El viernes de la semana pasada recibió el llamado que le provocó a Tadeo Allende que su corazón latiera más fuerte de lo habitual, que su sonrisa se amplificara como nunca antes y en su cabeza un sinfín de recuerdos le invadieran. Era el llamado con el que tantas veces soñó, pero jamás lo había imaginado en estas circunstancias.
“Tadeo, te tengo que dar una buena noticia. Desde el lunes te van a empezar a pasar los entrenamientos del plantel de Primera. Fuiste promovido”. Palabras más, palabras menos, así le comunicaba un coordinador al delantero de la Primera local de Instituto. Y un par de horas más Javier Molinari, miembro del cuerpo técnico de Fernando Quiroz, le daba las indicaciones para sumarse a la reunión vía zoom del plantel profesional.
Lo primero que hizo fue llamar a su papá Marcelo y a su mamá Mariana. Pero en su mente como en una película le empezó a taladrar los recuerdos en su Mina Clavero natal o de todos los lugares donde debió vivir cuando llegó a la “Gloria” con 16 años.
“Estamos todos contentos, mi familia y yo. Después de tanto esfuerzo, tantas luchas, llegó la recompensa”, le dijo a PERFIL Córdoba el atacante de 184 centímetros de alto, admirador de Robert Lewandowski.
Allende empezó a jugar al fútbol a los 8 años en Juventud Unida de Mina Clavero, club en el que hizo todas las infantiles y gran parte de su formación e incluso llegó a debutar en la Primera a la edad de 16 años. Y se dio el gusto de salir campeón con el equipo de su pueblo. “Fue una alegría enorme debutar en ese club, muy lindo, después salir campeón. Al año siguiente me vine a probar a Instituto, y quedé, fue en marzo de 2017”, relató.
De mudanza en mudanza. A Instituto llegó directamente para jugar en la Liga cordobesa. No tenía alojamiento que el club le brindara. Entonces, primero se quedó unos meses en la casa de un tío, después estuvo en una pieza que le alquiló don Castillo, una leyenda de las inferiores albirrojas, al año se fue a vivir unos meses a la casa de Dylan Leiva, compañero de él en el equipo ‘glorioso’ en la Primera local, y finalmente se fue vivir junto a su pareja Victoria a un departamento. “Por eso se me vino a la mente todo eso, todos esos sacrificios mios, de mis viejos”, rememora y se emociona el pibe que se cansó de recibir “murras” en las canchas de la Liga, pero él lo agradece porque entiende que eso lo formó para este presente.
“Es muy bueno pasar por la Local, porque jugás con personas más grandes que vos, que tienen mañas, y te hace ser más aguerrido, te da otra viveza, además del roce. A mí me ayudó mucho”, cuenta el atacante oriundo de Traslasierra, que cuando llegó a Instituto era rápido y flaquito, jugaba de mediocampista, pero que en el último año pegó el estirón, fortaleció los músculos y lo empezaron a poner de delantero, y empezó a hacer goles; esos que tanto anhelan en Alta Córdoba.
Promovidos
Los cuatro juveniles promovidos por Fernando Quiroz al primer equipo de Instituto son: el defensor Ezequiel Neira, el mediocampista Leonardo Monje y los delanteros Gregorio Guerra y Tadeo Allende. A propósito, éste último, categoría ’99, contó sobre la presentación con el plantel: “Fue en la charla vía zoom, nos dieron la bienvenida a los cuatro y ahí nos indicaron cómo íbamos a trabajar. Nosotros estábamos muy contentos”.
Un año en Belgrano
Tadeo Allende se formó en infantiles en el club de su pueblo, pero hubo un año (2009) donde se fue a probar a Belgrano. Y quedó. Estuvo un año, pero decidió no seguir y regresó a Juventud Unida de Mina Clavero. ¿Qué pasó? “Con mi papá viajábamos tres veces a la semana, él me traía, entrenaba y me volvía. Jugaba los fines de semana. Tenía 10 años, eran muchos viajes y optamos por no seguir”, recuerda el hoy artillero de Instituto.