Juan Eduardo Hohberg fue el capitán del primer equipo que se consagró campeón de la Copa Libertadores: Peñarol de Montevideo de 1960. Una auténtica gloria del fútbol de Uruguay, al que representó en dos mundiales: como delantero en Suiza ’54 y como entrenador en México ‘70. “El Verdugo” –como lo apodaban por su costumbre de hacerle goles a Nacional, el clásico rival- nació en Alejo Ledesma, en el sudeste cordobés, y tuvo una vida de película que PERFIL CÓRDOBA reconstruyó a partir del testimonio de su hijo Pablo, que vive en Perú.
“El viejo fue un ídolo total y estoy muy orgulloso de llevar su apellido”, refiere el empresario gastronómico y excoordinador de las inferiores del club Deportivo Municipal. Cuenta que la muerte de su abuelo marcó el destino de trotamundos de su padre: “A los 3 años se fue a vivir a Rosario con su mamá. Por eso empezó a jugar en Central Córdoba, primero de arquero. Era zurdo pero una vez se quebró y nunca más pateó con la pierna izquierda. Le pegaba muy fuerte a la pelota”.
Juan Hohberg forjó su fama de goleador en Rosario Central y de ahí se marchó a Peñarol, previa escala en Boca: “Estuvo a prueba pero el médico no quiso darle el apto físico porque venía de una lesión. ¡Una eminencia el tipo! Después mi viejo jugó 14 años al fútbol, fue a un Mundial y ganó nueve títulos con Peñarol”.
Corazón celeste
“A mi padre lo adoran en Uruguay. No sólo por lo que hizo en Peñarol, sino también por su paso por la selección”, destaca Pablo. “No llegó a estar en el Maracanazo del ’50 porque le faltaban dos meses de residencia para poder jugar como nacionalizado. Por eso yo lo cargaba y le decía que apenas había logrado dos cuartos puestos en los mundiales”, comenta.
PAPÁ ÍDOLO. Pablo Hohberg, el hijo del primer cordobés que ganó la Libertadores, alentando a Peñarol junto a su familia.
Como futbolista, Juan Hohberg también vistió la camiseta del Cúcuta de Colombia y se retiró con Racing de Montevideo en un partido ante Peñarol. “Él ya era técnico pero el club andaba mal económicamente y entonces le pidieron que jugara para que fuera mucha gente a la cancha y los jugadores pudieran cobrar”, subraya Pablo. “Después dirigió más de 20 equipos, en Uruguay, Perú, Ecuador, Colombia, México y Grecia”, enfatiza.
La última escala
“Aunque viajaba más a Rosario, mi viejo era un cordobés orgulloso”, comenta Pablo desde la capital peruana, donde Juan vivió sus últimos 19 años. “Se vino en 1977. Tras quedar fuera del Mundial ’78 con la selección estuvo un año y medio sin salir de casa, por la vergüenza. Hasta que un día decidió vender todo y deportarse”, cuenta.
Y añade: “En realidad él no quería dirigir a Uruguay en aquellas eliminatorias, pero fue obligado por la junta militar. Se negó tres o cuatro veces hasta que fueron a buscarlo a su casa en un Falcón gris y le dijeron que, como estaban las cosas, no podían garantizarle la seguridad de su hijo que estudiaba en la facultad, que era yo. Por supuesto que no dudó un segundo y firmó su contrato ahí nomás”.
FAMILIA DE SELECCIÓN. Alejandro Hohberg, jugador de Perú, junto a la imagen de su abuelo Juan Eduardo, quien representó a Uruguay.
En Uruguay, Pablo trabajó 15 años en las inferiores de Peñarol, pero su experiencia como jugador fue en El Tanque Sisley. “Después me fui a robar a México y Grecia”, añade en clave de broma. Cuenta que fue delantero como su padre Juan y como su hijo Alejandro, que milita en Universitario de Lima y fue integrante del seleccionado peruano en la Copa América 2016. “Alejandro me dice que no soy nadie: que antes era el hijo de Hohberg y que ahora soy el padre de Hohberg”, concluye entre risas.
El delantero que volvió de la muerte
Juan Hohberg fue protagonista de uno de los hechos más insólitos en la historia de los mundiales. El 30 de junio de 1954, en la semifinal que Uruguay y Hungría jugaron en Suiza, el cordobés hizo los goles que le permitieron al seleccionado “charrúa” empatar 2-2 y forzar un alargue. Tras la celebración del segundo tanto, “el Verdugo” tuvo que recibir atención médica por una indisposición.
Tras ser reanimado, decidió seguir en cancha hasta el final del juego, que finalmente favoreció a los europeos 4-2. Luego se supo que el jugador –que cuatro días más tarde disputó el 3º puesto ante Austria y anotó un gol- había sufrido un paro cardíaco y que su corazón estuvo detenido 14 segundos.
GOL AGÓNICO. En el Mundial ’54, “El Verdugo” le empató a Hungría y su corazón se paró durante 14 segundos.
“¡El viejo era una bestia! Aquella vez lo salvó Carlos Abate, el kinesiólogo, por los piñazos que le metió en el pecho y la coramina que le hizo tomar”, reseña Pablo.
Y cuenta otra historia increíble: “En 1957 se fue a Portugal pero el cupo de extranjeros estaba completo y no pudo jugar. Le pagaron todo el contrato y lo mandaron de vuelta, pero el avión se cayó en Brasil y se le quemaron todos los dólares. Del accidente salió ileso. Años más tarde, antes de su partido despedida, un electrocardiograma demostró que había sufrido un infarto en aquel vuelo”.