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CóRDOBA
CRISTINA WARGON

"Hay una teoría bastante perversa que tiene que ver con que lo intelectual no vale nada"

A lo largo de su carrera, la humorista, periodista y escritora ha publicado obras teatrales, escrito guiones para TV y trabajado en radio y prensa gráfica. Ahora acaba de publicar su revista digital ‘Humor a la Wargon’, que a pocos días de su lanzamiento, ya supera las nueve mil vistas. Premiada en 2015 con el Reconocimiento al Mérito Artístico, galardón que entrega la Provincia a referentes culturales de distintas disciplinas, Wargon dicta talleres de humor desde hace 15 años y tiene en su haber siete libros publicados.

Cristina Wargon
HUMORISTA DE PURA CEPA. “Creo que hay un quiebre en el humor, que es reírse de lo que está prohibido reírse”. | Fino Pizarro

La vida de ‘la Wargon’ es así, alocada como la diversidad de sus proyectos. Pasa del teatro a la radio, de la literatura a la TV y de dictar clases de humor a editar una revista con la velocidad de un rayo.

Cuando le preguntan en cuál de todas las ramas del arte por las que se va deslizando se siente más cómoda ella responde: “En la que estoy ahora”.

Así fue también como un día, estando radicada en Buenos Aires, dijo: “Me voy unos días a Córdoba” y se quedó a vivir aquí (aunque hay que decir también que de Córdoba se fue sintiéndose un tanto ‘echada’).

Estuvo casada durante 40 años con José Félix ‘Coco’ Feldman, con quien tuvo dos hijos. Ahora está en pareja con Adrián Zárate y viven juntos en Mendiolaza, localidad en la que aprendió a hacer compost, cuidar el agua y convivir entre zarigüeyas que la visitan en busca de comida.

Su primera nota de humor se publicó en Hortensia y su obra de teatro ‘Acaloradas’ ha estado en los escenarios 15 años.

En su biblioteca tiene una foto firmada por Woody Allen y una nota de agradecimiento que le mandó Raúl Alfonsín, en la que le dice que hacía mucho que no se reía tanto gracias a ella.

Amiga de María Elena Walsh, Wargon empezó a trabajar a los 18 años como maestra rural en Corrientes. Y no paró nunca más.

–¿De qué se trata esta nueva aventura en la que te has embarcado?
–Surgió porque me estuve por morir y mis alumnos lloraron mucho. 

–Cuando decís que estuviste a punto de morir, ¿estás exagerando una situación o fue así?
–Tuve una neumonía bilateral en enero y todo el mundo lloraba. En ese momento estaba contenta porque me visitaba mucha gente y me cuidaban, pero cuando salís, el cuerpo te pasa factura. La convalecencia, en una neumonía de este tipo, es muy dura . Era la primera vez que estaba internada. En ese momento mis alumnos, una barra con la que llevamos cuatro años juntos y atravesamos la pandemia, me preguntaron cuándo daba el próximo taller.

–¿Es un grupo grande?
–No. Por definición deben ser grupos pequeños, entre 10 y 15. En mis talleres trabajo como base con Freud, con Henry Bergson y con el pensamiento lateral, y para que funcione tienen que ser grupos pequeños. Pero lo cierto es que no sé si tengo un grupo o una logia. Les dije que no podía dar un taller y me propusieron una revista. Era algo complicado porque ellos están en Buenos Aires y yo en Mendiolaza. Pero Adrián, mi pareja, es SEO en computación; sin él no hubiera salido porque yo no entiendo nada, soy precámbrica.

– ¿Cómo está formado el equipo?
– Somos siete: Liz Marino, abogada; Lidia Poggio, una bióloga que tiene más de 80 años y escribe sobre la tercera edad cosas para morirse de risa; Gabriel Steinberg, que hace podcasts; Leonardo Silveira, editor de videos; Mónica Gervasoni, mi mano derecha y mi corazón izquierdo, y Adrián Zárate. Yo soy la directora pero es muy anárquico todo. Nos juntamos una vez por semana vía Zoom.

–¿Con qué premisas trabajan?
–Queríamos que fuera una revista de excelencia, con lo cual, por ejemplo, el reportaje a San Martín nos tomó 10 días porque, si bien es un reportaje de humor, todos los datos que están ahí son verdaderos y todas las referencias, chequeadas. Yo los fuerzo al delirio y al absurdo, todo el mundo está comparando la revista con Satiricón y a mí se me cae la baba.

–¿Cuál es el límite en el humor?
–El que cada uno tenga, quiero una revista absolutamente libre. Lo que no hacemos es humor político porque es muy fácil y se cae muy rápido. Si tenemos suerte dentro de tres años no nos vamos a acordar quién fue Milei.

–¿Qué es el concepto ‘a la gorra’ que tiene la revista?
–Eso es una batalla. La revista es a la gorra, o sea que podés poner solo 100 pesos y ya está. Cuando teníamos cinco mil entradas solamente una persona puso dinero y fue mi mejor amiga de Buenos Aires. Hay dos conceptos ahí que se pelean, uno es que hay una mishiadura tremenda y a mí no se me escapa. Pero hay una teoría bastante perversa que tiene que ver con que lo intelectual, lo que pertenece al campo del intelecto no vale nada.

–¿Creés que hay posibilidad de cambio?
–Si no lo pensara no hubiese hecho la revista o inventado el taller de humor ni hubiese regalado mi sexto libro. 

–¿Cómo es eso?
–‘Mujeres de taco bajo’ está subido a Internet gratis para colaborar con lo que se viene. Pertenezco a una generación que nació entre dos culturas: en la que nos educaron, que fue en la del libro, y a la que nos enfrentamos, la digital, que hace que haya caído la cultura del libro. Y no es que se vayan a lo digital, sino que no leen.

–¿Cuál es la base del humor y con qué no harías nunca un chiste?
–La base siempre es el defecto y a esto no lo digo yo. Nadie se ríe de la perfección, tiene que haber un defecto o una situación fuera de cuadro para que te dé risa. Y los límites son los que cada humorista tenga. Lo demás que lo decida la justicia. Yo no hago chistes sobre los desaparecidos ni sobre el Holocausto. Pero Jorge Guinzburg me enseñó cómo se puede hacer un buen chiste sobre el Holocausto y él era Guinzburg de apellido.

–¿Cómo ves el humor hoy?
–Creo que hemos pasado en estos últimos cinco años una época de gran censura que, paradójicamente, vino de algunos grupos de mujeres, cuando hacías un chiste que a ellas les parecía machista o machirulo. Yo me río de todo, más de los varones porque tienen más defectos, pero también me río de lo tilingas que somos a veces las mujeres. Pero las he visto bajar obras de cartel. Creo que hoy hay un quiebre en el humor, que es reírse de lo que está prohibido reírse y espero lo mejor porque los humoristas siempre estamos mordiendo el freno, todos hemos tenido que bajar dos tonos en el humor y no hay que tener cuidado para hacer humor, si no ingenio.

–¿Qué opinás del feminismo?
–Ser feminista es una manera de ser buena persona, como ser ecologista. Pero cuando el pensamiento correcto se transforma en pensamiento único, eso es fascismo.

–¿Qué rescatás de tu paso por Humor y Hortensia?
–A la redacción de Hortensia iba poco. Conocí a todos los humoristas y tenía gran afecto por (Alberto) Cognigni, pero no fue mi lugar de pertenencia, como sí lo fue Humor. Entrar ahí fue increíble porque me encontré con todas las personas que admiraba. Tengo los mejores recuerdos. 

Cristina Wargon revista

A LA WARGON. La primera edición de la revista on line –que salió el domingo pasado y será mensual– ya supera las nueve mil visitas.