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Federico Zapata: “La Cámpora no logró salir de abajo de la pollera de Cristina”

El analista y politólogo sostiene que el ciclo 2019-2023 “fue la última oportunidad” de la organización que “nunca pudo dejar de ser un término peyorativo dentro del peronismo para convertirse en algo nuevo”. La paradoja de ser una organización de poder pero que no ha logrado construido poder.

30-12-2023-La Cámpora
SIN SUCESIÓN. “No hay ninguna figura política que emerja desde La Cámpora, en gran parte por el modo de conducción de Cristina”, sostiene Zapata. | CEDOC PERFIL

Los títulos de los medios nacionales después de las elecciones de octubre fueron coincidentes: “La Cámpora consolida su poder territorial en Buenos Aires”. Controlando 12 municipios del distrito más grande del país, en la organización liderada por Máximo Kirchner se ilusionaban con un triunfo de Sergio Massa para tener un protagonismo central en un gobierno “al que le faltaban tintes peronistas”. Sin embargo, nada salió como estaba previsto y Javier Milei ganó en el balotaje.

¿Fin de ciclo? Algunos referentes del peronismo habían planteado el “fracaso” de La Cámpora, pero en la semana que pasó, Aníbal Fernández fue mucho más allá: habló de sacar a la organización del peronismo. “No representan a los jóvenes quienes a la sombra de Néstor y Cristina han formado una organización que sólo se satisface a sí misma, lo único que hace es conseguirle conchabo a sus amigos, le ha hecho mucho daño al peronismo y al país”, argumentó Fernández.

Federico Zapata analizó para PERFIL CÓRDOBA la realidad del espacio que lidera el hijo de Cristina Fernández y la influencia que pueden lograr en el peronismo que se viene.

-¿Dónde radica el fracaso de La Cámpora? ¿Por qué el peronismo tuvo tres candidatos -en 2015, 2019 y 2023- que no representan la identidad kirchnerista?
-Creo que es un fracaso del dispositivo de conducción unipersonal que encabeza Cristina Fernández de Kirchner, porque quizás haya sido la experiencia generacional en la que más se ha invertido desde el punto de vista político, organizacional y económico de los últimos 15 años, con un objetivo, al menos declarado, de que funcione como una especie de cantera de nuevos dirigentes, pero desde el punto de vista de cómo se construyó se logró el efecto contrario, ya que en todo caso sirvió para generar volumen burocrático desde la ocupación del Estado pero muy poca capacidad de interlocución con la sociedad. Es una organización de poder pero que no ha construido poder. Es un fracaso de La Cámpora, pero el verdadero fracaso está ahí arriba, en la conducción, en Cristina.
  
-¿Qué lugar puede ocupar La Cámpora en la reconfiguración del peronismo?
-Es difícil pensar en el lugar por cómo se fue armando y no logró salir nunca de debajo de las polleras de Cristina. El liderazgo de Cristina es relevante pero en repliegue, en el ocaso de su vida política. Lo que mejor dejó consolidado es (Axel) Kicillof, pero que no es La Cámpora y hay un territorio de muchas disputas. Si orgánicamente el kirchnerismo tiene algún futuro es algo más parecido a Kicillof que a La Cámpora, sobre todo porque ha tenido la posibilidad de dar un salto a la política pero se ha ido rompiendo, perdiendo dirigencia. Soy bastante escéptico en la capacidad de la organización en reconvertirse, más allá de que probablemente algunos dirigentes puedan hacerlo pero por fuera de la organización. Creo que una organización como La Cámpora tiene un ciclo de vida cada vez más corto en la Argentina.

-¿Éstas eran las elecciones para tener un candidato propio? ¿Fue la última oportunidad cuando Cristina bendijo a Massa?
-El ciclo entero 2019-2023 era la última oportunidad, donde se estaba dando un salto de madurez, que implicada dos cosas: primero, actualizar y modernizar la estrategia política. La concepción de la economía, y a la par de eso, consolidar algunos liderazgos que permitieran interpelar a la sociedad. De alguna manera era lograr que La Cámpora dejara de ser un término peyorativo y se transformara en algo nuevo dentro del peronismo. Eso es lo que desaprovecharon estos cuatro años y fue algo que quedó muy marcado con las renuncias al gobierno de Alberto Fernández, eso marca un punto de no retorno. Y después, hay una cuestión de un liderazgo muy clánico, familiar, de Máximo Kirchner, que no está elegido sobre las bases, la discusión, y que carecía de la capacidad para llevar adelante esas dos funciones. 

-¿Cuánto influye que hayan perdido predicamento entre los jóvenes?
-Ellos crecieron en el marco de una época donde el kirchnerismo interpelaba muy bien la realidad, pero cuando se convirtieron en una guardia pretoriana dejó de interpelar el clima de época del presente para hacerlo con el pasado. Entonces, dejó de ser juventud, empezó a envejecer y a tener la edad biológica de sus protagonistas, son todos dirigentes de 40/50 años y eso implica un proceso de envejecimiento, paralelo al proceso de envejecimiento del kirchnerismo: son dos hechos paralelos, casi en espejo. Reitero: la gran oportunidad la desperdician en el 2019-2023, fue algo categórico en el proceso de reconversión del kirchnerismo, no como una minoría intensa, sino como la posibilidad de volver a construir una mayoría. Me parece que ese fracaso, que lo es también de los sectores moderados, que Alberto Fernández también expresaba, es el fracaso de quienes en vez de protagonizar el presente y el futuro se guardaron en una especie de guardianes dogmáticos del pasado y perdieron la posibilidad de diálogo con la juventud.

-¿Cuánto tiene que ver CFK en que La Cámpora no tenga un cuadro político presidenciable?
-Ella siempre condujo el proceso político de una manera autocrática y la forma en que se construye en La Cámpora es desde arriba hacia abajo, más pensando en la obediencia que en criterios autónomos de poder y eso es casi como no poner a nadie. Si la gente a la que se va a elegir tiene los mismos criterios que quien conduce, no hay mucho para analizar, tiene que ver con el carácter de Cristina, que es muy fuerte, pero también muy difícil para coexistir en un clima plural y eso es lo que condena la posibilidad de sucesión. Termina con una decisión clánica, con el hijo como dirigente máximo en un gran fracaso porque desde el punto de vista  de los estudios de opinión pública es uno de los dirigentes que peor imagen tiene en el país sin haber ocupado cargos relevantes. El gran error es no haberse dado el lugar para construir una organización plural, incluso a riesgo de su propio liderazgo, pero me parece que la política cuando se pone muy mezquina en el proceso de construcción lo termina pagando muy caro.  

-¿Alcanza con el despliegue territorial que van a tener en Buenos Aires para ser “referentes” dentro del peronismo?
-Hoy lo que tiene es paradójico: ocuparon las mejores posiciones del Estado durante cuatro años y sólo se quedaron con algunas intendencias, lo que habla de las tremendas dificultades políticas. Lo que ellos han logrado es crecer en intendencias en el Conurbano y les permite tener un dispostivo de tensión con Kicillof y el diálogo hoy sería más difícil si no hubiera ganado las intendencias que ganó en octubre. Hoy la organización se permite una proyección provincial en la política pero con dificultad en las provincias. Las figuras que van emergiendo, en lo que debería ser tu territorio, y más después del triunfo de Milei, son Grabois, dirigentes de Córdoba, o Moreno, pero en ningún caso aparece un interlocutor claro con proyección de ese espacio.