Hannah Arendt, en su obra Verdad y Política (1964), afirma que la verdad no puede ser determinada por la política. Ésta es la tarea del filósofo, científico, juez y la de otras profesiones. Los políticos, están "en guerra" con la verdad. No obstante, Arendt defiende la política, como la forma de cambiar el mundo. El problema en Argentina es que algunos economistas profesionales participan de la política y los expertos en economía no debieran vivir ‘en guerra’ con la verdad.
La deuda pública. Como verazmente ha señalado Ricardo López Murphy de la deuda pública, la emitida en pesos, es la más cara del mercado ya que debe cubrir la inflación esperada, la expectativa de devaluación y la retribución real. Aislado de los mercados globales, el Gobierno coloca cada vez más bonos cortos en pesos, acumulando un monto entre Tesorería y Banco Central, que asciende a 32 billones. Reducida a un plazo promedio de vencimiento de tres meses, el riego de default asecha en cada roll-over. Por ejemplo, en junio de 2022 el BCRA debió emitir $ 600.000 millones (1,5 del PBI), para sostener la paridad de los bonos CER y esterilizar la emisión, ruinosamente con la emisión con Leliqs a mínimos plazos y altas tasas.
Rubinstein. “El ratio deuda-PBI, que se había incrementado durante 2015-2019, al tercer trimestre de 2022 ya acumula un descenso al 79,8% del PBI”, por lo cual aseguró que "no es insustentable". Este es un ejemplo claro de mentira blanca; no debe, el viceministro, afirmar que la deuda es sustentable ya que no tiene programa financiero, como se verá. Está claro que prefiere la angustia de los test semanales, al costo político de refinanciar la deuda en pesos.
Reestructuración amigable. Lo que tampoco se dice es que, para llegar a una reestructuración no compulsiva, hay que estabilizar: alinear los precios relativos (tarifas y dólar), reducir el déficit fiscal a cero (no hay financiamiento), explicitar un programa monetario ortodoxo, acordar precios y salarios para romper la inercia y diseñar un programa financiero. No hay ratio de deuda que sea sustentable, ni plan de estabilización exitoso si hay un permanente riesgo de default. En un plan así, habrá perdedores concentrados y ganadores dispersos. Entre los que ganarán estarán los informales, que hoy sufren la inflación; además, habrá sectores que van a quedar sin privilegios. Es que, en economía, las dificultades son veraces e informarlas es un deber de todos los economistas políticos.
Juntos por el Cambio. El comunicado opositor que advertía por la herencia económica de Fernández, originó un debate ineludible pero no de la mejor manera. Más allá de que los conceptos son compartidos por la mayoría, referentes económicos, como Hernán Lacunza y Eduardo Levy Yeyati, aceptaron que fue desafortunado hablar de “bomba de tiempo”; también deberían reconocer el mayor riesgo que nace del silencio que impone la política electoral. No hay, por ahora, quien respalde una reestructuración. Tampoco hacen un análisis contrafáctico, siendo justos con el Gobierno: cuando asumió Massa, la evolución indicaba una situación peor que la actual; no hemos mejorado, solo planeamos a la misma altura gracias a un mínimo ajuste fiscal.
Voegelin. Arendt siguió la línea de Max Weber, muerto en 1920. Para ellos, hay que separar la verdad de la política. El primer crítico serio de Weber, Eric Voegelin (1901-1985), sostuvo que Weber fracasó en su intento de edificar una ciencia política amoral, y por ello elaboró su teoría de una ciencia del orden. Ésta se basa en que la esencia de la verdad es la confianza. Toda su filosofía comienza con la experiencia divina que muestra a Dios como confiable; es que Dios, no miente.