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PERSPECTIVAS

Estudio: el costo emocional de la crisis económica que vivimos

Investigadores de la Universidad de Belgrano indagaron sobre los impactos emocionales que está generando una crisis económica prolongada y una situación social en notable declive. Las consecuencias en las relaciones familiares, el vínculo con el entorno cercano y los mecanismos de defensa y salvataje que se despliegan.

13-08-23COSTOEMO
IMPACTO. Casi 80% de las personas consultadas reconoce las secuelas emocionales de la crisis económica. | Cedoc

Un estudio del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano se propuso poner en evidencia la “otra cara” de las crisis económicas: los costos emocionales de convivir con altos grados de incertidumbre y determinar de qué manera se manifiestan en las personas. 

En ese sentido, algunos de los datos arrojados por el trabajo permiten cuantificar estas sensaciones que percibimos en la interacción social en el día a día. Casi 80% de las personas consultadas reconoce las secuelas emocionales de la crisis económica, más allá de las obvias consecuencias materiales. La “frustración” e “irritabilidad” se reconocen como las principales maneras en que el impacto emocional de la crisis se manifiesta.

Otro punto interesante que se destaca de este estudio, es que más del 70% señala que la crisis económica afecta negativamente las relaciones familiares, y con mucha resignación y dolor, se vislumbra que más de 60% cree que las actuales generaciones de jóvenes en el futuro enfrentarán aún peores expectativas económicas en el país.

Orlando D'Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, psicólogo y especialista en medios y análisis de campañas políticas dialogó con PERFIL CORDOBA al respecto de este trabajo.

“Las personas no solo se ven afectadas en las cuestiones materiales y cuantitativas, sino que tienen angustia, frustraciones, desilusión, depresión y eso altera, por ejemplo, su vida familiar. Cada uno lo tamiza de la manera que puede. Y vemos que un 73% nos contestó que eso afectaba las relaciones familiares y la calidad de vida con la familia. Cuando uno es responsable del sostenimiento económico de la familia eso altera muchas cosas, como proyectos que no se pueden encarar, entre muchos otros impactos. Esta crisis altera el estado anímico y eso se vuelca en la vida familiar visiblemente”, dice.

-¿Hay aspectos diferenciales en esta crisis en relación a otras?
-Estructuralmente se repiten las condenas de las crisis económicas argentinas, es decir, hay elevada inflación, inestabilidad en los mercados financieros y Argentina, para variar, incumple sus compromisos de deudas contraídas. Eso sería lo global. El hecho de que la generación de empleo no aparece como una demanda, que la gente tiene empleo, uno lo observa como uno de los datos llamativos. Por ejemplo, llegan extranjeros y consiguen trabajo y si un extranjero consigue trabajo relativamente rápido debería ser más fácil para un local. Lo muy negativo es que se nos da un fenómeno muy perjudicial que es que las personas que consiguen trabajo no logren resolver sus necesidades con sus ingresos.

Este sería el matiz diferente y creo que repercute en la calidad emocional en la vida de la gente. La respuesta que nos dieron tiene que ver con la sensación de que aunque uno la rema, no llega a puerto.

-¿Hay una frustración emocional que luego se traduce en salud física?
-Sin dudas. El cuerpo es una unidad, si vos tenes problemas emocionales de manera permanente la factura física llega. Hay un problema de complejidad importante. La gente reacciona cuando tiene la alarma física porque ahí se asusta, pero todos los profesionales de la salud sabemos que el cuerpo es una unidad y el deterioro emocional y físico llega más temprano que tarde. Es una faceta que se agrega al problema estructural económico.

-¿Cómo compensamos el costo emocional de esta crisis?, ¿Una forma es el consumo de corto plazo a modo de “premio”?
-Ese es un comportamiento que en particular se ve en los sectores medios, por eso vemos los recitales y los restaurantes llenos y vemos una modalidad de consumo que daría la sensación que sólo lo hacen los que tienen solucionado todo lo demás y no es el caso. Te diría que, además, ahí se cruzan otras cosas. Los argentinos sabemos muy bien que cuando hay alta inflación nos tenemos que deshacer de los pesos, por esa conducta de salvataje que tenemos incorporada, sumado a la novedad de que mucha gente no llega a la casa o al auto, es que vemos estas conductas de “darse el gusto”. Se juntaron las dos cosas, el aprendizaje que tenemos de cómo se vive la inflación y éste elemento novedoso del consumo inmediato. Insisto, es un tema de las clases medias y medias altas. La clase media baja no puede darse ni siquiera ese consumo gratificante.

-¿Qué están viendo para la generación que viene?
-Un indicador preocupante que vemos en el estudio es la idea de que por primera vez la generación de nuestros hijos no va a vivir mejor que nosotros. Es muy grave porque se pierde el círculo virtuoso y la idea de que podemos progresar, de que el esfuerzo que hacemos ahora vale la pena porque a mis hijos les va a quedar algo mejor y lamentablemente no es así y entonces se ve el aumento de la migración entre los jóvenes. El fenómeno de la migración se explica por eso, la persona que emigra tiene el componente de la esperanza y acepta todas las restricciones de desarraigo que implica la emigración porque espera que allá esté finalmente mejor y eso sucede porque se perdió eso en el lugar de origen.

-¿Qué grado de responsabilidad deberíamos asignarle a la dirigencia política en nuestro costo emocional por la crisis? ¿Se cruza con la apatía electoral que estamos notando?
-Cuando siempre estamos igual de mal, sea quien sea el dirigente, la gente pregunta para qué hago esto. Creo que la responsabilidad de los dirigentes políticos es la principal, nadie los obliga a hacer política, no es un servicio obligatorio, se meten porque creen que tienen algo importante que hacer. Tienen muchas responsabilidades, pero son un subproducto de la sociedad. Todos tenemos responsabilidad, pero ellos eligen hacerlo. En los países escandinavos no encontrás gente para la política porque les pagan poquísimo y no tienen prebendas. Aquí lo que ha pasado es que el Estado se volvió un agente de colocación de empleo. Tienen que asumir las responsabilidades y los votantes la responsabilidad que los votamos.