Las legislativas de hoy domingo transcurren en medio de un clima de agitación acelerado en los últimos días. Cómo afectará semejante temperatura a los votantes es acaso la principal incógnita entre los protagonistas de la elección.
El hallazgo del cadáver de Santiago Maldonado convulsionó aún más un escenario ya agrietado por la polarización. Sectores de Cambiemos y del kirchnerismo no han encontrado otros recursos que no sea echarle nafta al fuego. Algunos funcionarios, dirigentes y adherentes de ambos “bandos” (incluidos ciertos medios de comunicación y periodistas) se han sumado a ese ejercicio con tanto entusiasmo como irresponsabilidad.
La desquiciada lógica de que no importa la búsqueda de verdad y justicia, sino abrazar mentiras y medias verdades que sólo ratifiquen nuestra posición original, atraviesa estos tiempos y puede tener efectos muy peligrosos. Ya los hemos vivido y cruzado en tiempos remotos y no tanto. Pero insistimos, como si no hubiéramos aprendido.
El fanatismo impide ver las contradicciones y errores de unos y otros. En un caso como el de Maldonado, la mayor responsabilidad siempre es del Estado, sea desde el accionar de una fuerza de seguridad (porque Santiago no murió nadando en una playa sino, como mínimo, escapando de los gendarmes que reprimían una protesta) como de la Justicia.
Que en principio el cuerpo de Santiago no presente lesiones, según sostuvo el juez Lleral tras la autopsia, no exime de responsabilidad a la Gendarmería aunque sí daría por tierra la hipótesis de que miembros de esa fuerza habían “chupado” a Maldonado y plantaron luego su cadáver en el río Chubut. Eso agitó el cristinismo. O que lo chuparon y plantaron los propios mapuches. Eso agitó el macrismo. Apenas dos muestras de la locura reinante. Hubo y hay muchas más.
Quien mejor desnudó el grado de alienación que nos rodea fue la familia Maldonado, que no sólo debió padecer la desaparición y muerte de Santiago. También el destrato del Gobierno y de la Justicia (con Otranto, el magistrado inicial de la causa) y el uso político que intentó hacer el universo K, con el fin de demostrar la descabellada idea de que vivimos en una dictadura. Aún así, mantuvieron y mantienen su permanente reclamo de esclarecimiento y Justicia. No es la primera vez en la historia argentina que las víctimas dan ejemplo.
Esa lógica racional, chocante ante los exabruptos generalizados, podría cimentarse en bases más firmes si el juez Lleral mantiene su labor profesional y seria en pos de saber qué pasó, le convenga o no a quien sea. La intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense, respetado a nivel global, va en la misma dirección.
Pero no solamente el caso Maldonado aportó fuego al pantanoso clima preelectoral. La detención del ex segundo de Julio De Vido, Roberto Baratta, en una causa por importación de gas licuado, y el probable futuro carcelario de su antiguo jefe corrobora lo servicial que puede resultar Comodoro Py cuando surfea los vientos del poder.
Que el juez que ordena estas detenciones, procesamientos y desafueros sea Claudio Bonadio tampoco llama la atención. El mismo que absolvió a Cristina por su abultado patrimonio, luego de la reelección por el 54% en 2011, es el mismo que ahora va contra todo lo K. Con más o menos pruebas. La ex presidenta y hoy candidata será indagada por Bonadio por la causa del Memorándum con Irán. Ya la procesó e indagó en el expediente de dólar futuro. Vale todo. Y no es difícil de imaginar el epílogo.
Otra vez, como en el caso Maldonado: de lo que se trata es de hacer justicia y establecer responsabilidades. Si se disponen de detenciones o indagatorias basadas más en los deseos que en las evidencias disponibles, estaremos ante una nueva repetición de errores que abren puertas peligrosas, alejadas de una democracia republicana. Y abrirá las de la revancha política, como denuncia ahora el kirchnerismo, después de haber estado al frente de una cleptocracia pocas veces vista, como ha investigado y demostrado PERFIL desde hace doce años.
Tal vez, entonces, estemos hoy ante la oportunidad de poder elegir algo más que nuestros representantes ante el Congreso, definir gobernabilidades o potenciales candidaturas presidenciales para 2019. Este pantano de desconfianzas y venenos no puede ser nuestro único destino.