Para el año 2050, dos tercios de la población mundial residirán en ciudades. Si bien esta tendencia tiene aspectos positivos (como la innovación, la creación de riqueza y la competitividad económica), también presenta un lado oscuro que pone en riesgo la sostenibilidad de las ciudades a largo plazo.
Esa contracara está definida por fenómenos como la desigualdad, la pobreza, la brecha digital, la ineficiencia energética, la ineficaz gestión de los residuos, la contaminación, el deficiente transporte, la vulnerabilidad en la gestión pública y los bajos estándares de gobernanza.
Para aportar instrumentos de medición que permitan a los gobiernos y a la actividad privada conocer cómo está evolucionando el desarrollo integral de las ciudades, el Departamento de Estrategia del IESE Business School junto al Center for Globalization and Strategy creó el Índice IESE Cities in Motion (ICIM). Esta herramienta evalúa las ciudades teniendo en cuenta diez dimensiones clave: capital humano, cohesión social, economía, gestión pública, gobernanza, medioambiente, movilidad y transporte, planificación urbana, proyección internacional y tecnología.
En su cuarta edición recientemente publicada, el ICIM 2017 evaluó 180 ciudades —73 de ellas, capitales—, que representan a un total de 80 países. En ese universo, la Ciudad de Córdoba recibió una puntuación general de 56,70 (sobre 100 puntos posibles), ubicándose en la séptima posición a escala de Latinoamérica, la segunda a nivel nacional (detrás de Ciudad de Buenos Aires y antes de Rosario) y en el lugar 107 en la dimensión global.
Así posicionada en América Latina, Córdoba superó a ciudades como Monterrey, Bogotá, Río de Janeiro, Porto Alegre y Guadalajara. A la vez, fue superada por urbes como las vecinas Santiago y Montevideo, además de São Paulo y Medellín.
“El ICIM no es un concurso de belleza”, advierte el profesor Pascual Berrone, responsable del desarrollo del ranking junto a su colega, profesor Joan Enric Ricart. “Nos ha sorprendido el hecho de que a muchas ciudades incluidas en el índice les preocupa más la posición que ocupan en el ranking que el análisis que se puede derivar del mismo”, agrega Berrone. En su opinión, el valor del ICIM radica en poder leer a la ciudad desde sus fortalezas y debilidades y también en su componente temporal, o sea cuál es la tendencia de desarrollo que trae la ciudad.
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Claroscuros en la Docta. A pesar del relativo buen posicionamiento que logró Córdoba en el ICIM 2017, lo cierto es que descendió cuatro posiciones respecto de la medición de 2014. Al hacerse el análisis comparado se advierte una abrupta baja de calificación en dos dimensiones que son cruciales: economía y capital humano; en ambas, de una puntuación de 40 se pasó a 20.
¿Qué está reflejando esto? Una caída en la dimensión económica está expresando falencias en “el diseño o implementación de planes de promoción económica local, planes industriales estratégicos, generación de clústeres e iniciativas emprendedoras”; como así también “exceso de tiempo que se requiere para poner en marcha un negocio y dificultades para iniciarlo en términos regulatorios”, explican los responsables del estudio.
Por otro lado, debido al sofisticado método de medición que tiene el índice, la dimensión económica remite también al comportamiento que está manifestando la productividad laboral del sistema de producción local. Para los expertos del IESE, “se debe poner énfasis en este punto porque repercute en los salarios reales, en la renta del capital y en los beneficios empresariales”.
Respecto del capital humano, la merma de puntuación pone alerta, fundamentalmente, en la proporción de la población con estudios secundarios completos y de nivel superior. También, en menor proporción, a la cantidad y calidad de la oferta cultural y de recreación.
Un punto importante a considerar es que en la dimensión económica, hoy Córdoba no se diferencia de lo que muestra Ciudad de Buenos Aires y Rosario; por ende, podría tratarse de un retroceso de escala nacional. Por el contrario, al compararse con Santiago de Chile, por ejemplo, las diferencias se amplían en favor de la capital trasandina.
Por el buen camino. Al analizarse el perfil de rendimiento positivo que muestra el ICIM 2017 para Córdoba, se advierte un notable avance en tres dimensiones: planificación urbana (pasó de 60 puntos a casi 80); transporte (de 20 a 60) y medioambiente (de casi 40 a 60 puntos).
La planificación urbana remite a “un crecimiento inteligente de la ciudad”, señala el informe. Esto tiene que ver con planes urbanísticos que “crean ciudades compactas, con buenas conexiones y con servicios públicos accesibles”. En el caso de Córdoba destaca también “el diseño de las zonas verdes y de espacios de uso público”. En menor medida, se puntúa la calidad de las infraestructuras sanitarias y las políticas de vivienda.
Dos dimensiones en las que la ciudad muestra estancamiento (y que son sustanciales a la meta de sostenibilidad en el largo plazo) son la de cohesión social y tecnología.
En cohesión social no avanza más allá de los 60 puntos desde hace cuatro años, cuando Montevideo y Santiago superaron ese límite en la última medición. Córdoba está reflejando dificultades de convivencia entre conjuntos de personas con rentas, culturas, edades o profesiones diferentes, lo cual termina emergiendo en bajos indicadores de seguridad e inclusión ciudadana.
A su vez, la dimensión tecnológica (que pasó de menos de 40 a 45 puntos) está advirtiendo la rémora que existe para superar las brechas digitales en la población debido a la falta de infraestructura y de calidad en los servicios web.
Lejos de proponer un modelo de desarrollo único, los expertos del IESE sostienen que “cada ciudad, que es irrepetible, debe buscar el propio”. No obstante ello, el profesor Berrone advierte: “La experiencia demuestra que todas las ciudades deberán huir de la visión cortoplacista, ampliar su campo de visión, recurrir a la innovación con más frecuencia para mejorar la eficiencia y la sostenibilidad de sus servicios y lograr que ciudadanos y empresas se impliquen en los proyectos”.