COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Urge un mea culpa generalizado de quienes hacen del fútbol una guerra

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Scaloni. Llegó la final del Mundial tras soportar críticas más cercanas a la política que a lo futbolístico. | cedoc

El lector Alejandro Fabián Spivak reclama en su carta publicada en el Correo de hoy (ver página anterior) un mea culpa de los periodistas y comunicadores que, a poco de ser anunciada la designación de Lionel Scaloni como entrenador de la selección nacional de fútbol, cuestionaron duramente tal decisión, sin aguardar resultados ni analizar seriamente el plan de trabajo del técnico. No puedo menos que respaldar la postura del señor Spivak, y quisiera tomar esos comentarios negativos (que ocuparon espacios importantes en los principales medios gráficos, televisivos, radiales y en redes) como punto de partida para un análisis más amplio, más abarcativo, vistos los resultados obtenidos hasta hoy, el gran día de la final del Campeonato del Mundo.

Soy un defensor a ultranza de la diversidad de opiniones en las columnas firmadas en este diario. El conjunto de ellas constituye la mirada más cercana a la perfección en un medio de comunicación: una mirada abarcadora, cuya síntesis queda en la decisión de los lectores porque es en la diversidad donde reside la fortaleza de estas páginas. Lo interesante es que no se trata de una simple yuxtaposición de posturas distintas, muchas veces controversiales: en la armonía reside la fuerza de los contenidos informativos, viene a respaldar con artículos personales o institucionales el valor de lo noticioso.

Por ello es que no incluiré en mi comentario lo que PERFIL publica en sus columnas de opinión. Cada colaboración implica un aporte, y cada aporte permite ampliar las miras de los lectores, aun de los que opinan diferente.

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En las últimas dos semanas ha ocurrido, en cambio, un hecho que no dudo en calificar como alejado de toda buena práctica periodística: la toma de posición sobre la actuación deportiva y personal de miembros de la Selección saltó, de pronto, del mero análisis deportivo a otro plano, absurdo desde donde se lo analice: el plano de la grieta política. Desde algunos medios habitualmente comprometidos con la oposición al gobierno actual, surgieron opiniones desbordadas, que trasladadas al papel parecieron más diatribas que conceptos fundados en la buena práctica de este oficio. Se emplearon términos poco felices, cuando no dignos de rechazo. En el mismo orden, los comentarios surgidos del otro lado del abismo no fueron más acertados, en particular desde los espacios televisivos y radiales dominados por el fervor oficialista: se identificó a buena parte de aquellas opiniones poco felices con los partidarios de la coalición opositora, hasta el extremo del empleo de palabras gruesas para calificarlas.

Parece que el negocio está en echar leña o nafta al fuego, instalando lo que debe ser una fiesta popular, como lo es esta celebración que culmina hoy, en los depósitos de armamentos en esta guerrita llamada grieta. Asombra ver y escuchar posturas que nada tienen que ver con el fútbol y su fenómeno masivo, posturas casi siempre alejadas de lo que está pensando, queriendo, festejando el conjunto de los hinchas y también de los que no lo son de manera habitual. Una vez más, las consecuencias de ocupar uno u otro extremo de la grieta alejan lo importante de lo superfluo, y también muestran cómo quienes tienen responsabilidad en aportar a la paz de la sociedad prefieren aferrarse a mínimas anécdotas y hacerlas crecer para que parezcan importantes.

Retomando la opinión del misionero Spivak, creo que va llegando la hora de que un inmenso, unánime mea culpa desplace la verborragia negativa (en general, injusta) de los periodistas, comunicadores (o como se les quiera llamar) que prefieren hablar de política sectorial en lugar de ocuparse del fútbol, ese juego-arte que emociona hasta llevar el corazón hasta su límite de aguante.