COLUMNISTAS
Crecimiento económico

¿Y encima hay que festejar?

 20221106_zygmunt_bauman_cedoc_g
Zygmunt Bauman. Gestó la categoría de “liquidez” para ilustrar cómo funciona la sociedad. | cedoc

Nada de lo que se dice en Economía es verificable o sancionable, pero en cambio cualquier cosa es perfectamente demostrable. Esta sentencia de Bernard Maris, economista y periodista francés asesinado en 2015 en el atentado terrorista contra la revista Charlie Hebdo, viene a la mente ante la afirmación de Alberto Fernández de que, contando el presente, Argentina tendrá tres años consecutivos de crecimiento económico, y que el Producto Bruto Interno (PBI) aumentará un 5% en lugar del 4% previsto. Como el PBI, que mide el valor de mercado de la totalidad de bienes y servicios producidos en un país, no contempla el trabajo en negro, las actividades informales, las tareas no remuneradas, las cifras que mueven el narcotráfico, el juego clandestino, el contrabando, las comisiones que circulan entre corruptos y corruptores ni los montos de dinero que se desvían desde las diferentes cajas (o botines) del Estado, es imposible saber de qué trata el mentado crecimiento económico que, según el Presidente, habría que festejar. En definitiva, como decía el filósofo, matemático y premio Nobel británico Bertrand Russell (1872-1970), “la economía solo dice que un cuadrúpedo es un animal con cuatro patas”.

El odio y la justicia

Es decir que pavonearse de un crecimiento económico no significa más que desenfundar cifras que en Congresos, Convenciones y Foros especializados pueden dar cierto lustre, pero que bocetan un aspecto muy limitado de la realidad económica de un país. En los números y en la teoría hasta el óptimo del economista italiano Vilfredo Pareto (1848-1923), según el cual no se puede beneficiar a una persona sin perjudicar a otra y viceversa, funciona, pero cuando aparecen la realidad, lo aleatorio y las personas de carne y hueso otro es el cantar. Ahí cobra cuerpo una de las cuatro grandes mentiras sobre las que se establece un pensamiento excluyente para explicar el mundo, según explica Zygmunt Bauman (1925-2017), el luminoso pensador polaco que gestó la categoría de “liquidez” para ilustrar cómo funcionan hoy las sociedades y las personas que las habitan. En 2013, en su libro ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? Bauman ponía en el primer lugar de su lista a esta mentira: “El crecimiento económico es la única manera de hacer frente y superar todos los desafíos y los problemas de la coexistencia humana”. Allí recoge la idea de “estado estacionario”, de John Stuart Mill, pionero del moderno pensamiento económico. El crecimiento no es ilimitado, decía Mill, llega a un punto final en el que se estaciona, y en el que la vida de todos sería mejor…si unos (los ricos) dejaran de pensar en enriquecerse más y otros (los pobres) de mejorar su condición.

La cuestión, pensaba Bauman, no es cuánto se crece sino a manos de quién va a parar esa riqueza. Si quienes enarbolan cifras bajaran a tierra y preguntaran a los que trabajan en negro, sin cobertura social, a los que perdieron su trabajo, a los que no consiguen empleo, a los que cierran comercios y pequeñas y medianas empresas, a los que pasaron a formar parte del 40% de pobres y a los 2,6 millones de indigentes (estas cifras sí que encarnan en la realidad) qué piensan del crecimiento económico, si se sienten satisfechos con esos índices y  si saber que el PBI aumentará un 5% les devuelve la esperanza, es posible que se encuentren con respuestas que pongan en riesgo su integridad física, además de las desagradables menciones a sus familias y ancestros. En el estado actual de las cosas (y en esto es una de las pocas cosas en que Argentina no difiere del mundo) el crecimiento económico termina en una distribución que hace a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Pero además ensancha una profunda fosa de un lado de la cual los ricos son cada vez menos, cada vez más opulentos e indiferentes al resto de la humanidad, y la cantidad de pobres aumenta en la medida en que desaparecen las clases medias. A esto los gurúes económicos responden con estadísticas que quieren demostrar lo contrario y con fábulas sobre el derrame del crecimiento. Pero las personas no son números y la economía que las olvida es una cáscara vacía.

*Escritor y periodista.