Perfil
CóRDOBA
OSCAR CHICHONI

"He vivido en una valija los últimos treinta y cinco años"

El ilustrador cordobés trabajó para grandes editoriales y supo ganarse un lugar en Hollywood. Pronto, se suma al equipo de la serie El Señor de los Anillos.

OScar Chichoni
OSCAR CHICHONI. Autodidacta, pasó por varias industrias con sus diseños de estéticas inspiradas en la revolución industrial. | Lola Virgolini Rey

Oscar Chichoni nació en 1957. Autodidacta desde siempre, empezó a trabajar en la industria editorial cuando tenía apenas 17 años, dibujando historietas.

En la década del 1970 diseñó tapas para la revista Fierro y El Péndulo; luego emigró a Europa, donde se sumó a la editorial Mondadori y más tarde se convirtió en ilustrador conceptual, incursionando en la industria cinematográfica. 

Allí trabajó con personalidades de la talla de Francis Ford Coppola, James Cameron y Guillermo Del Toro (tres de las películas de las que formó parte resultaron ganadoras en los Oscar: Restauración, El Señor de los Anillos y Sleppy Hollow). También realizó diseños para la industria de los videojuegos.

Antes de partir rumbo a Nueva Zelanda, donde formará parte del equipo de realización de El Señor de los Anillos –la serie que prepara Amazon Studios– el ilustrador dialogó con PERFIL CORDOBA sobre su paso por estas industrias y sus planes a futuro.

—¿Cómo te llegó el ofrecimiento para la serie ‘El Señor de los Anillos’?
—Como me llegan en general todos mis trabajos, por contactos. Esta vez de la diseñadora de vestuario. Soy un bicho raro en Hollywood, una especie de outsider del cine: entro, trabajo y salgo; así desde hace 30 años. No tengo página web, ni Facebook, nada. Llegan a mí los que están muy interesados; me buscan y por supuesto, me encuentran.

—¿Cuál va a ser tu rol en la serie?
—Diseñador conceptual. La serie será una precuela de El Señor de los Anillos y va a competir con Games of Thrones. Es un mundo inventado todo desde cero, desde el más mínimo objeto, que puede aparecer incluso en un segundo plano.

—¿Cómo fueron tus inicios?
—Nací en Río Cuarto y crecí en Corral de Bustos. A los 17 años me escapé de un viaje de estudios y fui a Buenos Aires a buscar trabajo; le apunté a la editorial más importante, la más imposible: Ediciones Récord. Me atendió Juan Zanotto, el director. Primero me dijeron que no había posibilidades de darme trabajo. Yo estaba con el uniforme de la escuela y la carpeta del colegio, donde hacía mis dibujos. Adelante mío había unas 12 personas, todas con traje y carpetas de cuero; nos rebotaron a todos. Pero cuando me estaba diciendo que no había lugar para amateurs, Zanotto atendió el teléfono y empezó a mirar distraídamente mis dibujos. A la tercera página cortó la llamada, se fue, volvió a los cinco minutos con el director de arte y me dieron un guion.

—¿Y tú llegada a Europa?
—Después de hacer historietas para Récord me di cuenta de que eso era demasiado para mí. Yo me había preparado para ser historietista, pero como soy un obsesivo compulsivo, cada viñeta tenía que ser una obra de arte. Imagina que, con 17 años, compartía la publicación con Arturo del Castillo y José Luis Salinas. Se me hizo muy pesado y tuve que dejarlo. Entonces me vine a Córdoba, me salió una beca inesperada con Álvaro Izurieta, un pintor figurativo al que considero mi único maestro, porque siempre fui un autodidacta. Estuve dos años en su taller, aprendí mucho de color y pensé que la pintura era lo mío. Pero luego me di cuenta de que yo era demasiado figurativo para los cánones de la época. Entonces uní las dos cosas: la historieta y la pintura, ahí apareció la ilustración, que es para mí una historieta de un solo cuadro. Entonces volví a Buenos Aires y empecé a trabajar en la revista Fierro y en Sudamericana. Fierro fue una especie de revolución, mi primera tapa también, porque tenía una técnica personal y distinta. Era la época de la hiperinflación y mi economía -como la de todo el país- flaqueaba, así que decidí irme a Europa, que por otra parte era mi sueño.

—Tu ingreso a Europa también fue por la puerta grande...
Ricardo Barreiro (NdelE: guionista argentino de historietas), me sugirió que hiciera coincidir mi viaje con la Bienal de Lucca, allí me encontré con Zanotto, de nuevo siendo una pieza importante en mi vida. Estaba con Guillermo Mordillo, el dibujante, y me presentaron a Hugo Pratt, un gigante de la historieta; me presentó en todas las editoriales grandes como el mejor ilustrador del mundo. Se armó tal revuelo que me dieron un stand para exponer en una muestra central. Pero nadie sabía quién era yo, ni entendían mi técnica. Empecé a vender los derechos de publicaciones y el último día hasta recibí un premio como mejor ilustrador. Eso me abrió las puertas de agentes y de editoriales y empecé a trabajar con Mondadori, el grupo editorial más grande de Europa. Ilustré para varios países, viví en varios lugares de Europa y cuando se estaba agotando esa etapa, porque ya no se usaban ilustradores para las tapas sino diseñadores gráficos, empecé a trabajar en cine.

—¿Cómo fue la incursión en esa industria?
—Lo primero que hice fue trabajar en una película de Disney, Eugenio Zanetti era el director de arte; la segunda película que hice con él fue Restoration, que recibió un Oscar por la dirección de arte. Luego también participé en otras películas nominadas.

—¿Cómo fue el salto al cine?
—Son mundos completamente distintos. La historieta, la ilustración y la pintura eran trabajos muy solitarios y pasar a trabajar en un equipo es algo muy dinámico. Muchos artistas muy buenos no lo soportan, pero para mí fue un estímulo extraordinario. De alguna manera se corta el vínculo con el público porque todos mis diseños quedan dentro del ámbito de producción. Pero para todo lo que hice después, siempre me sirvió lo que había hecho antes.

—¿Cómo es eso?
—La historieta me dio el relato dinámico; la pintura, la composición; la ilustración es un instrumento fabuloso para el cine porque hay que resumir todo a una pequeña historia y las escenografías de las películas son metafóricas. Nada es casual, ni el color, ni la disposición, ni las formas.

—¿Y tú paso por el universo de los videojuegos?
—Siempre digo que llegué demasiado viejo y demasiado temprano. Temprano en cuanto a la tecnología, por las cosas que se querían hacer. Y viejo porque es una industria en la que hay que correr y adaptarse. Trabajé en esa industria unos 10 años alternando, hasta que volví al cine.

—¿Por dónde dirías que pasa tu estética?
—La única cosa que puede hacer personal nuestra obra es pintar lo que hemos conocido y experimentado. Son los temas más importantes del mundo porque ahí es donde aparece el verdadero yo. Mis dibujos tienen lo que siempre cuento, que mi lugar preferido de juegos era un cementerio de locomotoras a vapor que había en mi pueblo. Las locomotoras se oxidaban al sol y yo jugaba dentro de esas máquinas enormes. Cuando fui grande empecé a usar ese conocimiento, por eso mi estética es muy de Revolución Industrial. Mi ciencia ficción no es de la Nasa porque no crecí ahí.

—¿Cuáles son tus planes a futuro?
—El miércoles me voy a Nueva Zelanda, creo que por tres meses y luego no sé. Nunca tengo planes, una vez que termino una producción me quedo desocupado, lo que sucede una o dos veces por año. No tengo un plan muy trazado de lo que voy a hacer. Quiero empezar a hacer otro tipo de experiencias: muestras, esculturas. Me han ofrecido una ópera en Córdoba (NdelE: se refiere a la Ópera Patagonia y su héroe Elal, de Héctor Tortosa). Todas esas cosas me entusiasman.

—¿Te estás haciendo una casa en Córdoba?
—Sí. Va a ser la primera casa completamente mía. Las otras fueron siempre compartidas. He vivido en una valija los últimos 35 años. No he tenido un lugar fijo. Siempre tengo armada la valija y no me acostumbro a desarmarla. Pero en algún momento vendré a quedarme. Una vez vine a Córdoba por unos días y me quedé dos años.-

Gollum Chichoni Ilustración

GOLLUM EN LA EDAD OSCURA. El proyecto prevé cinco temporadas y será una precuela de El Señor de Los Anillos, de J.R.R. Tolkien, ambientada en la Edad Oscura. Las locaciones serán en Nueva Zelanda y estiman que la serie demandará una inversión inicial de 500 millones de dólares.