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aprendizajes

Víctimas y victimarios

Hay que comprender que no es fácil. No es fácil hacer una distinción tajante, trazar una línea, decir “de este lado esto y de este otro lado esto otro”.

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Hay que comprender que no es fácil. No es fácil hacer una distinción tajante, trazar una línea, decir “de este lado esto y de este otro lado esto otro”. Se logra, sí, no es imposible, se logra con un poco de reflexión. Pero a reflexionar se aprende. No nacemos pensando. Nacemos respirando, gritando, llorando, pero a pensar hay que aprender. La escuela ayuda, de acuerdo, pero la escuela pública aquella que teníamos y ya no tenemos. La familia debe ayudar. Y la sociedad, bueno, a la sociedad le queda más cómodo decir “no es para tanto”, o “qué ganas de buscarle cinco patas al gato”. Y, no, querida señora, amable señor, cuando se trata de la justicia, no, no, y no. La revictimización de la víctima es uno de los pretextos más rastreros y siniestros de los que una sociedad puede hacer gala. Que en Villegas o en Olavarría o en la Loma del Quinoto o en donde sea se armen marchas para defender a los presuntos y/o ya probados delincuentes, es indignante. Porque a la vez que se dice de ellos que son “taaaan buenos muchachos” se dice que la chica era “ligerita” o “no era trigo limpio”. Cosa que, uno, para el suceso del que se trata, no pesa en la decisión de la justicia; dos, se traslada el peso de la culpa del o los victimarios a la víctima, que es invariablemente alguien más débil, más frágil, más vulnerable que el otro, el que planea y ejecuta el abuso. Dije victimarios y no me retracto: puedo imaginar cómo envolvieron y convencieron a la nena, porque en ese momento era una nena, para que se encerrara con ellos tres en algún lado. Fue tan fácil, son tan buenos muchachos, tan simpáticos, tan macanudos. Tan delincuentes. Hay que aprender, señora, señor, ¿no le parece? Hay que aprender la ley, palabra por palabra, letra por letra.