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CóRDOBA
CONFLICTOS GLOBALES

Heridas de guerra que atraviesan pueblos y calendarios

El año termina sin soluciones a la vista para dos conflictos que suman destrucción, dolor e inestabilidad en zonas sensibles del planeta.

ucrania31-12-2023
UCRANIA. Apenas comenzada la invasión rusa, un militar ucraniano se atrinchera durante un bombardeo. | AFP

A comienzos de noviembre pasado, poco antes de que se cumpliera un mes de la horrenda incursión terrorista de Hamas –que dejó 1.200 israelíes muertos, centenares de heridos y 240 rehenes– y de que se desatara la feroz represalia ordenada por el gobierno de Benjamin Netanyahu sobre el grupo fundamentalista –que multiplicó las víctimas civiles en Gaza–, el historiador, político y pacifista Meir Margalit dejaba a PERFIL CÓRDOBA un título para sus reflexiones que sobre esa escalada vertía desde Jerusalén: “Está más claro que nunca que en las guerras nadie gana”. 

Claro que en esa mirada de quien por décadas ha tratado de construir puentes entre israelíes y palestinos estaba condensada su amargura por una convivencia entre dos pueblos que volvía a sufrir heridas mortales y se haría cada vez más compleja y contaminada por odios, desconfianzas y resentimientos que no son nuevos y a los que cuesta mucho desterrar en esa región, tan conflictiva como simbólica en lo histórico, lo geoestratégico, lo religioso… Al decir que nadie gana en las guerras, el pensamiento humanista de Margalit se enfocaba en los pueblos que padecen el conflicto, no en quienes lucran a costa del sufrimiento de otras personas.

Está claro que hay directos beneficiarios de cualquier disputa bélica, como quienes fabrican o producen las armas que se probarán en nuevos campos de batalla. Un lobby de muerte y destrucción al que se acoplan las compañías que hacen negocio con la ‘reconstrucción’ de las tierras arrasadas. Basta con repasar en este siglo la devastación a bombazos y misiles de Irak u otras naciones invadidas en nombre de la democracia y la libertad y en donde, tras el humo y la metralla, se disimulan la expoliación de recursos y las componendas entre los ‘vencedores’.

En otras tantas ocasiones, la guerra es trofeo secundario de quienes la promueven o estimulan para beneficios políticos propios, aunque cueste demasiado caro en vidas ajenas que se pierden. Basta con repasar lo que implicó la Guerra de Malvinas para una, hasta entonces, jaqueada e impopular Margaret Thatcher, quien usufructuó la contienda para prolongar por años su estadía en el número 10 de Downing Street. También hay decenas de hipótesis contrafácticas acerca de lo que pudo haber sucedido con la última dictadura si el resultado de aquel conflicto hubiera sido el inverso.

Disputas interminables. Lo cierto es que 2023 termina hoy con sus dos guerras más visibles inconclusas y sin una tendencia marcada que permita arriesgar fechas o modos en que los estallidos serán acallados por el fin de las hostilidades. La ofensiva que Israel mantiene en su guerra contra Hamas en Gaza ha recrudecido luego de algunos días de tregua, a pesar de numerosos pedidos de gobiernos y organismos internacionales que abogan por un cese del fuego inmediato.

Más incierto es el final del conflicto en suelo de Ucrania, donde el 24 de febrero próximo se cumplirán dos años del inicio de la invasión que con el nombre de ‘operaciones especiales’ ordenó el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Ni fue una intervención relámpago de Moscú en aquel febrero de 2022, ni tampoco sobrevino la victoria de Ucrania en este 2023, como prometió el presidente Volodimir Zelensky a partir de una ‘contraofensiva letal’, que no fue tal.

Tanto el mandatario ucraniano como su par ruso han tratado de exagerar los éxitos y minimizar los traspiés con estilo disímil, pero idénticas apelaciones a un nacionalismo exacerbado que hace difícil imaginar hoy las relaciones futuras entre pueblos emparentados por orígenes, costumbres y cercanía. La cifra de bajas entre muertos y heridos que incluyen a civiles y soldados de ambos bandos, superaba en agosto las 500 mil personas, según un recuento publicado por el diario The New York Times. Otros reportes elevan esas cifras y varían según las fuentes de información estén a uno u otro lado de esta frontera caliente de Europa. 

A esos miles de muertos y heridos en combate o por los impactos de misiles o drones hay que sumar unos seis millones de desplazados que huyeron de su hogar y en su mayoría hoy habitan naciones de la Unión Europea. Hace dos años, esa Unión cerró filas y se alineó detrás de Estados Unidos en la Otan para enfrentar a Putin con sanciones económicas y a través del suministro de dinero y armas a Kiev. Hoy el bloque no luce tan monolítico en algunas decisiones, sobre todo a la hora de seguir transfiriendo divisas para una guerra que no parece tener epílogo ni ‘vencedores’ claros.

La dificultad económica también fue esgrimida al otro lado del Atlántico y al propio Zelensky por el presidente estadounidense, Joe Biden. Pese a todo, el actual gobernante afirmó días atrás: “Putin está apostando a que Estados Unidos no otorgue lo prometido para Ucrania. Debemos demostrar que se equivoca”.

Impacto electoral. Sin embargo, las objeciones del Partido Republicano al otorgamiento de 61.000 millones de dólares más a Kiev adquieren otro significado si se piensa que 2024 es un año electoral, que los primeros sondeos no acompañan a los demócratas y que no se descarta un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, si la Justicia no le cierra el camino. Estados Unidos tiene cita con las urnas el primer martes de noviembre, pero las primarias de las presidenciales están a la vuelta de la esquina y todo esto condicionará las decisiones que se tomen hacia afuera.

Curiosamente, también este año estaban llamados a comicios Rusia, cuya primera vuelta en las presidenciales tiene fecha para el 17 de marzo, y Ucrania, con comicios previstos inicialmente para el 31 de ese mismo mes, pero que no se podrán realizar en un país bajo las bombas y la ley marcial. Así, el mandato de Zelensky se prolongaría. 

En Moscú, en tanto, nadie duda acerca de la continuidad en el poder de Putin, quien lo ha ejercido motu proprio o por interpósita persona a lo largo de todo lo que va del siglo 21.

Más allá de las protestas iniciales reprimidas en las calles y del éxodo de casi un millón de rusos opuestos a la guerra con Ucrania; pese al intento occidental por aislar económicamente a su gobierno y fomentar la disidencia, contra el ex agente del KGB, Putin, pareció refutar en las últimas horas a quienes le auguraban los días contados. Volvió a comparecer ante la prensa después de un tiempo para sostener que “la contraofensiva ucraniana fracasó” en su intento por recuperar el 17 por ciento de territorio ocupado, llegar por el Este hasta el mar y avanzar hacia Crimea. Y en el penúltimo día del año, el Kremlin lanzó uno de los más duros ataques aéreos contra su vecino, sumando víctimas civiles y destrozos.

Bajo los escombros. Por unas horas, las imágenes de destrucción y dolor en ciudades ucranianas desplazaron de los sitios de información internacional a las que desde hace casi tres meses se originan en la Franja de Gaza. Aunque el infierno para los cerca de dos millones de personas que superpoblaban suelo gazatí está lejos de haber terminado. Por el contrario, a los pedidos internacionales de un cese de fuego humanitario en la Franja se sumó en las últimas horas un informe de la ONU que alerta sobre una escalada de violencia contra palestinos en Jerusalén Este y en distintos puntos de Cisjordania, donde no gobierna Hamas sino Al Fatah, la vieja facción política de Yasser Arafat, hoy presidida por el debilitado Mahmoud Abbas.

Según un informe presentado el jueves por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, tras el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre, al menos 300 palestinos, entre ellos 79 niños, han muerto a manos de fuerzas de seguridad o colonos israelíes en territorio cisjordano y de Jerusalén Este. Además, el informe detalla una escalada de violencia y abusos en perjuicio de personas palestinas que viven lejos de la zona en la que Israel ha declarado su intención de extirpar a Hamas y a otros grupos como la Jihad Islámica que buscan acabar con la existencia del Estado fundado en 1948.

Diferentes medios y organismos cifran en más de 22.000 los muertos que han dejado ya los bombardeos sobre la Franja por parte de Israel, que culpa al movimiento islamista por las víctimas civiles y relativiza esa cantidad de bajas al considerar que son números suministrados por el propio Hamas para colocarse en el papel de víctima y ganar la “guerra psicológica” ante la opinión pública. Cientos de fotos, videos y testimonios parecen contradecir o cuando menos relativizar este último argumento. Así como el Estado de Israel y sus habitantes sufrieron el más cruento ataque en su territorio desde su independencia hace 75 años, esta ofensiva de casi tres meses e incierto final plantea un sombrío panorama en los territorios ocupados.

La voz de quienes en Israel son más proclives al diálogo entre su pueblo y el palestino y defienden la convivencia pacífica de dos estados independientes (muchos de los cuales fueron incluso víctimas del terror en el sur del país el 7 de octubre) se verá quién sabe por cuánto tiempo tapada por los clamores de “castigo ejemplar” a los culpables de aquella matanza, sin importar métodos, destinatarios, ni medidas. 

Los discursos y estrategias extremistas y el fundamentalismo ganarán la pulseada en la Gaza arrasada, en Cisjordania y hasta en algunas ciudades árabes israelíes a quienes no quieran tampoco la violencia e intenten alternativas de negociación con quienes en su réplica sepultaron todo lo que miles de palestinos tenían, afectiva y materialmente. 

Y en términos humanitarios todos pierden, a ambos lados de una frontera que el 7 de octubre fue vulnerada al sur, pero ahora será más palpable en lo cotidiano. A eso aludía seguramente Margalit en la frase con que comenzaron estas líneas. Ni siquiera Netanyahu y su gobierno de derecha, a quienes el conflicto sacó momentáneamente del foco de multitudinarias protestas que pedían la dimisión del premier que por más tiempo ha gobernado Israel, podrán sustraerse al debate sobre la seguridad y/o la paz que algún día volverá a instalarse.