Atrás, en los vinos, dice que hay que beberlos con moderación, y esa leyenda, como otras, es interesante. Vive en su texto la fantasía de que lo que relata sea aceptado como orientación de la conducta para el individuo que está por consumirlo. Es decir que se imagina que la sociedad puede recibir mensajes y actuar casi directamente en consecuencia. La ilusión de la orden, y el seguimiento de la orden, es uno de los enormes asuntos que desesperan al análisis de la modernidad. Tratado bajo el término genérico de “poder”, se expresa la capacidad de seguir la orden de otro como propia y, por lo tanto, es poderoso o débil aquel que lo logra o no lo posee o lo pierde. En este territorio posterior a las PASO, podría Cristina Kirchner estar representando, en su repetición pública, a aquel que ejerce el rol de perder poder.
En su gobierno, la exposición pública era recurrente pero en formato seleccionado y limitado. La comunicación de la gestión se montaba en una representación dirigida sólo a su gusto. Desde el atril hablaba con aplausos y risas de sus seguidores en escena, es decir observando allí mismo sus relatos de gestión, y en cadenas nacionales estructuraba un recorrido tipo “vía satélite”, con fábricas que se abrían o nuevas inversiones. Esa transmisión era un ejercicio de dominación, desde las órdenes a sus vecinos de mesa hasta el pedido de la transmisión. Ella era el programa de televisión, ella entrevistaba y los demás respondían en la línea de sus deseos. En estos días, su constante exposición pública en entrevistas nos habla de un nuevo lugar de poder, en realidad lo hace de un poder decreciente.
Durante la campaña presidencial de 2007 y de 2011, la necesidad de exposición a la prensa fue muy baja. Incluso el recorrido a las PASO de este año fue con una mínima cantidad de actos y de presentaciones ante el público masivo. Mientras en las campañas a presidente su poder real lo permitía, en las PASO que acaban de suceder resultó una muestra de desajuste con la realidad. Cristina Kirchner se resiste a reconocer el cambio del tiempo, y el electorado parece querer recordárselo de manera creciente. Ahora, en su secuencia llamativa de enorme cantidad de entrevistas, parece por primera vez estar dando señales de reconocimiento del tiempo que ya no es más.
Es difícil establecerlo con claridad, pero las señales que las mediciones desprenden son las de un oficialismo fuerte y de una Cristina no sólo con dificultades para aumentar sus votos, sino con posibles pérdidas. Su insistencia en dar entrevistas, su aumento en la exposición pública, son señales del reconocimiento de que lo que antes sobraba hoy ya no alcanza. Mientras el voto al kirchnerismo no necesitaba leyenda para pedirlo, Cristina reclama para sí la necesidad de que no se olviden de votarla e intenta guiar al electorado a una conducta contraria a Cambiemos. Igual que a las bebidas con alcohol, ya casi pide que se lo vote con moderación para evitar lo que podría suceder en dos semanas con una población embriagada del nuevo oficialismo.
El proceso de salida del kirchnerismo ha sido hasta ahora una seguida y constante transición, en donde unos no terminan de apagarse y los nuevos, de dominar plenamente. Observar el momento mismo del cambio es especialmente difícil, y algo de esa dificultad nos ha rodeado en este tiempo desde 2015. Ese modo de articular la campaña este año, como si fuera 2011, es más un signo de dificultad en la transición que de visión estratégica. La sorpresa de algunos ante la paridad en provincia de Buenos Aires es también la señal de su dificultad por ser contemporáneos del nuevo tiempo. Con un resultado nacional abultado, y una victoria marcada en el planeta bonaerense, la sociedad argentina estará dando comienzo simbólico y real al macrismo y dejará de ser un cuerpo social en transición a otro de nueva dominación.
Tengo entendido que el rating durante las entrevistas a Cristina Kirchner baja. La acción por intentar evitar perder tiene el efecto contrario, es decir la huida de los espectadores y, por lo tanto, la imposibilidad de recibir la chance de cambiar sus votos. Para ella, es tiempo de reconocer que los días de gloria ya son la canción del pasado, aunque todavía el 22 de octubre pueda dar sorpresas. Por ahora, la mayoría cambia de canal. Esto es así, la gente se divierte más con los programas nuevos.
*Sociólogo. Director de Quiddity.