Nicolás Libra tiene 38 años. En diciembre de 2015 conoció al psicólogo Marcelo Bazán en el marco de una consulta terapéutica. Desde ese momento y hasta mediados del año pasado tejió un estrechísimo vínculo con el profesional al punto de llamarlo “padre”. Denuncias judiciales en su contra mientras realizaba un viaje a Europa con su novia -por indicación de Bazán, según relata- significaron el quiebre de aquella relación y el despertar de una realidad de la que está intentando salir a flote.
Se vio involucrado en el llamado caso Dolto, en el que se investigan presuntos delitos cometidos por el psicólogo Bazán, dueño de centros terapéuticos y de formación que se extendieron como propios y franquicias en diferentes puntos de la ciudad de Córdoba y el interior.
La causa tiene dos instancias principales. Un expediente se tramita en la Fiscalía de Instrucción de Alta Gracia, a cargo de Diego Fernández, donde hay una quincena de imputados por presuntas amenazas, coacción y abuso de armas. En el último mes varias de las personas detenidas fueron recuperando la libertad.
Pero hay otra investigación de mayor densidad en la Justicia Federal, donde se analizan diferentes hechos a partir del relato de presuntas víctimas del psicólogo y su entorno. Allí la pregunta que se hace la justicia es si las situaciones descriptas, en las que se denunciaron captación, matrimonios convenidos, abusos sexuales, desapoderamiento de bienes, emisión ilegal de recetas de psicofármacos y consumo de estupefacientes, encuadran en el delito de trata de personas.
Para la fiscal Graciela López de Filoñuk se aplica esa figura, mientras que el juez Miguel Hugo Vaca Narvaja no coincide, por lo que se declaró incompetente y consideró que la investigación debe continuar en la provincia ya que se trata de delitos muy graves, pero comunes. La Cámara Federal de Apelaciones dirimirá la controversia.
Mientras tanto, Bazán permanece detenido en Bouwer. En este contexto, Libra decidió romper el silencio y confesó que tiene miedo. “Me pregunto qué hay detrás de la causa Bazán”, dijo y confirmó que revocó recientemente el poder a su ahora exdefensor, Matías Pueyrredón.
—¿Cuál es la sospecha?
—No veo claro qué hay pero temo que Bazán tenga contacto con gente que desarrolla otro tipo de actividad en las sombras. Los abogados que defienden a todos cobran mucho dinero. Hay una estrategia que se está armando y que no la veo claramente.
—¿Qué tipo de contactos? ¿Políticos?
—Sí, claro. No estoy en condiciones de decir ahora con quién. Pero creo que sí los tiene.
—Usted se encuentra en una situación compleja: en la provincia está imputado y en la Justicia Federal es considerado una víctima…
—-Soy imputado por hechos que me enteré cuando estuve en Europa y víctima de este hombre que cometió delitos mucho más importantes que las estafas.
—¿Por qué cree que fue víctima de trata? —Llegué en un momento complicado y caí en un centro de reclutamiento de este tipo. Indudablemente (Bazán) es muy capaz en lo profesional. Utilizó toda la información sobre mi persona. En la primera entrevista averiguó sobre mi actividad, ingresos, patrimonio, la forma en que trabajaba y evidentemente me convertí en su objetivo. Creo que él tuvo planes a largo plazo conmigo, como con otras personas, durante muchos años. Hasta que con mi novia (también es una de las víctimas) nos dimos cuenta.
PATRIMONIO E INMUEBLES
A título personal y familiar Nicolás Libra cuenta con un importante patrimonio en inmuebles y vehículos alta gama. En la causa se investiga la modalidad con que Marcelo Bazán, aprovechando el vínculo que entabló, se habría apropiado de parte de esos bienes. “Con el tiempo me fui dando cuenta que tuvo un plan A, que fue lograr mi sometimiento porque yo sabía generar plata -afirma pensativo- hasta que con mi novia decidimos irnos y dejamos de confiar en él”. Continuó: “Fue el momento en que aplicó el plan B, que consistió en influenciarme para extender un poder con el que un contador terminó cediendo a Bazán y otras personas mis bienes y así me despojaron de todo”.
Libra vio y declaró en la Justicia cómo consumían drogas. “Hasta tres y cuatro gramos de cocaína por día, una barbaridad”, relató. “A los pacientes cooptados les daba psicofármacos, seis pastillas diarias de Tranquinal para poder dormir dos horas”, sostuvo.