Lentamente se va recuperando la vida normal en el país, frente a la disminución de las infecciones por covid y las muertes. El aumento de las personas adultas y ancianas cubiertas por la vacunación está en los niveles necesarios para el control de la pandemia. Esto, sumado al comienzo de la primavera, período que en general facilita la vida al aire libre y la mayor aireación de los ambientes cerrados, son aspectos que sabemos, incluso por la experiencia del año pasado, que ayudan a disminuir la pandemia. Por eso ahora empezamos a ver qué ocurre y cómo se registran cambios en la población, y muy especialmente en las familias, sin importar cuáles sean. Como siempre, no es lo mismo según la condición económica, así como el lugar de residencia, entre las variables más importantes, pero no las únicas a considerar.
En primer lugar, cabe aclarar que se acepta universalmente que la vida pospandemia no será lo mismo que antes. Que hay cosas que cambiaron, algunas para bien, otras para peor. Se habla entonces de la “nueva normalidad”. La situación económica en que quedó la población, que en general se empobreció por la reducción de ingresos, no se recupera rápidamente para quienes perdieron su trabajo o para quienes son trabajadores por cuenta propia y no pudieron trabajar por mucho tiempo y ahora les cuesta recuperar el nivel de empleo previo.
Por la pandemia, al reducirse los ingresos de la mayoría y al permanecer sin colaboración tantos meses, en muchos casos hay actividades que las incorporaron las familias. Por eso a muchas personas trabajadoras por cuenta propia, mujeres y hombres, les cuesta recuperar las actividades pagas que antes hacían. Para quienes perdieron el trabajo la recuperación es mucho más lenta y en algunos casos, casi imposible, especialmente según la edad.
Por eso la “nueva normalidad” es muy diferente en cada caso y la pobreza es la realidad de la mayoría de la población, especialmente en un país donde un poco más de la mitad de la población vive bajo de la línea de pobreza, y muchos tienen reducidos sus ingresos. ¿Pero eso en qué cambia la vida cotidiana?
La nota de Clara Fernández Escudero en 50/50 el domingo pasado señala un aspecto clave en la “nueva normalidad”, como es la experiencia de las mujeres madres según tengan hijos pequeños. Estudios como el de Cippec indican que en 2019 las mujeres madres en edad activa participaban menos en el mercado laboral (68%) que las sin hijos (73%), algo que era opuesto en los hombres: los que tienen hijos participaban en un 97% mientras que los sin hijos solo el 90%.
Los investigadores analizan qué pasa frente a la recuperación actual y observan que las mujeres madres de hijos pequeños recuperan más lentamente la participación laboral. Si bien la maternidad siempre produjo caída de la participación de las mujeres en el mercado laboral, ahora es mayor, y esto muy claramente se debe al aumento de la carga de los cuidados. Durante la pandemia la mayor carga de los cuidados recayó en las mujeres. Ahora con la recuperación persiste esa sobrecarga y es por ello que las mujeres madres, y especialmente las con hijos pequeños, son las más afectadas.
Para superar esto es imprescindible contar con un sistema de cuidados, especialmente para los niños pequeños, menores de 5 años, responsabilidad principal del Gobierno, a través de políticas públicas que incluyan la asignación presupuestaria. Esto se debe acompañar del trabajo para modificar la distribución de las responsabilidades de los cuidados dentro de las familias, donde los hombres deben ampliar su participación. Este cambio cultural requiere leyes que permitan y favorezcan esto, como las licencias parentales por nacimiento y por cuidados de hijos, algo que aún no existe. Esperamos se vean pronto estas medidas.