La periodista y escritora cordobesa Fernanda Pérez está presentando por estos días ‘Una mujer con alas’, de la mano de Editorial Ateneo.
El libro reúne las voces de tres mujeres que se encuentran en distintas etapas de su vida y que tienen algunos puntos en común: comparten el ámbito laboral, generan una amistad sólida y están en un momento decisivo de sus vidas.
‘Una mujer con alas’ se suma a sus novelas anteriores: ‘El sacramento’, ‘Las maldecidas’, ‘Los paraísos perdidos’ y ‘La piel no olvida’, que abarcan el género histórico y romántico.
Además, hace algunos meses editó en versión digital (Suma de Letras, Penguin Random House) ‘Cómo escribir una historia de amor’, una suerte de manual con entrevistas a autores del género, referentes literarios y culturales y que incluye además una mirada de los lectores.
El libro aborda temas como el erotismo, el deseo y el romanticismo versus el feminismo. En diálogo con PERFIL CÓRDOBA, la escritora detalló la génesis de su nueva novela y dio su visión acerca de cómo ha evolucionado el género.
—¿Cuál fue la génesis de ‘Una mujer con alas’?
—Es una novela que surgió hace unos cinco o seis años. La empecé a escribir a partir de unos monólogos que iban surgiendo en las voces de estas tres mujeres, que luego fui uniendo y que dieron lugar a un libro, que edité de manera digital y de circulación gratuita para mis lectoras. En ese momento el libro funcionó muy bien. El año pasado surgió la posibilidad de publicarlo con la editorial El Ateneo pero ya habían pasado cinco años; ni los personajes ni yo éramos los mismos. Así que empezamos a desarrollar un proceso de reescritura que fue sumamente interesante y dio lugar a una novela muy emparentada a aquella, pero que es diferente, nueva.
— ¿Cómo fue y cuánto tiempo te llevó la construcción de estos tres personajes que llevan adelante la historia?
—No sé muy bien en tiempo porque no suelo mensurar los procesos. Sí aparecieron dentro mío de manera muy espontánea a través de estos monólogos. La idea eran tres mujeres en una situación de soledad, que les resultaba incómoda, y se empezaban a preguntar cosas sobre sí mismas y sus sentimientos. Tiene que ver con situaciones de crisis en las que empezamos a cuestionarnos cosas que no nos gustan o estamos esquivando respuestas, para tomar vuelo en la vida. Porque a veces hay muchas cosas que no nos permiten avanzar. Empezó a gestarse en 2016 y vio la luz en 2021, así que ha atravesado un proceso y un camino largos.
—¿Cuál es la clave para que una historia de amor funcione?, ¿hay ‘recetas’ o ‘ingredientes secretos’?
—Es muy difícil saber cuál es la clave para que funcione. Sí sé cuáles son los clichés que hay que evitar para que una historia de amor no sea una cosa sumamente edulcorada y poco creíble. La primera tiene que ver con entender que las personas vivimos el amor de maneras distintas. No se puede contar la misma historia de amor para todos los personajes. Creo que el secreto está en tener muy en claro quiénes son los personajes, qué es lo que los enamora y qué los desenamora, para poder constituir lo que se llama esa escena fundante del amor; esa escena en la que un lector o una lectora lee y dice: acá va a pasar algo y empezamos a creer en ese amor. Me parece que ahí está el secreto, es como en la vida, donde tampoco hay fórmulas para saber cómo puede funcionar una historia de amor. En la escritura el gran desafío es contar una historia creíble y poder entender qué puede unir la vida de estos personajes.
—¿Cuál es tu lector ideal?
—Mi escritura está mucho más enfocada a las mujeres pero estamos en un proceso de deconstrucción y hay un montón de hombres a los que les encanta leer y escribir historias de amor, con lo cual también se pueden enganchar en la lectura de este libro (pese a que aún hay ciertos tabúes y prejuicios). Lo
que me sorprende un poco es la edad: veo en las presentaciones muchas chicas jóvenes o adolescentes que se acercan para que les firme el libro. Y yo tenía una idea de una lectora más cercana a los 30 años.
—El amor suele ser degradado por los cánones intelectuales de la literatura, sin embargo es uno de los géneros más vendidos en el mercado editorial, ¿cómo funciona esa contradicción?
—Hay varias cosas. Los cánones literarios se han quedado en un concepto de las historias de amor con un modelo que –y no lo digo de manera despectiva– está más cerca de Corín Tellado. Y lo cierto es que el género ha evolucionado mucho. Las historias de amor, sobre todo las contemporáneas, encuentran en Argentina autores de lujo, donde no todo está puesto en una relación de pareja sentimental, sino que aparecen un montón de temas. La conexión con el propio deseo, con las propias fantasías, con los vínculos, con otras caras del amor. Hoy es un género que ha crecido y que, creo yo, apela al corazón de los lectores y cuando una historia o una obra de arte apela a ese mundo más sensitivo o emocional produce cosas que quedan en el corazón y que perduran. A veces mucho más que aquellas que están orientadas a lo intelectual.
—¿Por qué siguen gustando tanto las historias de amor?
—Porque es un sentimiento que todos alguna vez atravesamos. Es un sentimiento universal, que nos empareja. En temas del amor no hay condición social, sexual o cultural.