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...Y la cuarentena va

Se ha instalado la idea falaz de que pandemia y república son conceptos incompatibles.

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‘Lo importante es la salud...’ Cristina Fernández. | Pablo Temes

No hubo misterio ni novedad: la cuarentena sigue. Para algunos se asiste a una especie de enamoramiento por parte del Presidente de esta medida que ha llevado su popularidad por las nubes. En verdad, lo que hay es temor. El así llamado “corrimiento de la curva” genera alivio e incertidumbre, al no saberse a ciencia cierta cuándo llegará el pico. Por eso –y después de algunas discusiones inútiles– se termina aceptando la iniciativa de los testeos masivos.

Es la única manera que hay para determinar cuál es el grado de circulación del virus en la comunidad.

Es indiscutible que el aislamiento social preventivo viene dando hasta aquí los resultados esperados: la cantidad de casos no se ha disparado. El desafío es y será cómo salir, algo nada fácil.

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Uno de los datos inquietantes que la pandemia arroja en nuestro país es la cantidad de integrantes de los equipos de salud que están infectados con el SARS-Cov 2, que es el nombre técnico que se le ha dado ahora al coronavirus. No es casual. Es producto esencialmente de dos factores: la falta de equipos de protección adecuados y del pluriempleo. Una verdadera paradoja en relación con los aplausos que a las 9 de la noche la sociedad les brinda a médicos, bioquímicos, enfermeras y paramédicos que arriesgan literalmente su vida cada dia. Son muchos los profesionales de salud que expresan su enojo ante los avatares que deben enfrentar en el ejercicio de sus tareas: malos salarios, malas condiciones de trabajo, mal trato y un largo etcétera de quejas.

La idea de traer médicos cubanos no ha hecho más que ahondar esa disconformidad. Esta iniciativa carece de todo fundamento serio. El uso político que hace Cuba de sus médicos y la explotación a la que los somete es algo muy bien conocido. A eso se le debe agregar la leyenda de la fabulación sobre un nivel de excepcionalidad de la medicina cubana que no es tal. Como tampoco es excepcional la calidad de medicina al que puede acceder el común de la gente en la isla. Los lugares de elite como el Instituto Cardiovascular o el Cimeq son para los miembros del gobierno y para los extranjeros que pueden pagarlo.

Por lo demás, lo que se ha dicho es que los médicos que vendrán lo harán para actuar en la segunda línea, es decir para atender patologías distintas a la del coronavirus. ¿Hará falta decirles a los integrantes del Gobierno que para eso hay médicos de sobra en la Argentina?

¿A las puertas del default? Nadie sabe cómo va a terminar la jugada del Gobierno en su renegociación con los acreedores privados primero y con el Fondo Monetario Internacional después. Lo que está claro es lo que representaría para el país caer otra vez en default. El aislamiento del mundo dejaría al país y a sus empresas sin crédito; los fondos buitre estarían otra vez al acecho, buscando comprar bonos argentinos a precio vil para luego reclamar el pago de su valor total ante tribunales extranjeros. Es decir, un escenario de ruina.

No son las únicas tensiones de la economía. En el Gobierno hubo en la semana mucha discusión sobre la disparada del dólar y el funcionamiento del sistema bancario, del que el Presidente es muy crítico. El rumor sobre un posible cambio de la Carta Orgánica del Banco Central inquietó a su titular, Miguel Pesce. Hay fastidio por la falta de créditos a bajo costo para las empresas.

Pandemia y República. Los graves incidentes del viernes en el penal de Villa Devoto no fueron producto de la casualidad. Cuando se produjo la escandalosa decisión de otorgarle el beneficio de la prisión domiciliaria sin ningún fundamento serio a Amado Boudou, se encendió la mecha para una rebelión en las cárceles. Para ello tampoco fue ajeno el insólito pedido hecho por el secretario de Derechos Humanos de la Nacion, Horacio Pietragalla Corti, para que la Justicia procediera a liberar a Martín Báez y a concederle la domiciliaria a Ricardo Jaime. Nada que sorprenda de este funcionario prohijado por Cristina Fernández de Kirchner, más preocupado en proteger a condenados y a utilizar la bandera de los derechos humanos en pos de un objetivo: la impunidad de condenados y acusados por graves delitos de corrupción. Ante tanta arbitrariedad, la reacción de los internos de Devoto no sorprendió.

Y mucho menos cuando se los proveyó de teléfonos celulares con los que se pueden comunicar con quienes quieran. ¿A quién se le ocurrió esta “brillante” idea –una verdadera bomba de tiempo– que les permite a los presos actuar en red? Debería preocupar al Gobierno la advertencia que hicieron los cabecillas sobre la posibilidad de una oleada de motines en las distintas unidades penitenciarias del país.

El problema de la sobrepoblación y de las malas condiciones de la mayoría de las cárceles es de vieja data. Los internos deben ser alojados y tratados con respeto en aras de lograr su reincorporación a la vida en libertad.

Eso no tiene nada que ver con lo sucedido el viernes. En el acta acuerdo firmado se habla de reducción y de conmutación de penas.

Si la consecuencia de todo ello es también la impunidad, quedará instituido un precedente que pondrá en riego a toda la sociedad.

La falta de actividad del Congreso es también inquietante. Al oficialismo le interesa un solo tema referente al funcionamiento del Poder Legislativo: la sanción del impuesto “por única vez” a las grandes fortunas.

No hay en el horizonte ningún otro asunto que mueva al Gobierno a darle vida a la actividad de diputados y senadores. Así como los supermercados o los bancos, las instituciones son también servicios esenciales a pesar de lo que muchos de su miembros hacen día a día para desprestigiarlas. Lo mismo vale para el Poder Judicial.

Parecería haberse instalado la idea de que la República es incompatible con la pandemia. He ahí una falacia tentadora y peligrosa.