Está claro que la selección española logró descifrar cómo jugar sin Messi. Está claro que vamos a tener que escuchar a todo lo que da está muletilla dantesca: “Qué lindo volver a verte, Argentina!” Está claro que o se es “periodista” o se es “deportivo”, las dos cosas juntas no van.
Es probable que las feministas radicales le exijan a Sanpaoli que incluya mujeres en la lista final de convocados. Que el “bidón de Bilardo” al lado de lo que puede hacer la KGB de Putin con las armas químicas es cotillón de Carnaval. Que el gobierno de Macri planea intervenir la conducción de AFA y poner en lugar de Sanpaoli a Patricia Bullrich y que en ese caso el 9 de la Selección ya sabemos quién sería… un delantero que tira por la espalda. Que a Gonzalo Higuain el arco rival, por un trauma que arrastra desde las últimas finales jugadas, se le vuelve tan chiquito como la madriguera de Jerry, el ratón.
Seguro también que Netflix ya está posproduciendo un documental de cualquier cosa con el Mundial. Que Javier Mascherano va a ser titular. Que Messi después de perder la final se retirará de la Selección. Que Messi después de ganar el Mundial se retirará de la Selección. Que los campeones del 86 seguirán siendo los últimos campeones. Que el tatuaje rectangular, negro, en la pierna de Messi, no es un homenaje al rectángulo negro que aparece en las páginas finales del Limonero real, de Juan José Saer. Que la Selección la dirige un tipo que tiene tatuado el nombre de Callejeros. Que es difícil ganarle, por eso, a la selección de España, cuya afición coreaba un tema de Jack White.
Que cualquier argentino/a que no fuera Sampaoli y le hubiese tocado dirigir la Selección nacional en el amistoso contra España hubiese sacado un resultado mejor. Que era verdad lo que le dijo Sanpaoli a ese policía que lo detuvo en la ruta: “Vos sos un gil y yo gano un montón de plata”.
