Al despertarme de una siesta, me alarmó el audio que me llegó de cliente que me preguntaba cómo lo veía para la embajada en Mendoza y me pedía si podía encargarme de hacer lobby para que él ocupara ese cargo. En lo primero que pensé fue en lo mal que le ha hecho la cuarentena a la psiquis de mucha gente, pero cuando después leí un texto de un amigo cuyano que quería postularse para ser el cónsul de Mendoza en Córdoba, empecé a sospechar que se trataba de alguna psicosis colectiva por tantos de días de encierro. O de una nueva cepa de vino que, mezclada con absenta, alimentaba en los mendocinos la percepción de que son un país aparte.
Grande fue mi sorpresa al ingresar en Twitter y comprobar que la responsabilidad de la idea de la secesión de aquella provincia no recaía en el aislamiento social ni en la ingesta etílica, sino en el hartazgo de ombliguismo porteño que tiene el radical Alfredo Cornejo, quien gobernó la futura República Occidental de Mendoza entre 2015 y 2019. Cuando consulté, en broma, si el bastón de mando se iba a confeccionar con la madera de un tronco de parra, uno de sus asesores me dijo: “Alfredo no estaría pensando en un régimen presidencialista para el nuevo país, sino más bien en una monarquía encabezada por la reina de la Vendimia”.
No había alcanzado a reaccionar, después de enterarme del berrinche separatista, cuando empecé a recibir mensajes de dirigentes cordobeses que, alentados por la arenga de Cornejo, pergeñaban el proyecto de independizar Córdoba. Para conseguir el reconocimiento internacional, me contaron que se proponían designar como representantes diplomáticos al Chino Zelarrayán en Beijing, al Ruso Zielinski en Moscú, al Lagarto Guizzardi en las islas Caimán, a la Vaca Potenza en la India, al Turco Wehbe en Estambul y a Luis Juez en cualquier lugar donde no hablen español, para no correr el riesgo de que se ofendan con sus exabruptos.
Les dije que quizás se estaban apresurando demasiado con sus planes y que debían reflexionar acerca del daño que le provocaría a la Argentina una sangría territorial de esta magnitud, pero ellos se ocuparon de minimizar las consecuencias como si fueran una pantalla de Windows. “Gran Bretaña se fue y no pasó nada, Guillermina Valdés se fue y no pasó nada, Samanta Casais se va y no pasa nada. Si nosotros nos vamos se van a alegrar, porque así entonces fernet va a alcanzar para todos”, me explicó un referente del ala dura del secesionismo, que ya se estaba probando el traje de diputado nacional por la provincia de Ischilín. “Mientras allá sólo toman medidas para el Amba, yo acá me estoy midiendo el ambo”, ironizó.
Más que las viejas Provincias Unidas del Río de la Plata, parece que se vienen las Provincias Desunidas por el Reparto de la Plata, si es que el gobierno nacional no se toma en serio estas amenazas que por el momento no van más allá de lo declamatorio, aunque hay quienes aseguran que Cornejo ya habría solicitado asesoramiento externo para su iniciativa. Me han dicho que habría pedido consejos al primer ministro británico Boris Johnson, al presidente de la Generalidad de Cataluña Joaquim Torra y a la actriz Gwyneth Paltrow, cuyo personaje en la segunda temporada de “The Politician” proclama como discurso electoral separar a California de los Estados Unidos.
Sin embargo, en tanto algunos le ponen fichas a este T.E.G. de cabotaje, afuera los números de la realidad marcan el aumento de los contagios, la caída de la economía y el crecimiento geométrico del posteo de fotos de mascotas en redes sociales. A falta de amigos con los cuales juntarse, la gente se saca selfies con el perro, con el gato y hasta con el hámster, sin contar los que se abrazan a las lombrices del compost y a los dientudos desesperados por volver a la pecera. Pero hay algo en lo que Córdoba sí se ha independizado: después de tantos meses de calma chicha, teníamos que pasar a fase cinco para volver a oler el aroma a gomas quemadas y para escuchar esas bombas de estruendo que son nuestra música más maravillosa.