, un populista inspirado en la “revolución bolivariana”. Entre una aspiración que la dirigencia del PSOE –también implicada en variados asuntos de corrupción– ha abandonado desde los tiempos de Felipe González, o el abrazo a un “relato revolucionario” populista que no es más que la ocupación del vacío político que vienen dejando en todo el mundo los fracasos de liberales y socialdemócratas, por un grupo de oportunistas vocingleros y amorales.
Más de lo mismo en Alemania, Francia, Italia, Brasil; incluso en los países escandinavos: en las últimas elecciones al Parlamento europeo, la extrema derecha triunfó en Dinamarca… Es que “hoy la crisis económica y financiera es global; está instalada en el corazón del sistema y su persistencia provoca remezones políticas (…) oficialmente desaparecida la propuesta socialdemócrata, las bases se agitan hacia el populismo con ‘relato’ de izquierdas, o el populismo puro y duro de derechas.” (http://www.perfil.com/columnistas/Socialistas-de-derecha-20141011-0022.html).
Ante esta evidencia, que lleva décadas, la socialdemocracia no dispone de un diagnóstico preciso de situación, ya que ha abandonado su base teórica; el análisis socialista. El ejemplo regional de este desconcierto ante la profundidad de la crisis económica capitalista, que políticamente se expresa como corrupción generalizada de la política, es el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil. Aunque es comprobable que los gobiernos de Lula, e incluso Rousseff, han favorecido la situación de amplios sectores sociales, también lo es que se “adaptaron” a los manejos de la política; que en el mejor de los casos nada hicieron contra la corrupción y acabaron contaminados. Ya se verá qué dice la historia de la destitución de Rousseff y qué pasa con las graves acusaciones contra Lula, pero nadie discute la condena por corrupción aplicada en 2012 a José Dirceu, jefe de gabinete de Lula… Con lo cual la situación en Brasil parece calcada de la española: una derecha corrupta reemplaza a una “izquierda” ídem.
Y mientras tanto, la crisis mundial se acentúa. Las recetas neoliberales tornan a expresarse como bajísimas tasas de interés para “estimular el consumo”. ¿Les suena? Se prepara una nueva burbuja, quizá más grande que la que condujo a la crisis de 2008. Ahí tenemos nada menos que al Deutsche Bank, cuya situación es tal “que obliga a considerar un rescate urgente” (El País, Madrid, 10-10-16). Y la crisis de la banca italiana, griega; los estremecimientos de la Bolsa china…
Algunas señales de un resurgir del espíritu socialdemócrata provienen de Gran Bretaña y Estados Unidos. Jeremy Corbin obtuvo el 61% de apoyos de la base laborista ante los “barones” que intentaron desplazarlo. Las propuestas de Bernie Sanders, que estuvo a punto de destronar a Hillary Clinton, están opacadas por el debate sobre asuntos de sexo entre ésta y Donald Trump, pero volverán a primer plano cuando uno de los dos gobierne y deba enfrentar problemas estructurales.
Pero por ahora sólo son bostezos; arrebatos éticos y morales. La izquierda aún no ha despertado.
*Escritor y periodista.