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Defensor de los Lectores

Videla y su fantasma

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Ambas ediciones de la semana pasada –sábado 18 y domingo 19– dedicaron sus principales espacios en la tapa a la muerte del dictador Jorge Rafael Videla. De esa cobertura sólo referí, en mi columna del domingo, un error en un epígrafe de la página 12 del sábado, donde el médico partero José Luis Magnacco (condenado por su participación en partos de cautivas en la ESMA y posterior supresión de la identidad de los bebés) fue confundido con el dictador Reynaldo Bignone; y el represor del III Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez, con el ex jefe de la Policía Bonaerense Miguel Etchecolatz. Fuera de esa gaffe, PERFIL desarrolló una cobertura importante y valorable de este acontecimiento, al que le adjudicó una extensión, una densidad y una diversidad de notas y columnas realmente ponderables. Sin embargo, me extrañó lo exiguo del espacio destinado a la apertura del tema, en la página 8 (a la que continuaron otras cinco páginas en la sección Política): un título a tres columnas, con tipografía generalmente utilizada para notas de menor trascendencia, que decía: “A Videla lo encontraron muerto sentado en el inodoro de su celda”. Ese detalle, por sí solo, hubiese ameritado una dimensión mayor; y esto, sin mensurar la importancia del personaje y la continuidad del tema a lo largo de tantas páginas.
Siguiendo con la cuestión, le respondo al lector Raúl Stile, que critica la columna del editor de Internacionales, Rodrigo Lloret, por no haber mencionado que el primer canciller de Videla, César Guzzetti, fue muerto a balazos por un comando montonero y que el estado crítico en el que quedó obligó a su reemplazo por Oscar Montes. Debo decirle al lector que, si bien es correcto lo que recuerda, ese hecho no hace a la columna publicada, que se refería a las relaciones políticas entre la Argentina y los Estados Unidos durante la dictadura y no al caso puntual de Guzzetti y su reemplazo, que en nada modificó la relación entre ambos países.
El sábado 18, las páginas 50 a 53 fueron ocupadas por una selección de respuestas de Videla al periodista Ricardo Angoso, de la revista española Cambio 16. Hubiese sido necesario aclarar que esa entrevista, concedida por el dictador en la cárcel, fue por demás complaciente, sin repreguntas cuestionadoras o aclaratorias, ni intención de la más mínima actitud crítica.

Otros temas. El gran periodista colombiano Daniel Samper Pisano dijo que “el empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal”. No llega a tanto la nota de la página 52 en la edición del domingo 19, referida al apoyo de personajes públicos en favor de la liberación de los integrantes del conjunto Callejeros. Sin embargo, en su texto hay dos entrecomillados que orillan una suerte de asesinato para con la buena escritura: en uno, son 26 líneas entrecomilladas, con cuatro puntos para separar oraciones y aclaración de quien habla al final de la construcción. Poco más adelante, otras 22 líneas con tres puntos y el mismo error. Hay en ambos casos dos palabricidios: uno, la extensión exagerada del entrecomillado; el otro, un error insalvable de construcción gramatical.
u Una errata común, aunque cuestionable, ocurrió con la volanta de la página 60, referida al cáncer de mama. Uno de esos pícaros duendes que suelen hacer travesuras en las redacciones robó dos letras y quedó “cáncer de ma”. Es difícil detectar si fue un error de corrección o se le escapó el conejo al jefe de cierre, que vengo a ser yo.
u Confieso que me provocó desagrado el contenido de la columna que Guillermno Piro publicó en Asuntos Internos del suplemento Cultura el domingo 19. Piro querrá crucificarme por mojigato, que no lo soy, pero el lenguaje me pareció excesivo e insistente en el empleo de palabras, digamos, soeces.
En la página 24 del mismo domingo, Nelson Castro incurre en una omisión que minimiza el impacto posible de las cifras que reproduce: afirma que la venta en supermercados cayó el 10%, con una pérdida mayor (17%) en electrodomésticos y alimentos. El columnista no da cuenta de la fuente que llegó a esa conclusión, práctica imprescindible para dar mayor credibilidad a los datos aportados.