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¿Y si voto por Lavagna?

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Experiencia. Ostenta solo su currículum como atractivo. | cedoc

Y si voto a Lavagna? Los trascendidos sobre la futura política económica de Alberto Fernández confirmarían los dichos del histriónico comediante Javier Milei cuando califica a Mauricio Macri de socialista y a Marcos Peña de socialdemócrata. Todos podemos entender que un candidato con 100% de posibilidades de ser ungido presidente trate de evitar las definiciones y utilice eufemismos  para referirse a su programa de gobierno.

Las reticencias pueden ser parte de la estrategia de mantener la cohesión de su base electoral conformada por diferentes fracciones, todas interesadas en deshacerse de este gobierno calificado entre los más suaves adjetivos como neoliberal. Los esfuerzos están concentrados en evitar la dispersión de los sectores moderados que adhirieron atraídos por los antecedentes y la moderación del  lenguaje del candidato. Esto explicaría que el  ganador haya elegido viajar a Portugal y España, ambos con gobiernos socialdemócratas,  y quizá siga a Perú y México. La visita a Lula da Silva quizás haya sido parte de su campaña para mantener la simpatía de algunos  y también para irritar a Jair Bolsonaro, que solo provoca rechazo en el electorado nacional.

Las informaciones de prensa dicen que Alberto Fernández tiene entre sus asesores a renombrados economistas alineados con la ortodoxia, muy alejados del próximo gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicilloff, cuya propuesta básica es cubrir el déficit con emisión hasta tanto la capacidad productiva alcance el 100% de ocupación. También forma parte de su equipo un grupo de economistas jóvenes entre los cuales se distingue Emmanuel Alvarez Agis para transmitir mensajes tranquilizadores a los fondos de inversión. Los economistas como Guillermo Nielsen, Martín Redrado o Carlos Melconian solo pueden  insistir con buen acierto en un presupuesto equilibrado y avanzar hacia un superávit para bajar el riesgo país que permita retornar a los mercados de capitales. Todo muy parecido al programa de gobierno de Mauricio Macri, que se tomó su tiempo para ajustar las cifras mientras recurría al endeudamiento para cubrir la brecha.

Carlos Melconian y Federico Sturzenegger le reprochan a Macri haberlos dejado en el andén después de haber elaborado el programa de gobierno en la Fundación Pensar y haber elegido a Alfonso Prat-Gay que acompañó a Elisa Carrió y a Hermes Binner.

En las PASO, Juntos para el Cambio ofreció más de lo mismo, como si hubiera obtenido resultados auspiciosos. La única variación fue la incorporación de Miguel A. Pichetto como remolcador de un barco a la deriva. La continuidad de Peña, Dujovne, Quintana, Lopetegui, Pompeo, Stanley y Aguad sumaban un peso excesivo para la capacidad de arrastre.

La prensa también propagó el rumor de un régimen especial para  Vaca Muerta basado en el utilizado para los contratos con Chevron firmados en 2013. El objetivo sería blindar las inversiones en el yacimiento de las vicisitudes de la economía para mejorar los resultados en un plazo breve. La aprobación de este proyecto haría empalidecer de envidia a Juan José Aranguren y forzaría a Pino Solanas a tomar varios digestivos para no atragantarse cuando levante su mano en el Congreso Nacional.

Entre la vaguedad para mantener la unidad de un frente heterogéneo y la perplejidad del oficialismo se encuentra el tercer candidato que ostenta no mucho más que su currículum como único atractivo. Tiene un largo pasado en puestos oficiales  del cual sobresale su tarea exitosa en el Ministerio de Economía entre 2002 y 2005. Las ideas y la forma de trabajo de Roberto Lavagna son conocidas. Está confirmado que los electores no votan por los antecedentes o propuestas y que prima el sentimiento de identificación. Los candidatos tienen la oportunidad de seguir manejando el despiadado fisgoneo de la crítica y las promesas o aprovechar  el resto de la campaña para presentar sin eufemismos sus propuestas. Será mucho pedir disipar las brumas y aportar  soluciones. Es muy difícil. Siempre resultará más fácil insistir con el “Vamos a volver” o “Sí, se puede” que hablar con claridad para que el soberano pueda optar más allá de su intuición de género.

 

*Embajador.